El miércoles 22 de enero de 2020, el Instituto Juan Pablo II de Matrimonio y Familia inauguró su primera sede en el mundo fuera de Roma, en Madrid. El acto fue presidido por las más altas instancias de la Santa Sede: el nuncio del Papa (Bernardito Azúa), el prefecto de la Congregación para la Educación Católica (cardenal Giuseppe Versaldi) y el gran canciller del Instituto JP2 y la Pontificia Academia para la Vida (Vincenzo Paglia), acogidos por el cardenal de Madrid, Carlos Osoro.
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Claramente, el Instituto JP2 ha sido refundado con total claridad desde el corazón de Roma y del Papa. La reforma del Instituto JP2 obedece a dos dinámicas: más profundidad y mayor universalidad por un lado, y, por otro lado, más impacto en la innovación y eficacia pastoral.
En el curso de la inauguración, Vincenzo Paglia nos ofreció una lección inaugural que tiene un gran alcance en algunos de sus aspectos. Quiero dedicar este texto a destacar la importancia de esa lección de la mayor autoridad de la Santa Sede en investigación y formación sobre matrimonio y familia. Paglia se centró en una reflexión alrededor de la reforma del Instituto JP2, realizada para estar a la altura de un altísimo “desafío cultural y espiritual” en el que se tiene en cuenta también el esfuerzo de los “largos procesos de regeneración” (‘Veritatis gaudium’, 6). Todas las citas de este texto proceden del texto que nos han facilitado con la lección inaugural.
Un crecimiento en continuidad
Con la honda reforma que ha experimentado el Instituto JP2, el papa Francisco “pensó en acoger plenamente la intuición de Woitjla y relanzarla con mayor amplitud de horizontes y compromiso. Se trata, por tanto, de un crecimiento en continuidad”. En la inauguración del año académico 2016 del Instituto JP2 en Roma, el papa Francisco anunció que la Iglesia busca “el desarrollo de nuevas iniciativas de diálogo e intercambio con todas las instituciones académicas, incluidas las que pertenecen a diferentes fes y culturas, que hoy en día se comprometen a reflexionar sobre esta delicada frontera del ser humano”, que es la familia. Por tanto, en palabras ya de Paglia, “preservar la energía del principio significa para nosotros tener una nueva creatividad, a la altura de los desafíos que la historia nos presenta”.
En aquella inauguración, el papa invitó a ser audaces en la reflexión que se haga en el entorno del Instituto, integrando la amplitud de temas que implican las realidades de las familias del mundo. Por eso, dice Paglia, “es fundamental, por tanto, el contacto con la experiencia en la que los fieles están inmersos en su existencia cotidiana”. De este principio, derivan dos consecuencias. La primera, es que “es necesario conocer las situaciones concretas en las que las personas pasan su vida, especialmente aquellas que se encuentran en diversas formas de periferia y, por tanto, de vulnerabilidad”. La segunda, que “es necesario saber comunicarse de manera comprensible con hombres y mujeres de culturas diferentes, en los distintos lugares y tiempos”.
En consecuencia, sigue Paglia, “es esencial ir más allá del perímetro del ‘escritorio’ para avanzar hacia las fronteras; hacer uso no solo de la experiencia personal, aunque indispensable, sino también de los resultados de las ciencias que estudian sistemáticamente las dinámicas experimentadas, sociales y económicas, en las que están involucrados nuestros contemporáneos; forjar nuevos lenguajes que nos permitan interactuar con las diferentes culturas”. Llega entonces a una inspiradora idea: “La inteligencia de la fe y la inteligencia de la realidad viven en plena simbiosis, o no viven en absoluto”. “La íntima unión de la fe y de la realidad es el eje fundamental de la disposición al diálogo y del discernimiento crítico”.
Desde esa perspectiva, el camino por hacer en materia de investigación es amplio y requiere mucha mayor profundidad. Paglia afirmó que “se ha reflexionado mucho sobre la pareja y han sido numerosos los estudios sobre el matrimonio – entendido en su realización de pareja– sobre todo bajo el aspecto jurídico-canónico”, pero incluso en el “Código de Derecho Canónico es prácticamente inexistente la relación entre Derecho y Familia en sus numerosos aspectos”.
Hay una carencia fundamental: en la Iglesia falta por hacer una Teología de la Familia, no se ha hecho todavía. En palabras de Paglia, “todavía más rara es una verdadera teología de la Familia, excepto algunas rarísimas excepciones”. Coloquialmente, en la inauguración afirmó que no existe dicha Teología de la Familia, que es imprescindible articularla en el futuro.
Tampoco son suficientes los planteamientos realizados hasta ahora sobre la Teología del Matrimonio: “Es indispensable una teología del matrimonio más exhaustiva, a partir de las primeras páginas del Génesis”, dijo Paglia.
Una lógica de servicio pastoral
Esa reflexión teológica y de las Ciencias, no realizan cada una su función aisladas, sino buscando una nueva síntesis integradora en lenguajes que sean significativos e iluminadores para los seres humanos del siglo 21. Y lo hace con una vocación práctica, una lógica pastoral servicial, misericordiosa, creativa e innovadora. Al respecto, sostuvo Paglia, “somos muy conscientes de la indispensabilidad de que la teología y la pastoral estén estrechamente unidas”.
En resumen, nos encontramos ante un reto de primera magnitud. Inspiradas por la Filosofía y la Teología y la “inteligencia de la realidad”, es necesario integrar las distintas Ciencias Humanas y Sociales alrededor del hecho de la familia y la pareja humana, así como el gran abanico de temas que implican. Está por fundar una Teología de la Familia y por desarrollar una Teología del Matrimonio que aún es insuficiente y necesita ese discernimiento y diálogo entre la “inteligencia de la fe” y la “inteligencia de la realidad”. Ese saber no es para quedarse encerrado en sí mismo, sino para el servicio a la Iglesia y a todas las familias del mundo en toda su variedad de credos, culturas, ideas y situaciones. De ahí la íntima colaboración que se busca entre pensamiento y pastoral.
Para llevar al cabo esta misión, el renovado Instituto JP2 se abre a la gran diversidad de la Iglesia y a la participación de las distintas ciencias e instituciones. Nuestro propio Instituto Universitario de la Familia, de la Universidad Pontificia Comillas –a través de la Cátedra Amoris Laetitia que recientemente hemos establecido– participa ya, junto con otras universidades, de esta ilusionante e imprescindible misión que la Iglesia nos confía a todos.
A todos nos queda un mensaje de fondo, cada uno desde su realidad: reflexionar con mayor profundidad y universalidad, discernir poniendo en diálogo la inteligencia de la fe y la inteligencia de la realidad. Y ponerlo todo al servicio del bien de la gente, especialmente los que sufren mayor vulnerabilidad en las periferias de la sociedad y la existencia.