Nuestra fe, se basa también en los testimonios de hechos históricos. El cardenal Ratzinger hablaba hace algunos años sobre la encíclica “Esplendor de la verdad” del entonces papa Juan Pablo II, ahí se refería a la enseñanza acerca de la resurrección, y dijo: “El hablar de la resurrección como una vivencia de los apóstoles y no como un hecho histórico es caer en el pensamiento alemán, en que se pierde la objetividad de los hechos para hablar solamente de cuestiones psicológicas, esto no es nuestra fe, nuestra fe se basa en hechos históricos”.
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Pero si nuestra fe se basa en hechos históricos, tenemos que definir qué son los hechos históricos; de la resurrección se dice que no es un hecho histórico por que nadie la presenció, por tanto, no se puede decir que es un hecho histórico.
El padre Manuel Carreira afirma: “nadie de ustedes (receptores) presenció mi nacimiento; sin embargo, nadie de ustedes duda del hecho histórico de mi nacimiento pues creen por que me ven, yo soy la consecuencia de mi nacimiento; ahora bien, si yo veo un cadáver en el suelo, aunque no haya visto el momento de la muerte, tengo derecho a decir: este hombre ha muerto. Y si lo veo vivo más tarde tengo derecho a decir: este señor ha resucitado, aunque no haya visto el momento de la resurrección. Lo contrario es absurdo, es jugar con palabras”. Algunos teólogos, incluso católicos, dicen que la resurrección es un hecho meramente figurativo, más no histórico.
Leemos que lo que vimos
En el evangelio, los hechos de los apóstoles, y las cartas de San Pablo leemos que lo que vimos, oímos y tocamos con nuestras manos es lo que anunciamos, para que todos creamos: “Nosotros que vimos a Cristo después de la resurrección, que lo tocamos y comimos con él, somos testigos de esto”.
En todo hecho histórico, el testimonio de testigos fiables es la única manera de tener certeza. Nosotros no podemos saber qué ocurrió hace cien años si no es por el testimonio de quienes estaban presentes y han escrito o transmitido de palabra lo que sucedió, pues bien, la resurrección tuvo testigos, los apóstoles, que son capaces de testificar lo que vieron y tocaron, y que fueron tan sinceros en su testimonio que dieron su vida por él.
De modo que la fe tiene que basarse en pruebas históricas, es muy importante enfatizar esto, dado que hay personas muy piadosas que siguen afirmando que hay fe sin pruebas, y eso nos pondría en aprietos pues indicaría que estamos actuando irracionalmente. Dios nos ha hecho racionales y creer sin pruebas es irracional, es absurdo. Debemos tener pruebas de carácter histórico y estas pruebas se ven precisamente en los testigos fiables que dieron testimonio incluso a costa de su vida.
Una vez establecido el hecho de que la resurrección es un hecho histórico, ahora toca el turno de establecer en qué consiste la realidad del hombre y por tanto, que puede significar el hecho de la resurrección; primeramente hablamos de una resurrección que transforma el modo de existir del hombre. No se trata de una mera extensión del tiempo de vida, cuando Cristo resucitó a Lázaro, le añadió años de vida, pero eventualmente falleció, como todos, lo mismo con el hijo de la viuda de Nain.
No se trata de este tipo de resurrección de la que estamos hablando, aunque es verdad que se usa la misma palabra, y que se use la misma palabra debe indicarnos algo. Por que, si Cristo hubiese resucitado al hijo de la viuda de Naín sin cuerpo, nadie podría decir que había resucitado al niño, de modo que, si en el caso de una resurrección temporal, tiene que ser la totalidad de la persona humana la que se encuentra viva, también lo es en la resurrección al final de los tiempos y en la resurrección de Cristo.
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