Dicen que el día que se extingan las abejas la vida dejará de existir porque, al no haber polinización la vida vegetal no podrá existir y se desencadenará un proceso de desaparición. Son, según cuentan los expertos, insectos sociales organizados jerárquicamente que se comunican por medio de un ritual de danza.
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Pequeñas, originales, y trabajadoras que siempre van a lo suyo, nos regalan uno de los alimentos más completos que podemos disfrutar. Su combinación de vitaminas, minerales, y proteínas es, literalmente, fuente de vida.
En Haití, país pobre donde los haya, hay un colegio que ha fichado a las abejas para un proyecto tan importante que se llama así, Proyecto Abeja, en el que estos insectos, además de miel, están demostrando lo polifacéticos que pueden ser.
En el proyecto están directamente implicados alumnos a partir de los dieciséis años, religiosas, profesores, padres y, por supuesto, todo aquel que quiera echar una mano. Al frente del colegio está la Compañía de María y hay que oír a su responsable, Rose Marie, siempre sonriente con esa alegría que no nace de nada humano, contar cómo se gestó el proyecto, cómo han recogido ya varias cosechas de miel y como, gracias a ganar un premio, tienen un laboratorio que les permite seguir adelante con la miel y sus derivados.
Con este proyecto se consiguen varios objetivos. Preparar a algunos alumnos para que puedan vivir del trabajo de la apicultura, unir a toda la comunidad colegial en un proyecto común (no es el único), conseguir fondos para seguir adelante con el colegio que ya tienen idea de ampliar, y polinizar el entorno fuertemente devastado por terremotos, tifones, y toda clase de desgracias.
Hay que tener en cuenta que, al ser Haití un país que no tiene nada, ningún país se muestra interesado ni en una visita de cortesía. Pues desde hace un tiempo, el colegio es ya algo que Haití puede mostrar como logro, modelo, y posibilidad. ¡Todo un triunfo el de estas religiosas! Como lo son los de miles de religiosas, en cualquier parte del mundo, que se dejan la vida en dar vida.
Ahí está Rose Marie y otras compañeras suyas haciendo que, cada día, merezca la pena seguir luchando por esos niños cuya única comida es la que reciben en el colegio, por esos jóvenes que tienen una posibilidad de salir adelante, por esas familias que, por primera vez se ven implicadas en proyectos que generan vida y comunidad.
Cuenta Rose Marie –sin perder la sonrisa– como, al terminar el día dan gracias a Dios por haber superado los obstáculos habituales y los que aparecen sin buscarlos; dan gracias porque el proyecto sigue adelante; y dan gracias por poder seguir ayudando a los niños y jóvenes haitianos y a sus familias. Alguien, en voz baja, me susurra que, aunque Rose Marie no lo diga, también dan gracias, cada día, por no haber siso asesinadas.
Resurrección
Cuando hablamos de resurrección la cabeza se nos va a la resurrección final, sin embargo, esas resurrecciones cotidianas donde el Resucitado se hace presente nos cuesta más verlas. ¡Cuánto nos cuesta ver lo evidente! En esto nos parecemos a las abejas. Pasaran miles de ellas por ese proyecto y solo verán la miel que producen, nada más… ¡Y sin ellas no habría vida!
Cuando uno pasea por un claustro medieval o por donde haya columnas con capiteles decorados en esa época, descubre como la resurrección se expresaba con símbolos como el pavo real, las piñas, los huevos… Ahora se podrían añadir las abejas porque, realmente, pueden ser tenidas por símbolo de resurrección.
Hay personas que nos regalan vida con su testimonio y su compromiso. Nos dan la oportunidad de disfrutar de la vida como lo que tiene que ser, amor entregado. Pero, como dice Francisco cuando se refiere al amor, dándole el significado que tiene en hebreo que es “hacer el bien”. Y mucho bien se hace con este Proyecto Abeja.
Disfrutemos de la resurrección de Cristo que, al vencer a la muerte, nos regaló la Vida Eterna. Y disfrutemos también de las resurrecciones cotidianas que no sabemos ver siempre y que, sin embargo, tan presentes están en nuestra vida. ¡Feliz Pascua!