Tribuna

La Roldana y su “hágase”

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Siempre me ha invitado a la reflexión ese “hágase” del Padrenuestro, que no solo es un acto de humildad y confianza en el plan divino, sino también una invitación a colaborar con Dios en la realización de su Reino.



Visitaba hace unos días –una vez más– la exposición que acoge el Museo Nacional de Escultura de Valladolid sobre La Roldana (Luisa Roldán. Escultora real) y me vino a la mente que cuando en el Génesis leemos “Hágase la luz” (Gn 1,3) somos testigos del acto creador divino que transforma el caos en orden, la nada en plenitud. Este “hágase” resuena profundamente en el proceso creativo de cualquier artista, quien, al enfrentarse al lienzo en blanco, a la página vacía o a la piedra sin esculpir, actúa como un eco de esa energía creadora. Pero lo interesante es que este acto creativo no es meramente técnico o material: es un encuentro con lo trascendente, una experiencia que conecta al creador con algo más grande que sí mismo.

La Roldana

Esta dimensión creadora del arte nos remite al acto primordial de Dios, que hace surgir la luz en medio de la oscuridad. La Roldana transforma materiales inertes en expresiones cargadas de vida, y es ahí donde radica este “hágase”, que se traduce en una capacidad única para dotar de vida espiritual a lo material y generar una respuesta emocional a quienes la contemplan.

El legado artístico que acoge estos meses el Palacio del Marqués de Villena es un recordatorio de que el arte es la revelación de lo eterno en lo temporal: la capacidad de tomar lo finito y convertirlo en algo que apunta a lo infinito. De la madera a lo eterno. De la fugacidad del material a la profundidad del mensaje. Es una invitación a contemplar la relación entre lo humano y lo divino, entre el dolor temporal y la redención eterna. En definitiva, entre el “hágase” y la realidad.