¿Existen figuras significativas de la mujer en el arte moderno? Las imágenes de santos, especialmente las femeninas, muchas veces se asocian con representaciones virtuosas y cargadas de simbolismo. El cardenal Ravasi, hablando con Radio Vaticano en 2016, aseguraba: “No se trata de adornarse, por así decirlo, con una presencia femenina en la Iglesia. Queremos la opinión de las mujeres, una opinión objetiva”.
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En este sentido, las imágenes de las santas se convierten en espacios físicos y mentales en el arte moderno. Susan Sonntag habla de “espacios de comunicación”.
De todos los santos, María es “la mujer más poderosa del mundo”. Desde Miguel Ángel hasta Leonardo y Rafael la han representado en toda su ambivalencia. En Madonna dei Palafrenieri de Caravaggio, aunque no es María quien aplasta la cabeza de la serpiente, María es quien suavemente hace que su Hijo aplaste a la serpiente, colocando su pie sobre el de ella. “¿Reina del Cielo o ama de casa?”, así es como el Kunstmuseum Basel presentó a María en la exposición titulada “Arqueología de la salvación”.
Durante los movimientos emancipatorios del siglo XX, la representación de la Virgen María fue retratada como una paradoja que combatir. En 1968, la teóloga católica Mary Daly habló de un “conflicto entre el concepto cristiano de la mujer como persona, hecha a imagen de Dios, y la noción de seres inferiores”, tema que también se refleja en la iconografía. En Andy Warhol, María es la “Madonna moderna”; en la de Maurice Denis se la representa como un ser natural y en la de Eugène Carrière como símbolo elemental de la emoción. No se trata de profanación, porque podemos ser testigos del devenir humano en las imágenes.
Si bien a menudo no sabemos cómo eran, las santas inspiran a artistas de todo el mundo. El escultor Karlheinz Oswald, por citar solo un ejemplo, muestra a Hildegarda de Bingen en 1998 con el cuello abierto y un velo deshilachado y perforado para simbolizar su enfoque transgresor de las tradiciones litúrgicas.
En una escultura de mármol de Melchiorre Cafà que representa a la primera santa de América, Santa Rosa de Lima, el artista intenta plasmar en la imagen el acto de morir: Rosa en el momento del paso de la vida a la muerte. Esto correspondía a la paradoja de la pasividad activa de la santa que quería desaparecer. El arte crea espacios en los que lo irrepresentable no puede simplemente ser visto, sino encontrado.
En una fotografía vemos a Teresa de Lisieux vestida como Santa Juana de Arco. En la iconografía cristiana clásica, Teresa de Ávila está representada con el hábito marrón de las Carmelitas Descalzas, vestida con una túnica blanca y un velo negro con un libro y una pluma, sosteniendo un corazón con el monograma de Cristo y en su mano la paloma del Espíritu Santo. Pero una de las representaciones más significativas es la estatua de mármol de Bernini en Santa Maria della Vittoria, que la muestra en el éxtasis místico de la transverberación.
El encuentro con Dios
El artista Christian Deckerts da un paso más y utiliza una imagen singular. En una esquina de la habitación pinta un balón de fútbol. La propia Teresa comparó su relación con Dios con un partido de fútbol, ofreciéndose al Niño Jesús como un juguete, una bola sin valor que podía tirar al suelo y golpear con el pie. Los santos toman imágenes del mundo para describir su encuentro con Dios.
Edith Stein está también representada en varias pinturas y esculturas. Paul Nagel creó una escultura para San Pedro que parece más que real en su forma abstracta de mármol blanco. No es la belleza perfecta, ni el martirio, sino es su presencia real lo que crea relación.
Para terminar con esta serie de grandes mujeres que han dado forma al mundo y a la Iglesia, no puede faltar la Madre Teresa de Calcuta. Agim Sulaj, un célebre pintor albanés, intentó crear una representación iconográfica en la que el rosario de la santa sale de la foto y entra en nuestro espacio real. La Madre Teresa se puede tocar, pero, al mismo tiempo, presenta un aura de intangibilidad.
La esencia de la mujer
Esto significa que las imágenes modernas de los santos no tienen en cuenta el papel de la mujer en la Iglesia, ya que en última instancia este lo determinan los hombres. Ni siquiera se trata de las cualidades típicas de las santas y de utilizarlas para la Iglesia partiendo de una mujer ideal. Se trata de reconocer la realidad de la mujer, aceptarla y someterse a sus preguntas.
Es un proceso racional y contemplativo en el que la metafísica, es decir, la esencia de la mujer, se combina con la fenomenología. Es un enfoque invertido y revolucionario que el mismo Papa exige y ejemplifica y que se manifiesta en el arte moderno. Miran su realidad y el devenir de la Iglesia en el mundo y la encuentran precisamente en él.
*Artículo original publicado en el número de noviembre de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva