El papa san Juan Pablo II tuvo un empeño sistemático a partir del cual desarrolló todo su pensamiento: profundizar en el conocimiento antropológico como punto de partida para elaborar su punzante defensa de la dignidad humana.
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Lo hizo a través de una concepción de la persona emanada en sus andanzas por los predios del pensamiento de figuras como Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Max Scheler y Edmund Husserl, transformándolos en una unidad conceptual que encarnó en él y que lo introduce en la corriente contemporánea del personalismo filosófico. Karol Wojtyla enarboló siempre la idea de que el hombre, el ser humano, ocupa un puesto central en todo el universo.
Un nuevo humanismo
Desde su juventud, Karol Wojtyla –San Juan Pablo II– se afanó en cimentar las bases de un nuevo humanismo cuyas bases serían siempre la verdad y la dignidad del hombre. En su obra poética, en sus obras de teatro, en sus obras filosóficas, en sus enseñanzas sacerdotales, en sus documentos pontificios siempre subrayó la excepcional posición de la persona humana frente a la naturaleza. El hombre que se expande en el pensamiento de Wojtyla es centro, fuente, creador de cultura y de toda valoración axiológica.
Enfrentó desde la fe y de una muy sólida ética personalista a los totalitarismos, puesto que en la fe y en la ética se alcanza a contemplar la unicidad e inviolabilidad de la persona humana. No podía ver al hombre de otra manera, ya que, sus ojos tejidos por el amor sólo contemplaban en el ser humano el misterio de Cristo y de cómo las oscuridades sembradas por doquier entre unos y otros se expandían por el hecho de que el mismo hombre daba la espalda a la correspondencia del amor que está al origen de la creación.
Derechos humanos
De allí su posición sobre los Derechos Humanos. Según él, los Derechos Humanos no pueden darse en forma de permisos, licencias, beneplácitos o concesiones. El ser humano nace con ellos y busca por naturaleza hacerlos realidad en el devenir de su vida. Si el hombre no los advierte, si no los aprecia, si no los experimenta o no los puede hacer realidad, el hombre se rebela.
El comunismo y otras formas de totalitarismos son un insulto a la libertad, por ello, en su primera carta encíclica Redemptor Hominis, afirma que la libertad es un don, ordenado para todo lo que es verdadero bien. Ella respira de la ley moral de Dios impresa en el corazón del hombre. La vida humana, la libertad y la verdad de la dignidad no están retenidas a la libre interpretación y mucho menos son retenidas por creaciones partidistas.
A modo de conclusión
Los hombres, todos los hombres, tenemos una dignidad que nos ha sido dada por el amor de Dios. Quienquiera que seamos, cualquiera sea nuestra condición existencial, Dios nos ama y nos ama totalmente. Amor encarnado. Amor redención. Amor que significa entrar profundamente en la totalidad de Cristo, donde se concentra y consolida toda la problemática esencial del hombre.
El hombre, cada hombre, tiene un valor mayor al del todo el universo, ya que, lo dice San Juan Pablo II, es un ser al que Dios se acerca para brindarle su misericordia. Un ser con quien Dios se comunica amorosamente, un ser que, al cobrar conciencia de su valor, es capaz de transformar sus obras en la obra de Cristo mismo.
Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela