Tribuna

La Vida Consagrada en Latinoamérica: ocho movimientos posibilitadores

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La Vida Religiosa del continente avanza con la certeza de que ya es la hora y al ritmo de las mujeres del alba, las de la más radical osadía. Nos duele, nos indigna, nos confronta, nos reta, un mundo que se desangra en la ambición, en la lucha de poder, en la mezquina intolerancia de quienes se empeñan en la corrupción, en crear fronteras y patrocinar la guerra.



Las escenas cotidianas que nos hablan de estigmas, racismos y xenofobia; de exclusión y fundamentalismo, nos hacen anhelar ese Reino de hermanos en el que las diferencias no se convierten en amenazas, sino en posibilidades de complementación y solidaridad.

Ese Reino que la Vida Religiosa del continente se ha empeñado en expresar con sus búsquedas, sus opciones, su discipulado misionero e incluso con su martirio. Somos conscientes de la carencia, de que algo se acabó. Las cifras revelan disminución, el ritmo de la vida denuncia activismo, los lugares geográficos y existenciales en los que muchos estamos dan cuenta de acomodación, las prioridades de nuestros proyectos y agendas gritan dispersión y superficialidad…

Monjas en la Amazonía

Algo falta, algo escasea, urge transformación… un cambio. Tal vez y a pesar de las evidencias, si nos disponemos para la escucha que conduce a la conversión, reconoceremos que, disponibles al querer de Dios, atentos a Jesús y haciendo lo que Él dice, lo mejor está por llegar. Será posible el signo. Desde ahí nos concebimos en “movimiento” y planteamos ocho movimientos que traerán posibilidades de futuro a la Vida Religiosa del continente.

  1. Movimiento hacia la Vida en esperanza: es hora de acoger la fuerza de la Resurrección y surcar la noche, caminar en esperanza y confiadamente de la mano de nuestro Dios.
  2. Movimiento hacia lo esencial del seguimiento de Jesús y la centralidad de la relacionalidad humana: es hora de favorecer una cultura relacional y vocacional que humanice.
  3. Movimiento hacia la dignidad humana y la cultura del cuidado: es hora de atender a los gemidos de las víctimas de todo tipo de abusos, repararlas cuanto sea posible y generar en la Iglesia relaciones y mecanismos de cuidado.
  4. Movimiento hacia la posibilidad de ser signo, palabra y metáfora creíble. Caminar hacia la interacción y el encuentro de carismas: es hora de servir en itinerancia, intercongregacionalidad, interculturalidad, hasta que acontezca la transformación.
  5. Movimiento hacia la sinodalidad: es hora de remar con otras/os en sinodalidad y hacia un nuevo modo de ser Iglesia.
  6. Movimiento hacia la utopía del Reino, un mundo de hermanos y hermanas: es hora de formarnos para ser siempre y en todo testigos de soro-fraternidad.
  7. Movimiento hacia el cambio sistémico y la incidencia política: es hora de no permitir que se invisibilice a nadie ni en la sociedad, ni en la Iglesia.
  8. Movimiento hacia el cuidado responsable del ambiente y de los derechos de las generaciones futuras: es hora de una renovada opción por la ecología integral desde la consciencia de la sacralidad de todo lo creado.
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