Se va a celebrar, del 17 al 22 de mayo, la 50ª Semana Nacional de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de Madrid, que también cumple este año sus bodas de oro. En el año 2020 se había organizado, pero hubo que suprimirla por la pandemia. Este año se realizará online.
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El 29 de junio de 1971, publicaba san Pablo VI la exhortación apostólica Evangelica testificatio. Las reflexiones del Papa sobre la situación de la vida consagrada y su invitación a proseguir el proceso de renovación indicado por el Concilio Vaticano II, inspiraron la organización de estas Semanas de reflexión y animación de la vida religiosa.
Desde el comienzo, han querido ser un canto a la vida consagrada y una apuesta por ella en tanto que signo de la presencia del Espíritu en quienes siguen a Jesús y llevan adelante su misión de extender el Reino según el carisma de sus fundadores.
Enriquecimiento espiritual
Cada año se ha abordado un tema visto desde diversos ángulos: fundamentación bíblica, memoria histórica, Magisterio de la Iglesia y reflexión teológica, teniendo en cuenta los desafíos sociales, culturales y eclesiales. Todo en orden a un enriquecimiento de la espiritualidad y de la misión evangelizadora. Han ido siempre acompañadas de orientaciones prácticas para la formación y el gobierno. Una constante ininterrumpida de todas ellas ha sido: abrir horizontes, infundir esperanza y afianzar compromisos.
El objetivo, marcado desde el inicio, fue: iluminar, confirmar y compartir. Se intentaba realizar un servicio de animación y acompañamiento, que permitiera consolidar proyectos comunes de vida religiosa en la Iglesia a través del encuentro, del diálogo, del discernimiento y de la reflexión. La celebración de cada una de las Semanas estuvo marcada por el espíritu pascual, la comunión eclesial y la misión apostólica, teniendo en cuenta los distintos escenarios en los que los consagrados testifican y trabajan por el Reino.
Mayor calidad evangélica
Cada Semana ha estado atenta a los desafíos de los tiempos y lugares, y ha mantenido el empeño por impulsar un estilo de vida personal y comunitaria marcada por la fidelidad creativa, la autenticidad evangélica y el compromiso solidario con los más pobres y necesitados. En suma, ha pretendido una mayor calidad de vida evangélica.
En las evaluaciones, los asistentes han valorado haber contextualizado y abordado la temática con talante positivo y propositivo, subrayando el carácter profético y samaritano de nuestro estilo de vida y de nuestro servicio. Al ser los participantes tan heterogéneos, se imponía buscar temas que pudieran interesar al conjunto de la vida consagrada.
La primera Semana se celebró del 4 al 8 de abril de 1972 con el tema: La comunidad religiosa. Se escogió la Semana de Pascua como tiempo de alegría y de esperanza para la Iglesia y para la vida consagrada. El anuncio de su celebración sobrepasó las previsiones de los organizadores. Nos vimos desbordados con el triple de participantes de los esperados.
La convocatoria que las Semanas suscitaban se debía a la elección del tema y a los ponentes. Desde el inicio, se constataron muchas adhesiones. También algunas discrepancias, que obligaron a los responsables de su organización a discernir y repensar el propósito con el que las habían programado. Pasados unos años, quienes las habían considerado como iniciativa sin futuro, pidieron al Instituto de Vida Religiosa que continuara con ellas.
En estas Semanas han participado tanto mujeres como hombres procedentes de los cinco continentes y de múltiples naciones. Quien se asomaba a la asamblea podía observar una gran variedad de rostros, culturas diversas, formas de vestir, edades, servicios apostólicos, responsables de gobierno en todos los niveles y de formación en las distintas etapas.
Voces plurales
Las aportaciones de los ponentes estaban avaladas por su ciencia y experiencia. De hecho, han participado prefectos, secretarios y subsecretarios de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA); un buen número de cardenales y obispos; superioras y superiores generales; presidentes de las Uniones de Superiores y Superioras Generales, presidentes de la CLAR, de la CONFER; biblistas y teólogos de distintas universidades europeas y americanas, formadores de institutos masculinos y femeninos, etc.
En torno a los temas abordados no faltaron experiencias de inserción, comunicaciones de vida y relatos de servicios en fronteras, manifestaciones de arte y belleza. Todos los días se ha celebrado la eucaristía, donde la alabanza y la acción de gracias se hacen explícitas y resuena con especial intensidad la petición de intercesión por las necesidades de la Iglesia y de la humanidad sufriente.
Es obligado dejar constancia de la presencia de algunas personas que, tal vez pronto, veamos en los altares. El cardenal Eduardo F. Pironio, prefecto de la Congregación de Religiosos; el P. Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañía de Jesús; y el Hno. Basilio Rueda, superior general de los Hermanos Maristas.
La atención ha venido girando en torno a la centralidad de la persona de Jesús, a la presencia de María y de los fundadores, a la dimensión eclesial de la consagración, a la vida comunitaria, a los votos, a la misión, a la formación…
Nuevas palabras
Los volúmenes editados constituyen un referente de reflexión teológico-pastoral y un gran subsidio para la formación permanente. A lo largo de estos 50 años, ha variado mucho el lenguaje. Se nota en los textos de los conferenciantes. Este cambio es uno de los indicadores de que la vida consagrada se mueve y adquiere nueva expresión ante las sucesivas interpelaciones. El uso de palabras nuevas muestra los procesos en los que la vida consagrada se halla inmersa. Responden a las inquietudes de los contextos en los que nos encontramos.
Repase el lector el acento puesto en las palabras que siguen –solo es un ejemplo– y podrá advertir estos procesos: consagración, seguimiento, renovación, testimonio, radicalismo, profecía, escatología, pequeñas comunidades, unidad y pluralismo, opción por los pobres, contextos, prioridades, inserción, marginalidad, refundación, escenarios, innovación, procesos de crecimiento y transformación, globalización, interculturalidad, reestructuración, praxis de misericordia, reforma… Es sorprendente el uso de prefijos como: “re”, “con”, “in”, “inter”, “trans”… Las palabras que comienzan con estos prefijos son signo de que la vida consagrada está viva y se mueve, que cambia y se adecúa. Una palabra nueva es como una semilla fresca, decía Wittgenstein. Pero, más que prestar atención a las palabras, hay que prestársela a la realidad. La vida consagrada es don del Espíritu y sigue sus inspiraciones y dinamismos. Él es el que le otorga novedad.
Las Semanas han llegado a convertirse en faros para saber por dónde caminar y en campanas que recuerdan la responsabilidad de los consagrados ante Dios y ante la sociedad. Detrás de cada Semana están colaborando muchas personas con su oración, con servicios callados y, sobre todo, con su sabio consejo, como es el de los profesores del ITVR de Madrid. Los responsables de la organización han contado con el apoyo de la Universidad Pontificia de Salamanca, de la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, de la Comisión de Obispos para la Vida Consagrada, de la CONFER, la FERE y la FERS, además de las órdenes, congregaciones e institutos de vida consagrada. Han sido especialmente amables los medios de comunicación, haciéndose eco de sus celebraciones. Al cumplir los 50 años, esperamos que siga fructificando su misión.