Se suele asociar el regreso de las vacaciones al trabajo cotidiano con una imagen arquetípica: una gran mesa abarrotada de cosas donde serenamente descansan varias montañas de carpetas con un letrero en la bandeja que reza así: “Pendiente de tramitación”. La disposición de la mesa es el fruto del trabajo que quedó sin gestionar antes del verano más el que “amablemente” los compañeros de oficina han ido depositando sobre el escritorio para regocijo suyo y desesperación del ingenuo ausente estival. Pues bien, algo así parece que se está preparando “metafóricamente” en el despacho principal de la Nunciatura apostólica en Madrid.
Bien es cierto que, ante todo, tiene que llegar un Nuncio. Y no parece algo inmediato, aunque no es una labor que esté paralizada. El Papa desea acertar en este nombramiento y no sería de extrañar que ya estuviese haciendo las pertinentes consultas a diversos prelados y personas de confianza para nombrar al diplomático que debe acompañar en los próximos años el proceso de renovación del episcopado en España. Bien es verdad que, actualmente, existe un número significativo de nunciaturas relevantes sin provisionar (por ejemplo, hasta un suspiro en Lisboa, hoy el sensible puesto de Santiago de Chile, Madrid… y París con en una situación diplomática delicadísima y a punto de llegar a la edad de jubilación) que deberá suponer un reajuste en el conjunto del cuerpo diplomático vaticano y una costura de hilo fino en la Secretaría de Estado. Y todo apunta a que, una vez más, se cumpla el adagio de que “las cosas de palacio van despacio”. Esperemos que, aunque la Iglesia trabaja para la eternidad, esta cuestión no se demore ad calendas graecas. No en vano, hace unos días se hacía eco Vida Nueva de una significativa cita de Mons. Luigi Bonazzi, nuncio en Canadá, con el Papa Francisco.
Esperas diplomáticas
En contrapartida, el Reino de España, por medio de los canales oficiales del Ministerio de Asuntos Exteriores, deberá otorgar el plácet al nuevo nuncio que proponga el Vaticano. A priori, es algo que no debería suponer mayor problema, pero nos hallamos ante dos circunstancias especiales. La primera, el mal sabor de boca que dejó en el gobierno socialista la salida de Mons. Fratini con sus declaraciones sobre Franco.
Aquellas palabras provocaron la presentación de una queja oficial de la embajadora cerca de la Santa Sede ante la Secretaría de Estado (algo que algunos han interpretado con bastante tino como una venganza oscura de la vicepresidenta ante lo que fue un hecho tan excepcional como que la diplomacia más antigua del mundo tuviera que sacar una nota corrigiendo sus declaraciones sobre la conversación mantenida con el cardenal Parolin acerca del destino de los restos que reposan en el Valle de los Caídos).
Quizá el gobierno quiera “castigar” a la Iglesia “diplomáticamente”, haciéndola esperar más de la cuenta. La segunda circunstancia es que nos encontramos desde abril (o mejor, desde junio de 2018) con un gobierno en funciones, por lo que la administración pública parece paralizada y nadie quiere tomar decisiones que puedan condicionar el futuro. De esta manera, se podría añadir un retraso acumulado al ya de por sí lento proceso de nombramiento diplomático, aprobación del Estado receptor, visto bueno para empezar la misión diplomática y presentación de las cartas credenciales ante S. M. el Rey.
Jubilaciones episcopales
Pero volvamos a la mesa que, en este rato, lo mismo ya han dejado algún otro asunto para elevar las columnas de papeles. El día que se siente el Nuncio ante su mesa seguramente todavía no habrá llegado el nombramiento del nuevo arzobispo de Toledo. Dicha terna (la buena, no la que salió publicada para hacer sonar algún nombre), según declaraciones de Fratini, ya fue enviada a Roma antes de su despedida. Por delicadeza diplomática, quizá en Roma esperen a que haya nuevo inquilino en el Palacio de la avenida de Pío XII, para hacerlo público.
Por otro lado, nos encontramos, aparte del de Toledo, con tres arzobispos más “caducados” (que ya han alcanzado la edad de jubilación). El cardenal Blázquez (Valladolid) es lógico que agote el curso completo, celebrando la Plenaria de marzo en la que será elegido su sucesor como presidente de la CEE y dará paso a una nueva etapa en la Iglesia de España (tiempo habrá para estas “quinielas”). Pero lo normal es que se active su relevo en cuanto termine la Plenaria para proceder a un normal proceso de jubilación con casi los setenta y ocho años que tendrá por entonces. El arzobispo de Burgos se encuentra con el horizonte de su jubileo catedralicio que concluye en noviembre de 2021. Habrá que esperar lo que opine Roma y la prórroga que se le quiera conceder.
Por su parte, el arzobispo de Zaragoza cumplió los setenta y cinco años en febrero de este año. Dadas las excepcionales circunstancias con las que aterrizó en la diócesis aragonesa, no sería descartable que prolongase su ministerio al menos un par de años, para, de este modo, culminar también los procesos pastorales en los que se hallara involucrado. Todos ellos, aunque no sea urgente su sustitución, serán relevados (a priori) por obispos ya activos de diócesis medianas o pequeñas, lo que provocará una cascada de vacantes, interinidades y nuevas provisiones. También se encuentra con los años cumplidos el obispo de Tarazona quien, a pesar de sus demostraciones de salud y fuerza, es consciente de haber entrado en una cuenta atrás y estar a expensas de las decisiones “de arriba”.
Sedes vacantes por circunstancias especiales
A ello se unen dos diócesis en circunstancias especiales. La primera es Astorga, oficialmente la única verdaderamente vacante. La orfandad imprevista en la que quedó después del golpe con el trágico fallecimiento de su pastor exigiría un poco de delicadeza por parte de la Santa Sede para procurarle un nuevo obispo lo antes posible. No faltarán sacerdotes con sobradas virtudes apostólicas para dicha misión.
La otra diócesis en situación “irregular” es Ciudad Rodrigo. Bien es cierto que cuenta con un administrador apostólico, pero también es verdad que no deja de ser una cierta anomalía, máxime después de las difusas circunstancias en las que salió Mons. Berzosa quien, según se ha anunciado, va destinado a Roma al servicio de algún dicasterio. Cuanto antes se regularizara la situación, más tranquilidad para todos, especialmente para los diocesanos mirobrigenses que viven bajo la eterna “amenaza” de ser absorbidos por Salamanca (o cuanto menos ser unidos in persona episcopi) en cualquier momento, quizá en cuanto haya que proveer al inmediato relevo de D. Carlos López a finales de 2020.
Los que están por salir
A todo lo anterior se ha de tener en cuenta que, antes de que acabe 2019, otros dos obispos presentarán oficialmente su renuncia, a saber, los de Canarias y Huelva. Y que a lo largo del 2020 cumplirán setenta y cinco años el obispo de León y los arzobispos de Madrid, Valencia y Sevilla. Todo hace pensar que, en medio de las circunstancias, el obispo de León podría ser relevado con cierta prontitud, llegado el momento.
Los cardenales de Madrid y Valencia prolongarán su ministerio episcopal unos años, pero ello no implica que los responsables eclesiales no comiencen a pensar en su adecuado relevo. Y, respecto al arzobispo de Sevilla, quizá pida un relevo más rápido debido a que su salud últimamente parece no acompañarle todo lo que fuera deseable. Me paro en el 2020 porque en el 2021 llegarán a la edad jubilar nueve obispos, entre ellos los arzobispos de Barcelona y Santiago. Y eso será para otro capítulo.
Trabajo por delante
Desconozco si llegarán a poner estas líneas sobre la mesa del Nuncio para darle una ligera perspectiva del trabajo que tiene por delante. Quizá no convenga elevar la montaña de papeles. No obstante, no estaría de más que sus colaborares más inmediatos en la Nunciatura, quizá en coordinación con el cardenal Omella, pieza clave en la Congregación de Obispos, le fueran adelantando el trabajo buscando candidatos y conformando posibles ternas que, toda vez que haya tomado posesión y se haya hecho cargo de la situación, pueda activar la importante renovación episcopal a la que se enfrenta la Iglesia que peregrina en España y que deberá estar a la altura de los enormes desafíos culturales, sociales, eclesiales y pastorales que tiene por delante. Quien quiera que finalmente se ponga delante de la mesa, trabajo no le faltará. Benvenuto, Eccellenza!