La Conferencia Episcopal Paraguaya declaró el año 2022-23 como el Año del Laicado. Si bien le dedicamos estos dos años al laicado, nuestra firme convicción es que el trabajo debe ser sostenido y profundizado en el tiempo para cosechar los frutos traducidos en la transformación profunda del Paraguay, a partir de la conversión y santidad de vida de los bautizados, los fieles laicos, que actúan como el fermento del Evangelio en el corazón de la sociedad paraguaya.
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El nuevo Paraguay que soñamos solo será posible con mujeres y hombres nuevos, ciudadanos de bien, patriotas, que se juegan por su fe allí donde le toca actuar: en la política, en la economía, en la educación, en la cultura, en el deporte, en el mundo del trabajo y de la empresa y, sobre todo, en su vida personal y familiar.
Cuando el papa Juan Pablo II visitó el Paraguay en 1988, expresó: “No se puede arrinconar a la Iglesia en los templos, ni a Dios en las conciencias”. La fuerza de este mensaje de Karol Wojtyla se proyecta precisamente en el ser, el quehacer y la misión del laico en un contexto en que la Iglesia está llamada a salir de sí misma para ir hacia las periferias y anunciar a todos, sin exclusión, la alegría del Evangelio.
Por acción u omisión
El Paraguay, mayoritariamente católico, es uno de los países más inequitativos del mundo. Los laicos están llamados a transformar las situaciones de pecado que oprimen a nuestro pueblo: la corrupción, la inequidad, la violencia silenciosa de la pobreza que excluye y descarta a los más débiles, niños y ancianos, indígenas y campesinos, jóvenes sin oportunidades ni horizonte para sus vidas, familias desestructuradas, agresión al medio ambiente, entre otros males que padecemos en el Paraguay. En estas y otras penosas realidades son partícipes los laicos, sea por acción u omisión.
Por su bautismo, el laico tiene la directa responsabilidad de “transformar las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio” (DAp 210). Su misión es llegar con el Evangelio a las periferias geográficas y existenciales. Salir de los límites geográficos de la capilla, de la parroquia, de la diócesis, para llegar a los alejados. Pero también salir de los prejuicios y de las mezquindades para llegar a las periferias existenciales como lo define el Santo Padre: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
En Paraguay tenemos un laicado bastante activo, ya sea en las parroquias, ya sea en las nuevas comunidades, ya sea en los movimientos apostólicos, así como en los diversos ámbitos de la vida social. Muchos de ellos se juegan por los pobres y por los descartados de nuestra sociedad. La propuesta es animarlos, acompañarlos, articularlos y fortalecerlos trabajando en redes.
El protagonismo de los laicos en la evangelización es fundamental. Un laicado con sentido de pertenencia eclesial es, sin duda, un potente y eficaz factor para la transformación del Paraguay conforme al proyecto de Dios.