Tribuna

Las cuatro fronteras de Silvia Martínez Cano

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Silvia Martínez Cano es teóloga y artista. “No puedo prescindir de ninguna de las dos cosas. Estos dos lenguajes se afectan mutuamente, son muy cercanos por su carácter simbólico y de interpretación del mundo, y su combinación da respuesta a nuestro tiempo”, afirma.



Profesora en la Universidad Complutense de Madrid y en el Instituto Superior de Pastoral de la Pontificia de Salamanca, dirige la colección de mujeres bíblicas de la editorial San Pablo y es autora de numerosos libros (‘Caminar por lo sagrado’, ‘Teología Feminista para Principiantes’, ‘De Evas, Marías y otras mujeres: arte, cristianismo y género…’). Precisamente “¡Mujer!” llama Jesús resucitado a la Magdalena. “Es subversivo para el tiempo de Jesús. ¿Qué religión en su tiempo llama a las mujeres a la salvación”», se pregunta Silvia. En su teología, las fronteras tienen un protagonismo especial, y por extensión, la mujer.

“Jesús llama a la persona, más allá de ser mujer o no. El problema es cómo nuestras estructuras sociales y eclesiales han reinterpretado eso. En la primera y segunda generación del cristianismo la actividad de hombres y mujeres era a la par, pero cuando la Iglesia se institucionaliza, busca sobrevivir en una sociedad patriarcal y las mujeres pierden. Esto es una frontera, lo ha sido durante mucho tiempo y lo sigue siendo. Nosotras estamos en el margen de la Iglesia. Llenamos las iglesias, sostenemos las cáritas, pero siempre nos referimos a la mujer en un nivel de obediencia a un grupo pequeño de hombres. Y esta estructura no corresponde a lo querido por Jesús”.

Fronteras

En palabras de esta teóloga, “romperíamos esa frontera si, en este tiempo (que yo veo de oportunidad), nos tomáramos eso en serio y quisiéramos, de verdad, que la Iglesia fuera un modelo para la sociedad. En un lugar así, en un espacio de liberación para todos, no tiene cabida que las mujeres no puedan expresarse”. Recibe con alegría los pasos que se van dando, como la presencia y voto de las mujeres en el próximo Sínodo de Obispos, pero está convencida de que “se necesitan pasos más rápidos.

Una sinodalidad real pasa por elementos que quedan fuera del debate todavía. No se habla de la estructura jerárquica de la Iglesia. Si la diferencia entre Pueblo de Dios y jerarquía se mantiene y en esta no entran mujeres, no va a haber una verdadera transformación de la Iglesia, porque está excluyendo al 80% de la Iglesia comprometida, que son las mujeres. Desearía que esto saliera en el sínodo, porque los pasos que vamos dando están bien, pero son muy lentos. No queremos mandar, sino compartir responsabilidades, esto es sumativo, nadie pierde”, afirma.

Silvia se define en las fronteras. Ha elegido ese camino, que es un estilo de vida concreto desde la experiencia cristiana. “Mucho en el cristianismo es fronterizo, y los diálogos se hacen en las fronteras. Abren caminos inesperados y eso siempre es interesante”. Una de esas fronteras le lleva al arte. Curiosa desde muy pequeña, comenzó a dar cauce a su expresividad con ocho años y ahora alimenta a diario esa capacidad de asombro. Tiene su propio taller, donde hace pintura, escultura, fotografía, murales…

Comunicación absoluta

El arte es fundamental para la vida, su democratización es muy importante. Es el modo de comunicación absoluta; sin él somos animales, muere la cultura”. Lo concibe como una necesidad vital, y como modo de expresión e investigación. Acercar Teología y arte es, para ella, una manera de hacer hoy diálogo fe y cultura. Su trabajo artístico se desarrolla en el ámbito del espacio y de la acción: el primero, mediante instalaciones artísticas y el segundo, con la performance. En sus propias palabras, “transformar el espacio es muy importante, que pase de ser de unos pocos a estar habitado por muchos. Ocupar los lugares por una convivencia participada”.

La performance lleva a Silvia a la acción comunitaria, que involucra a más personas, y en la que el tiempo se convierte en proceso, en ritual, con una participación mayor. Todo esto, lo relaciona con el mundo cristiano. “Es aplicable también a la Iglesia, para preguntarnos cómo ser una gran comunidad en la que todos los miembros lo sean activamente”. Y es que Silvia apuesta por “recuperar la creatividad para solucionar muchos de los problemas que tenemos como comunidad cristiana”.

Influida por teólogas como Dorothee Sölle, Elisabeth Schüssler Fiorenza e Ivone Gebara, se considera a sí misma teóloga feminista de segunda generación  y en un mundo casi limitado a los hombres. “Conocemos pocos personajes femeninos que hayan podido hacer ese camino. La Teología que se conoce tiene un modo de pensamiento muy ‘masculino’, muy lineal, lógico, abstracto… La Teología de las mujeres aporta diversidad y enriquece los puntos de vista. Y no hay muchas personas que hagan esto. Me siento muy sola en este mundo, pero creo que aporto algo nuevo y necesario, que forma parte del sensus fidei”.

Apunta un signo de esperanza: “Que podamos hablar de Teología y feminismo y salgamos en la prensa, ya es impensable”.


*Artículo original publicado en el número de septiembre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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