Son políticas y activistas, economistas y científicas. Porque ahora, tanto en las áreas tradicionales de educación y promoción social, como en las más vanguardistas, como las finanzas, el medio ambiente o las redes sociales, cada vez hay más religiosas que destacan por su competencia e ingenio, por su valentía y por su creatividad.
Una de ellas, Norma Pimentel, incluso fue incluida entre las cien figuras más influyentes del año pasado por la revista Time. Religiosa de las Misioneras de Jesús, lleva muchos años dirigiendo Cáritas del Río Grande, en la frontera entre Estados Unidos y México, comprometida en el servicio a los migrantes.
Nacida en México y emigrada a Estados Unidos a los diez años, sigue trabajando en una frontera que no solo es geográfica, sino también política y social, especialmente durante los años de la presidencia de Trump quien la convirtió en una especie de manifiesto.
Están en otras fronteras más simbólicas, pero no menos cruciales, como las de las redes sociales, donde están emergiendo algunas figuras de gran interés. Como la hermana Claudia, de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Nuestra Señora del Buen y Perpetuo Socorro, una argentina trasplantada a Italia y… ¡en TikTok!
Fue la primera en aterrizar en la red social que más gusta a los más jóvenes, entrando en ella poco a poco a través de memes y gags, bailes y vídeos, con mensajes de fe y oración. Con cerca de 75.000 seguidores, Claudia ha hecho verdaderas proezas, por ejemplo, con un video en el que pide una bendición a quienes la ven, acumulando así dos millones de visitas.
La Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) ha organizado tres webinars sobre las nuevas formas de evangelización y discernimiento digital. El primero, dedicado al uso de TikTok ha permitido a religiosas de todo el mundo cuestionarse y reflexionar sobre cuál puede ser el significado de la presencia de las hermanas en estas redes sociales y cómo puede ayudar en la misión de la vida religiosa.
Un tema, pero sobre todo una práctica, que parece haberse extendido rápidamente con el advenimiento de la pandemia del coronavirus que ha impuesto distancias físicas inevitables, pero también nuevas formas de cercanía. Incluso aquellas que, como las monjas de clausura, han hecho del aislamiento una opción de vida, lo han experimentado. Un ejemplo son las Hermanas Pobres de Santa Clara de Curtatone, que han elegido WhatsApp para enviar diariamente resúmenes y comentarios del Evangelio.
Otras han elegido Facebook o Twitter. Como la hermana Simone Campbell, líder del Network Lobby for Catholic Social Justice, quien, junto con otras dos mil monjas estadounidenses, en los convulsos días posteriores a las elecciones, escribió una carta al presidente Trump y relanzó el hashtag #EveryVoteCounts, (cada voto cuenta), para explicar que “en una democracia secular, el voto es lo más parecido a un sacramento, y haremos todo lo posible para proteger este sacramento”.
Simone es también la líder de Nuns on the Bus (Hermanas en el autobús), un grupo de religiosas que han cruzado los Estados Unidos a bordo de un autobús desde 2012 para realizar campañas de concienciación sobre diversos temas relacionados con la justicia social como la pobreza, la migración, el derecho a la salud o las desigualdades, apuntando con el dedo a un sistema económico y financiero que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres.
Hermana banca
Esto lo sabe bien sor Alessandra Smerilli, salesiana y economista, profesora de Economía Política y Estadística en la Pontificia Universidad Auxilium, miembro del Comité de Mujeres para la Igualdad de Oportunidades de la ministra Elena Bonetti, pero, sobre todo, nombrada por el Papa Francisco como Consultora del Estado del Vaticano.
Antes que ella, otra religiosa había probado suerte en los asuntos financieros: la hermana Giuliana Galli de las Hermanas Vicencianas de Cottolengo, licenciada en Sociología en Florida y durante más de veinte años coordinadora del trabajo voluntario de la Piccola Casa della Divina Providencia de Turín. Fue miembro desde 2008 de la junta directiva de la Compagnia di San Paolo, de la que asumió la vicepresidencia en 2010, ocupándose de invertir los beneficios del grupo Intesa-San Paolo en el sector social.
La llamaron, “hermana banca”, pero se siente más bien militante, tanto en la realidad como en lo virtual. Y hoy, con 85 años, es muy activa en Facebook y en la asociación que ayudó a fundar, Mamre Onlus, dedicada a proyectos de integración y mediación intercultural y ahora volcada en la distribución de alimentos con motivo de la pandemia.
El gran compromiso de las religiosas se reconoce en contextos donde las minorías religiosas no siempre lo tienen fácil. Como en India, donde en septiembre de 2020 una monja católica, William Parmar, de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, recibió un prestigioso reconocimiento del presidente Ram Nath Kovind por “su servicio social ejemplar y encomiable” en el campo de la alfabetización y la ecología al haber repoblado los bosques con 20.000 árboles.
Un ámbito, el de la atención al medio ambiente y al clima, en el que muchas mujeres y religiosas están haciendo una contribución silenciosa, pero cada vez más significativa y preciosa.