Tribuna

Laurent Monsengwo, un hombre bueno, inteligente y trabajador

Compartir

Tuve la suerte de trabajar con el cardenal congoleño Laurent Monsengwo Pasinya –fallecido el pasado 11 de julio en Francia– durante 13 años: seis como párroco en Ubundu, a 120 kilómetros de Kisangani, y siete como ecónomo de esta archidiócesis. Al ser nombrado arzobispo de la misma en 1989, pidió como regalo a la Sociedad de los Misioneros de África una nueva comunidad para ocuparse de la parroquia de Ubundu, abandonada desde la rebelión Simba en los años 60. Tras esos 13 años de trato intenso y cercano –muchos en situaciones difíciles y peligrosas–, tengo la firme convicción de que fue un hombre bueno, extremadamente inteligente y de una extraordinaria capacidad de trabajo; un gran político y un hombre de Iglesia.



El cardenal congoleño Laurent Monsengwo falleció en Francia, el pasado 11 de julio, a los 81

El cardenal congoleño Laurent Monsengwo falleció en Francia, el 11 de julio, a los 81 años de edad

El cardenal Monsengwo había nacido el 7 de octubre de 1939 en la provincia de Innongo, en cuyo seminario menor –dirigido por los Padres del Sagrado Corazón– realizó sus estudios primarios y secundarios. A pesar de ser hijo de un jefe de tribu de la región, en su manera de vivir y en sus relaciones era muy humano y sencillo. Como “líder”, era solidario y generoso con la gente: daba dinero con facilidad a quienes acudían a él, lo que, a veces, me causó pequeños problemas de gestión. Tenía un gran corazón, compasivo, próximo a la gente, doliéndose por el sufrimiento y la pobreza que veía a su alrededor.

Paciente con los sacerdotes

En sus visitas a la parroquia de Ubundu, dormía en chozas en plena selva y se dejaba llevar por mí en moto por caminos intransitables para encontrarse con los fieles. Era también muy cercano y comprensivo con sus sacerdotes, a los que escuchaba y acompañaba en momentos difíciles, invitándoles a su mesa para expresarles su cariño y reconocimiento. “Tenemos que ser muy pacientes y acompañar a cada uno según su ritmo, sin atropellarlos”, me solía decir.

De su extraordinaria inteligencia y capacidad de trabajo dan fe su dominio de nueve idiomas y el hecho de ser el primer africano doctor en estudios bíblicos. Profesor en la Universidad Lovanium de Kinshasa, además de secretario y presidente de la Conferencia Episcopal del Congo, solía escribir y leer sus sermones para, en caso de necesidad, defenderse de falsas acusaciones frente a los políticos, que le temían y respetaban por igual. Esas homilías y, especialmente, sus valientes cartas pastorales denunciando la injusticia y la corrupción eran muy apreciadas por todos.

(…)

Lea más: