La guerra de Bosnia dio a Lisa Clark, intérprete en conferencias internacionales, la misión de la paz. “Conocía bastante bien Yugoslavia y hablaba un poco el idioma. Durante las primeras semanas del conflicto, cogí el coche y me fui sola a Croacia. Volví a los 5 o 6 días y no había entendido nada: ‘Yugoslavia se acabó, pero no, no llegarán a matarse unos a otros’… Y, al final… Mi compromiso comenzó cuando la asociación Beati i Costruttori di Pace lanzó su campaña para Bosnia. Ese país que era Yugoslavia se quedó para siempre en mi corazón. No olvido el 7 de diciembre de 1992. Era el día de la marcha de los 500 en Sarajevo, con los obispos Luigi Bettazzi y don Tonino Bello, en sus últimas semanas de vida”.
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Desde entonces, Lisa Clark, estadounidense afincada en Florencia, se ha comprometido al lado de los pueblos destruidos por las guerras, convencida de que “desde la perspectiva de quien recibe las balas se entiende cómo oponerse a la guerra, a la arrogancia de los más fuertes y a la negación de los derechos de los débiles”. Vivió en la Sarajevo sitiada, promoviendo redes de conexión y solidaridad en la ciudad y entre las personas separadas por el frente. También en Bosnia y en Kosovo. Participó en misiones de derechos humanos y observación electoral en Palestina, Albania y Chiapas.
Coordinó la misión de la sociedad civil para las primeras elecciones en la R.D. del Congo y acompañó misiones institucionales en Eritrea, Etiopía, Somalia y Kenia. Vicepresidenta de Beati i Costruttori di Pace, referente de la Red Italiana de Paz y Desarme, representante italiana de ICAN-Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, con la que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2017, y copresidente del International Peace Bureau.
Hablando sobre la paz, especifica: “No tengo prejuicios contra el uso de las armas o de la fuerza militar. Lo que me escandaliza es que hayamos permitido que instituciones de países europeos se sumen a una noción que viene de mi país de origen, Estados Unidos, es decir, que solo la fuerza militar puede resolver estas situaciones. Con eso sí que no estoy de acuerdo”.
Sobre Ucrania asegura que no condena “como pecado mortal el envío de armas defensivas o los misiles que derriban aviones”. “Es aceptable en esta situación”, concluye y añade: “Me parece escandaloso que falte todo lo demás y que eso haya influido en el discurso público, incluso en Italia. ¡¿Qué debes hacer contra alguien que te ataca?! Hay que defenderse, de eso no hay duda… Tampoco se debe excluir la posibilidad del diálogo mientras uno se defiende”.
Imprescindible el alto el fuego
Para esta, y para todas las demás guerras, debemos hacer “lo que siempre hemos hecho, crear redes de amistad y construir puentes, no muros. Esto no siempre conduce a la solución que quisiéramos. La guerra es más rápida y conveniente que la paz. Si bien, una vez construida, la paz se mantiene”. “¿Y si no aguanta?, porque vemos guerras que nunca terminan”. Clark responde convencida: “No se sostiene la paz cuando la concibes como la derrota militar de un bando. Lo que hay hoy en Bosnia no es paz. El pecado mortal del acuerdo de 1995 de Dayton, que puso fin a las hostilidades, fue reconocer las conquistas y fronteras dictadas por las armas. Cuando se parte de la idea de que hay que dividir una comunidad, porque no es posible la convivencia, entonces es imposible la paz, porque la paz es convivencia”.
Ese es el problema de las negociaciones. ¿Cómo hacer? “No todo debe decidirse en el primer encuentro y no todo tiene que decidirse inmediatamente. Debe darse tiempo e implicar a las partes interesadas. Es lo que viví en la R.D. del Congo. Saber establecer el acercamiento es básico en la construcción de la paz. Entre Rusia y Ucrania, los intercambios de prisioneros o el acuerdo sobre la exportación de cereales son buenas señales. En inglés las llamamos ‘confidence building measures’. Aunque lo imprescindible para sentarse a la mesa, es un alto el fuego”, dice Lisa Clark.
Cuando ICAN recibió el Premio Nobel de la Paz, Lisa Clark habló de “una victoria para la sociedad civil porque somos quienes podemos obligar a nuestros estados a elegir lo que es ética y moralmente aceptable y lo que no lo es”. Y esta es esa parte de la misión que se puede hacer en casa: “Concienciar a la gente para que abra los ojos, quiera informarse y no se conforme con el hecho de que siempre ha habido guerras. Y tenemos que mantener los ojos abiertos. Por ejemplo, mis amigos congoleños se han resignado a que todo depende de la codicia que viene de fuera, pero no es exactamente así porque en muchos países hay mucha corrupción interna”.
*Artículo original publicado en el número de febrero de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva