El mundo de hoy se caracteriza por ser un mundo pluralista y fragmentado que afecta a todas las sociedades en los diversos niveles. Estados Unidos no es excepción a este panorama agrietado, con un gran impacto en el ámbito de la política. En efecto, los dos partidos que marcan el escenario político, el republicano y el demócrata, no han logrado sustraerse a esta tendencia cada vez más marcada de enfrentamiento y división. A su vez, complicando aún más el panorama, el partido republicano está experimentando “subdivisiones” internas impidiéndole actuar como bloque.
Estas diferencias entre partidos no son nuevas ni foráneas. Han estado subyacentes conviviendo por décadas. Sin embargo, con los acontecimientos de los últimos años las diferencias se han radicalizado contribuyendo aún más a su visibilidad. Claro ejemplo es la pandemia provocada por el COVID 19 analizada reiteradamente a través de un prisma puramente político, confrontándose las dos plataformas políticas, lo que a su vez conlleva a una mayor división.
Una complicada elección presidencial
Esta batalla partidista es reconocida por ambas facciones, las cuales se responsabilizan mutuamente por ella. Paradójicamente tanto republicanos como demócratas están de acuerdo en afirmar que en los Estados Unidos de América no se había visto división más profunda desde los tiempos de la guerra civil en el siglo diecinueve. Es el tema del día.
Desde las recientes elecciones por la presidencia en el pasado mes de noviembre, el país del norte no ha tenido que hacer mucho esfuerzo para ocupar la primera plana de la prensa internacional.
La muy disputada y reñida elección de Biden, la posterior denuncia de irregularidades en las elecciones denunciadas por Trump, la invasión/toma del emblemático Capitolio, sede de las dos cámaras de representantes del poder legislativo, originaron el ya famoso “segundo intento de remoción del expresidente”; todos éstos, son vívidos ejemplos de los momentos inquietantes y enfrentamientos que han alcanzado decibeles de violencia inédita en este país.
¿Cuál es el rol de los católicos?
En este contexto, cabe preguntarse ¿cuál es el rol de los católicos en este contexto? Tradicionalmente, las creencias religiosas han sido un elemento de identidad y, por ende, un factor amalgamante de la idiosincrasia del pueblo americano. Sin embargo, a partir de la década de los sesenta esta religiosidad entró en profunda crisis dando origen a la cultura actual caracterizada por el relativismo, la secularización y el materialismo.
Todos los grupos religiosos han sufrido deserciones, con excepción de dos: los protestantes evangélicos y los mormones. Cabe mencionar que el grupo de los ‘millenials’ (población comprendida entre los 28 a los 39 años al 2019) constituye el sector menos religioso de todos, el que se rige por la filosofía del “hazlo tú mismo”, pretendiendo dejar a Dios fuera de sus vidas.
De los 205 millones de cristianos que representan un 70% de la población, el 20% son católicos. Lamentablemente, este grupo también se ve afectado por agudas divisiones y/o confrontaciones internas. Los rótulos hablan por sí mismos: “liberales”, “conservadores”, de “izquierda”, de “derecha”, entre otros.
Las diferencias se fundamentan en torno a temas que han sido influenciados, capturados y cristalizados por ambos partidos políticos, tales como el derecho al aborto, la abolición de la pena de muerte, temas inmigratorios, el derecho de uso de armas de fuego, entre otros.
La fragmentación política de Estados Unidos
Esta situación ha dado origen a dos marcados grupos de católicos: católicos republicanos y católicos demócratas, quienes continuamente cuestionan la catolicidad del otro. La reciente elección del presidente Joseph Biden, segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos ha profundizado aún más la grieta entre católicos republicanos versus católicos demócratas.
Y aquí una primera paradoja: a pesar de que los católicos del mundo ven en Biden un presidente católico, los católicos americanos lo ven primeramente como un presidente demócrata, es decir, su profesión de fe católica queda oscurecida frente al factor político.
En efecto, a pesar de que el mundo interpretó un simbolismo esperanzador de unión y diálogo convocado por Biden en su mensaje inaugural, un gran número de católicos lo recibieron con cierto escepticismo. La firma veloz de decisiones ejecutivas revirtió gran parte de las políticas de la anterior administración Trump con respecto a los controvertidos temas anteriormente mencionados, siendo percibida por estos grupos conservadores como un claro mensaje que confirma los temores a priori de las elecciones.
Ante tanta polarización, la iglesia americana a nivel de la jerarquía ha salido al frente en busca de caminos que permitan un diálogo fructífero con la nueva administración. Esta actitud va en clara respuesta al espíritu imbuido en las dos últimas encíclicas del Papa Francisco, Laudato Si y Fratelli Tutti, las que invitan con tono urgente a todos los hombres de buena voluntad del mundo a escuchar, discernir para poder finalmente actuar. Un llamado a penetrar en lo más profundo de los corazones y apertura intelectual.
Es en este sentido que tanto Monseñor Gómez, el presidente de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, como asimismo el nuncio apostólico Christophe Pierre, se han apresurado a expresar el deseo de la iglesia de establecer un diálogo pacificador y sanador. Ese es uno de los desafíos principales que tienen los católicos en los Estados Unidos: constituirse en puentes para el encuentro entre las distintas posturas, sin perder la identidad clara y nítida del mensaje cristiano y sus valores perennes.
*Alejandra Segura, presidenta de Fundación CreSer
**José Antonio Rosas, director de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos