Hace unos días, el 13 de agosto de 2021, el obispo de Orense afirmaba en el periódico Faro de Vigo, que “sin el papel de la mujer en la Iglesia tendríamos que cerrar”. Sin embargo, actualmente la mujer tiene muy poca responsabilidad y visibilidad en la Iglesia. Este es el mayor desafío de la mujer en la Iglesia española como afirma Ana María Vega Gutiérrez[1]: “La participación de la mujer en la Iglesia es uno de los desafíos más importantes que debe afrontar la Iglesia en este siglo XXI, como reconoce el propio Papa[2]”.
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Razonamiento encadenado 3: abusos afectivos en la Iglesia
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Son muchos los desafíos que tiene la mujer en la Iglesia católica en la España del siglo XXI. En este breve artículo me voy a referir solamente a los dos desafíos que me parecen más importantes, sin poder profundizar mucho en ellos por lo limitado del espacio.
El desafío de la responsabilidad en la Iglesia
El primer desafío que quiero mencionar por su importancia y entidad, es que la mujer esté presente, que tenga responsabilidades reales dentro de todos los organismos y centros de la Iglesia. El papa Francisco ha comenzado a dar responsabilidades a la mujer dentro del Vaticano, y esto falta hacerlo también dentro de la iglesia católica en España, donde la mujer es poco visible, a pesar que la mayoría de la población somos mujeres.
En enero de 2021, el porcentaje de mujeres en España es del 50,99 % de la población, actualmente la mujer en España ocupa importantes puestos de responsabilidad en organismos públicos y privados, pero no es así dentro de la Iglesia.
Solamente tres mujeres tienen responsabilidades en la Conferencia Episcopal Española: María José Tuñón, directora de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, Raquel Pérez Sanjuán, directora de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura, y María Francisca Sánchez Vara, directora de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana. La mujer participa activamente en las parroquias y organizaciones, pero en tareas poco relevantes, en la gran mayoría de los casos sin capacidad de tomar decisiones.
El desafío de la solidaridad y de la humanización
El segundo desafío de la mujer católica del siglo XXI es la solidaridad. En este periodo de pandemia, la “prevención”, el miedo, está provocando comportamientos poco humanizados, se está dejando solas a las personas más desfavorecidas.
Por ejemplo, en los hospitales y residencias de personas mayores y con discapacidad se impiden las visitas a las personas ingresadas que han de sufrir en soledad su proceso de dolor, enfermedad, final de vida. Este comportamiento va en contra de los fundamentos de la ética y, también, de los principios evangélicos. El principio ético de beneficencia, de ayuda a la otra persona, en estos últimos meses se ha quedado “aparcado”. Y me pregunto: ¿Qué sociedad estamos creando en esta etapa post-coronavirus?
En estos momentos la mujer en la Iglesia tiene un gran desafío: el de la solidaridad, el de la humanización de la sociedad.
El desafío de no dejarse distraer
El gran poeta Juan de la Cruz nos dice que para encontrar a “su Amado”, a Dios, no basta con rezar y pensar, junto con esto es necesario obrar, buscar en el ejercicio y obras de la solidaridad, de las virtudes, de la lucha por la justicia y los derechos humanos:
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riveras,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
La búsqueda de Dios, la oración, ha de llevar al encuentro con el otro, ha de conducir al bien común. La propia Teresa de Jesús decía que no hay mejor “crisol” para conocer como se ha hecho la oración que los frutos y las obras que se realizan con los demás[3]. Para San Juan de la Cruz solo encuentra a Dios la persona que le busca por el ejercicio y las obras de las virtudes, superando el miedo, con determinación absoluta de que nada le parará.
Para el poeta “los montes y riveras” representarían los problemas, como; el coronavirus, las crisis económicas, las pandemias, lo profundo de la existencia, u otros. Pero venga lo que venga, suceda lo que suceda; enfermedad, salud o situación más o menos conflictiva, Juan de la Cruz nos anima a seguir buscando, nos alienta ha seguir caminando.
Las “flores” serían las comodidades, las seguridades, el bienestar que nos rodea y nos impide salir de nosotros, ser solidarios, ayudar a los demás. Si nos refugiamos en nuestro bienestar y seguridad no trabajaremos por el bien común, no ayudaremos a los demás.
Las “fieras” pueden interpretarse como los miedos que nos impiden hacer, ayudar a las personas vulnerables, defender los derechos de las personas. Los miedos son como una cárcel; nos paralizan, son los ladrones que nos quitan la libertad. Una fiera del siglo XXI es el miedo al contagio por el coronavirus. En España, a pesar de la vacunación, de las mascarillas, de la facilidad que tenemos para lavarnos las manos, por el miedo al contagio se están deshumanizando hospitales, residencias, centros de acogida, incluso las relaciones personales.
Y “pasaré los fuertes y fronteras”, representarían todos esos obstáculos que nos roban la libertad, la determinación de ser y hacer. También “los fuertes” podrían ser esas personas cautelosas y temerosas que mas que prevenir nos infunden miedo. Sus llamadas a la prudencia nos paralizan. “Las fronteras” bien puede ser el propio yo, nuestro ego, nuestros egoísmos: fronteras que hemos pasar para poder transcender a los demás.
En conclusión, señalar que ser una mujer católica hoy implica un compromiso de búsqueda de Dios y también un encuentro con las personas y con la sociedad. En este tiempo de pandemia es necesario que la mujer esté presente en la sociedad, en la Iglesia, y que realice una llamada constante a la humanización evangélica, a la solidaridad. El coronavirus obliga a cuidarnos más entre todos; vacunarnos, ponernos la mascarilla, lavarnos las manos, tener una cierta distancia entre unos y otros, pero NO tener miedo. Hoy más que nunca es necesario confiar en el encargo del Evangelio: “No tengáis miedo”.
[1] Ana María Vega. Catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado, en la Universidad de La Rioja, España. La participación de la mujer en la Iglesia, uno de los desafíos más importantes para la Iglesia en este siglo XXI. Recuperado de http://www.laici.va/content/dam/laici/documenti/donna/teologia/espanol/La%20participación%20de%20la%20mujer%20en%20la%20Iglesia%20AMVegaGutierrez.pdf
[2] En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24 de noviembre de 2013, el Papa sostiene: «las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente» (n. 104).
[3] Santa Teresa de Jesús. Castillo interior. Morada 4, 2.8. “…mas en los efectos y obras de después se conocen estas verdades de oración, que no hay mejor crisol para probarse.” Recuperado:
https://mercaba.org/FICHAS/Santos/TdeJesus/moradas_04.htm#CAPÍTULO%202
Escrito por Carmen Sánchez Carazo, Exconcejala del Ayuntamiento de Madrid (PSOE), doctora en Medicina, Master en Bioética y miembro de la Academia de Líderes Católicos.