¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan hoy en día los católicos en Uruguay? Para responder a esta pregunta, me gustaría mencionar brevemente cómo se vive la religión en Uruguay, en especial la fe católica.
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Uruguay es un país laico. Lo particular de esto no es que lo sea, sino la manera en que se dio el proceso de laicidad. Para comprender la herencia que dejó la abrupta separación Iglesia – Estado en Uruguay, voy a citar al reconocido filósofo y comunicador Miguel Pastorino, quien menciona en un artículo:
“Las tensiones, incluso entre cristianos, el modo en que se dio la separación y ese afán jacobino de homogeneizar a los uruguayos con mitos nacionales para ser “todos igualitos” que buscaba aplanar cualquier particularidad, especialmente la religiosa, generó una invisibilización social de la religión, no solo para poner límites a las Iglesias, sino para reducirlas a su mínima expresión, a la esfera privada, al ostracismo (…) Los modos en que se vivió la separación terminaron por consagrar un modelo de laicidad excluyente de lo religioso, que confunde neutralidad con indiferencia” 1.
Vivir la fe en Uruguay
Los católicos quedamos con un cierto complejo que hace que nos sea muy difícil manifestar públicamente la fe. Tenemos la idea que nuestra opinión, por ser católicos, no va a ser escuchada. Ahora bien, aunque es verdad, que se da un cierto prejuicio anticatólico en la sociedad, en realidad nosotros mismos nos tragamos un poco el cuento que “no deberíamos compartir tanto nuestra fe”, que “debemos respetar la libertad de cada uno” y terminamos no hablando cuando debemos.
Y así es que Uruguay es considerado el país más laico de América Latina, con mayor porcentaje de ateos y agnósticos; el país de con menor cantidad de católicos, históricamente: estamos en un 42% de católicos nominales, y los practicantes son menos de un 5%; hay una excesiva privatización de lo religioso, la religión se vive en lo privado; es el segundo país latinoamericano en legalizar el aborto antes de las 12 semanas, 14 en caso de violación; es el primer país del mundo en legalizar la marihuana; se aprobó en 2018 la ley integral para personas trans, que fue muy discutida por involucrar a menores; hoy por hoy se está disputando la ley de eutanasia y suicidio asistido; entre otras cosas.
Acoger el llamado del papa Francisco
¿Cuál es el gran desafío para los católicos en mi país entonces? Creo que hoy es ese “salir a la calle” como nos invita el papa Francisco, que nos interpela de manera especial a los católicos uruguayos por los motivos mencionados anteriormente. Ahora bien, para que este gran desafío sea superado, hay dos actitudes que me gustaría mencionar brevemente, que creo que son un reto en sí mismas.
En primer lugar, sabemos que no alcanza con tener un mero “discurso católico”, es necesario tener una sincera relación con Cristo que nace de ese encuentro con una Persona, con Aquella que sé que me ama hasta el extremo. Quienes lo experimentaron, sabrán a qué me refiero. Nadie en Uruguay se va a creer el “cuento católico”, hacen falta testimonios de fe profunda que requieren madurez espiritual y formación continua y comprometida. En el fondo, puedo decir, que agradezco esa cierta herencia “anticatólica” que nos dejó la historia, porque me obliga a que no me alcance con ir a Misa los domingos solamente porque hay que ir, sino que, si quiero vivir la dimensión misionera ineludible de la fe, debo tener una conversión de corazón.
En segundo lugar, como mencioné anteriormente, este desafío implica formación y preparación, cuestionar ideologías, pero sobre todo cuestionarnos a nosotros mismos, nuestras ideas, ir al fondo. Ahora bien, esto resulta fundamental, pero nunca se debe perder de vista nuestra razón de ser y pensar: Cristo. No somos católicos por una gran idea, como dijo el Papa emérito Benedicto XVI, sino por un encuentro con Aquel que sé que me ama profundamente. Este debe ser el centro, el motor de todo nuestro pensar, sentir y actuar. La moral cristiana sin la fe primero resulta imposible de vivir para cualquiera. Se debe tener una relación cotidiana y personal con Cristo.
Siento que la visión del Papa de una Iglesia en salida nos interpela, nos desafía y hasta nos incomoda de una manera especial a los católicos uruguayos. Por un lado, si nos decimos católicos, seguidores de Cristo y de la Iglesia, no podemos hacer oídos sordos a este pedido. Y, por otro lado, sabemos lo que implica ser católicos en Uruguay, nos quita credibilidad y parece que habláramos desde un punto de vista mágico, al margen de la realidad y a las cosas terrenas, como si Dios no se metiera en la historia, como si la religión no incidiera enormemente en el desarrollo de los pueblos.
Creo que hay que volver a la Fe vivida y no meramente asumida culturalmente. Debemos volver a ser misioneros como los primeros cristianos, que no podían aguantarse dentro la alegría del encuentro con Cristo. Bien sabemos, que la fe no es completa si no es compartida, Dios nos pensó en comunidad y el mayor respeto que deberíamos tener por una persona es el de mostrarle el rostro de Jesús Resucitado. Este es, en mi opinión, de los mayores retos a los que nos enfrentamos los católicos, en general, y los uruguayos, en particular.
Por último, quisiera mencionar que, a pesar del desafío enorme que tenemos por delante, hay mucha esperanza. Entre otras cosas, tenemos la gran bendición de tener un pastor que se ha tomado en serio este pedido que hace el Papa Francisco de una Iglesia en salida. El Cardenal Sturla, a través de diversos programas misioneros como Casa de Todos o campañas como la de Navidad con Jesús, nos ha invitado a salir a la calle, a meternos en los ómnibus, a encontrarnos en las plazas. Nos sentimos muy acompañados y animados en este pedido del Papa, nos saca de lo privado y nos anima a salir al encuentro de quien es diferente. Sus palabras se van haciendo carne en nuestra Iglesia uruguaya y es un profundo orgullo formar parte de ella.
1 Pastorino, M. (2020, 9 de marzo). ¿La laicidad en peligro? Semanario Voces. http://semanariovoces.com/la-laicidad-en-peligro-miguel-pastorino/
Escrito por María José Carrau – Lic. en Trabajo Social, coordinadora Pastoral Social de la Arquidiócesis de Montevideo y miembro de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos