Tribuna

Los discípulos de Emaús: una experiencia de encuentro con Jesús que sana el corazón

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El evangelio de san Lucas 24, 13-35, es un texto hermoso y resume de manera corta la experiencia del resucitado como encuentro pedagógico desde la perspectiva del caminar en la fe, es una manera como los discípulos van a dar un paso adelante en la fe: de la tristeza y la frustración a la victoria y la esperanza. ¿Por qué es una pedagogía experiencial de encuentro con Jesús resucitado?



Tenemos tres partes del texto de san Lucas 24, 13-35, podrían ser más en relación con su estudio bíblico, pero quiero de manera sencilla y sintética, hablar de la pedagogía del encuentro con el resucitado, el antes del encuentro y la frustración del corazón, el encuentro con el Señor resucitado y el después del encuentro con el resucitado. Este encuentro acontece en un caminar, entre Jerusalén y Emaús de 10 a 11 Kilómetros de distancia aproximadamente. Es un movimiento de ir y volver, esto hace parte de la vida, los proyectos, la misma vida es dinámica, está en movimiento.

Caminar

La vida es continuo movimiento

Nada está quieto, inmóvil, puede ser que pensáramos que la vida no tiene sentido o que estamos dando puños al viento, a razón de nada. Pero hoy Jesús nos invita a tener una profunda experiencia con el resucitado.  Ciertamente no lo vemos con los ojos físicos, sino espirituales en la Eucaristía, pero está realmente a nuestro lado (24/7), sólo que los discípulos no lo reconocen en su camino, sino sólo en el desenlace de la escena, al partir el pan. Observemos tres puntos importantes en el caminar de cada uno de nosotros:

  1. El significado de la cruz sin el resucitado

Antes del encuentro, para ellos -los discípulos de Emaús- la cruz era una derrota, donde mataban a los que cometían injusticias en contra del poder de turno. ¿Quiénes mueren en la cruz? mueren los asesinos, los ladrones, los malvados. La cruz era, para san Pablo, escándalo para los judíos. Así que morir en la cruz para ellos sería la gran frustración para todos. Cleofás va de camino con un discípulo, pero va triste, derrotado, su corazón está roto por la frustración que les dejo Jesús al morir en la cruz, por tanto, sus ojos estaban velados porque no sabían que había algo más allá de la cruz. La cruz no era el final, sino el comienzo de algo mayor, se fueron abriendo sus ojos en el caminar con Jesús, aún sin reconocerlo.  

“Ellos le dijeron: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo (Lc. 24, 19ss). ¿Dónde se pierde la esperanza de ellos? Es lo mismo que nosotros nos preguntamos hoy ¿Por qué en nuestras vidas tenemos grandes metas y sueños y luego se desdibujan? Nos pasa a nosotros lo mismo que a Cleofás, perdemos el horizonte cuando pensamos que no cumplimos las metas en la vida o no tenemos lo que deseamos, porque a Jesús no lo podemos encasillar o apropiarnos de Él y su presencia.

Tenemos momentos que nos superan, el Señor todo lo hace nuevo, lo mejor de todo es que debemos estar en completa apertura al Espíritu Santo. El triste olvido de vivir de la oración profunda se constituye así en otro motivo más para plantearnos aquella pregunta, ya que cada cual necesita recordar, o sea, volver a preguntarse a su corazón: ¿Cómo vivo la espiritualidad verdadera? No la que me han contado, porque tenemos ideologías, maneras de vivir la espiritualidad con énfasis y orientaciones de grandes padres fundadores o corrientes actuales. Porque las grandes crisis de la espiritualidad de hoy pasan por las heridas que tenemos y no hemos sanado en el corazón.

  1. El encuentro con Jesús resucitado

El encuentro con Jesús es el encuentro con la palabra de Dios, es una pedagogía tierna en el ardor vivo de Jesús, es la acción de la sanación del corazón derrotado (no ardía el corazón mientras que nos explicaba las escrituras), es la luz que se enciende en las vidas oscuras de cualquier persona en algún momento de profunda experiencia, Jesús resucitado llega a iluminar y sanar las heridas del corazón y las oscuridades se iluminan en nuestra vida.

Como dice san Ireneo, uno de los padres más reconocidos en la Iglesia: “Lo que no es asumido no es redimido”. No podemos mirar lo que somos, sin sacar del corazón lo que tenemos bien escondido. Eso exige que nuestra boca se abra para enunciar las experiencias positivas o negativas que la memoria va trayendo a la conciencia. Es una condición sine qua non. Es abrirse en libertad para confrontar el punto de quiebre en la vida y poder renovar la vida espiritual y buscar el camino verdadero como nos lo presenta el evangelio de san Juan: “Jesús, es el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6).

  1. La cruz está vacía, porque Jesús está resucitado ¡Él vive!

La cruz, se transforma en victoria y esperanza. La cruz deja de ser un castigo, ellos son los que sanaron esa falsa mirada de ver la cruz y sentirse frustrados por el dolor. No quiere decir que no suframos, sino aceptamos el dolor y el sufrimiento por amor a la cruz. Jesús se interpela con sus discípulos, es tener claro que nuestra mirada a la cruz que tiene un sabor a victoria ya no es derrota, es el sentido verdadero del cristianismo. Si Jesús no es el centro de la vida, entonces no tenemos enfocada nuestra vida en el principal motivante, motor o el verdadero aire de nuestra vida  

En fin, nosotros tenemos un encuentro hermoso con Jesús que nos hace replantearnos la vida y nuestra identidad, lo que somos y hacemos, nuestra misión no será tanto hacer muchas cosas, sino ser discípulos como Cleofás y su compañero de camino, que se dejaron sanar las heridas que tenían en el camino, sanaron la herida de frustración, sanaron la herida de abandono del ideal de una imagen que no era de Jesús, sino de un Jesús verdadero, no el Jesús que ellos querían, sino la verdadera imagen de Jesús – Maestro, que muere en la cruz por amor, no como una derrota, sino como un triunfo sobre cualquiera de nuestras falencias, nada es imposible para Dios.

Los discípulos de Emaús vivieron un encuentro con el resucitado al partir el pan que les cambió la vida para siempre. Lo reconocieron, sanaron su corazón al arder de amor por Jesús y sentirse vivos, reconocidos y amados por Jesús – eucaristía que renueva íntegramente la vida.

Foto: Pixabay


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios