A comienzos del presente año, uno de los columnistas del diario la Nación escribió un ingenioso artículo sobre el papa Francisco y el pensador Juan José Sebreli que lo habría puesto en “jaque” con su última obra. El artículo llevaba como título la sugestiva imagen del “jaque” del juego del ajedrez. En esos días el tema del papa estaba candente por su próxima visita a nuestros países hermanos de Chile y Perú y cierta “molestia” manifestada en algunos argentinos por la falta de una fecha precisa para una visita al nuestro.
Siguiendo una línea editorial y de pensamiento extendido en sectores de la clase media y de la clase alta argentinas, el Papa no vendría a nuestro país por sus posturas políticas, una simpatía manifiesta por el peronismo, sobre todo de estilo “K”, y una distancia profunda con el actual gobierno del señor Macri. Más allá de lo acertado o no de dicho análisis, que nosotros creemos escaso, superficial y corto, pues no pone sobre la mesa la complicada realidad eclesial argentina, encuentran allí tierra abonada los detractores de la figura de Francisco ocasión para pegarle. Tampoco la postura de dichos repetidores de ideas de derecha, que solo ensalzan a los defensores de la liberalidad económica y del conservadurismo político, es el problema de fondo.
Citando Francisco aquí o allá, usando algún discurso o alguno de sus escritos, interpretando algún gesto o, peor aún, algún silencio, buscan en sus raíces peronistas, populistas, conservadoras, “medioevales”, autoritarias, jesuíticas y hasta kirchneristas, la explicación de las mismas que justifiquen la demolición de su imagen. Pero como decíamos, eso es parte del mercado intelectual y de la compraventa de influencias. Francisco no ha entrado en esos debates de seudointelectuales, pues sabe que no es por ese camino que se evangeliza realmente. Sin embargo, es preocupante la incidencia que puede estar teniendo esa campaña solapada en amplios sectores del catolicismo liberal argentino que están comprando esas explicaciones como si fueran “verdad revelada”. Algunos obispos y más de un movimiento eclesial se escudaron en esas explicaciones para sonreír frente la foto del papa, hablar bien de él desde el púlpito, e incluso rezar avemarías públicamente por sus intenciones, pero criticarlo despiadadamente en la sacristía o, mucho peor aún, ningunearlo pastoral e ideológicamente desde que asumiera su pontificado.
Aunque ese punto doloroso forma parte del abanico de razones en su decisión de no venir hasta ahora a nuestro país, refleja un problema no con el papa actual. Refleja un profundo problema de fe, porque Francisco habla y opta por los pobres y excluidos como lo hizo Jesús de Nazaret. El problema de esos intelectuales, pero sobre todo de grandes grupos del catolicismo conservador/liberal argentino no es con el papa Francisco y con su pensamiento, sino con Jesús de Nazaret y su Evangelio. El tema no es si Francisco en de avanzada o usa expresiones peronistas, el problema es que el papa, como Jesús, se pone del lado de los débiles, los migrantes indocumentados, los pobres y excluidos, los presos, los enfermos sociales, es decir, todo lo que la “fina y ordenada sociedad occidental y cristiana” detesta o, al menos, no quiere ver. Mucho menos reconocer que en ellos se manifiesta Dios y expresa su voluntad para el mundo, que no es ciertamente el sistema financiero neoliberal que estamos sufriendo en buena parte del globo.
La nueva Comisión Permanente del Episcopado sacó un correcto comunicado sobre todo ésto que fue rápidamente cajoneado por los medios dominantes y casi nada divulgado por tantos pastores y jefes comunitarios de la misma Iglesia. Pero más allá de que la “imagen” de postverdad construida por ciertos sectores de esos medios les sirva para ocupar páginas del diario o capítulos de sesudos libros de “filosofía”, la gran pregunta que queda para cada uno de los que nos llamamos cristianos católicos es: ¿realmente el problema es el papa y sus expresiones “populistas”, o el problema es que no le creemos a Jesús de Nazaret y su predicación del Reino de Dios para toda la humanidad que necesariamente siempre empezó y empezará por los últimos y excluidos? ¿El problema es Francisco que simpatiza con cualquier medida que favorezca a los pobres y a los despreciados del sistema, o el problema es que adoramos al sistema por encima de lo que propone realmente el Evangelio de Jesús?