Tribuna

Los mártires de la Amazonía

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La Iglesia no está en la Amazonía como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado todo lo que ha podido”. En los albores del pontificado de Francisco, esta sentencia –proferida al episcopado brasileño durante la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro– se tornó una llamada a la acción, desde el reconocimiento de que “la Iglesia está presente en la Amazonía desde el principio con misioneros, congregaciones religiosas, y todavía hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona”.

Muchos de estos hombres y mujeres nunca tuvieron la intención de marcharse. Movidos por la fe, abrieron sendas inéditas de inculturación, descubrieron las ‘semillas del verbo’ presentes en las culturas ancestrales, y se convencieron del imperativo de la defensa y del cuidado del territorio amazónico.

Memorial por la misionera estadounidense Dorothy Stang, asesinada en 2005 en la Amazonía brasileña

Memorial por la misionera estadounidense Dorothy Stang, asesinada en 2005 en la Amazonía

Cuando ‘los poderosos’ (hacendados, latifundistas, madereros, extractivistas…) arreciaron con amenazas y violencias para adueñarse y lucrarse de las selvas y los ríos de la Amazonía, no les tembló la voz para exigir y velar por los derechos de la Madre Tierra y de las comunidades que la habitan, especialmente los pueblos indígenas. Decidieron correr el riesgo de quedarse, acompañar, resistir y sostener la ‘obra de Dios’, hasta las últimas consecuencias, como el ‘Divino Traspasado’ de las homilías de san Óscar Romero. Dieron su vida por la Amazonía.

Son los mártires de la Amazonía. Sus nombres están grabados en la espesura de la selva, su sangre se mezcló con las aguas de los caudalosos afluentes que bañan la Panamazonía.

Citados en el ‘Instrumentum laboris’

El ‘Instrumentum laboris’ de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, que se celebrará en octubre próximo en Roma, acentúa que “el número de mártires de la Amazonía es alarmante”, sin dejar de citar a algunos de ellos: Rodolfo Lunkenbein y Simão Bororo (1976, sacerdote salesiano y laico, respectivamente); Marçal de Souza Tupãi (1983, guaraní); Ezequiel Ramin (1985, comboniano); Cleusa Carolina Rody (1985, misionera agustina recoleta); Josimo Moraes Tavavares (1986, sacerdote diocesano); Vicente Cañas (1987, religioso jesuita); Alejandro Labaka e Inés Arango (1987, ambos capuchinos); Chico Mendes (1988, ecologista); Galdino Jesus dos Santos (1997, líder indígena de la etnia Pataxó Hã-Hã-Hãe); Ademir Federici (2001); Dorothy Stang (2005, religiosa de Nuestra Señora de Namur).

La Red Eclesial Panamazónica (REPAM) se ha propuesto recuperar sus narrativas y testimonios a través de la serie ‘La vida por la Amazonía’, que ya cuenta con cinco capítulos que evocan el itinerario evangélico de tres mártires de la Amazonía brasileña (Vicente Cañas, Cleusa Rody y Ezequiel Ramin), dos de la Amazonía ecuatoriana (Alejandro Labaka e Inés Arango), y uno de la Amazonía colombiana (Alcídes Jiménez, 1998, sacerdote indígena). Próximamente, será lanzado el sexto capítulo, a propósito del martirio de Nicolasa Nosa, indígena boliviana.

Ante las tensiones que suscita el discernimiento de nuevos caminos para una Iglesia con ‘rostro amazónico’ y las implicaciones de la ecología integral para la Amazonía, a la luz de la carta encíclica Laudato si’, los mártires de la Amazonía allanan el camino del próximo Sínodo. Su profecía anuncia la urgencia de ‘primerear’ en el compromiso con la justicia y la defensa de la vida y la biodiversidad. Frente a la vida amenazada, es claro que, en estos tiempos, “la Iglesia no puede ser indiferente; al contrario, debe apoyar la protección de los defensores de derechos humanos y hacer memoria de sus mártires”, como reza el ‘Instumentum laboris’.