Tribuna

Los nietos y su abuela: “Al cielo con ella”

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Recuerdo aquella tarde en la sacristía de la parroquia de Guadalupe. Llegaron Maria Ángeles y Manuel Coba, querían informarse si Adrián podría prepararse su último año para la comunión en nuestras catequesis y poder celebrarla en nuestra comunidad.



Hablamos de las causas para el cambio, sus profesiones, lugares de origen… y desde ahí una conexión y un proceso de amistad y de compartir en la fe. Hizo la comunión Adrián, después María, se confirmó Manolo.

Familia implicada

Los padres se implicaron en la pastoral familiar, se encargaron de acompañar en catequesis infantil y juvenil para la confirmación. Toda una implicación viva en la comunidad, también en Cáritas parroquial y sus proyectos, así como en la tropa solidaria. En ellos he tenido siempre una familia de referencia y acogida. Eso ha hecho que conectara con sus familiares, sus padres y hermanos. Por eso hoy he vivido un momento de gracia en el dolor de la despedida.

Despedida creyente y entrañable

En la mañana he compartido con la familia de los Coba la despedida de la abuela Carmela de Azuaga, junto al abuelo Eusebio. Cuando me comunicaron su fallecimiento, no pude menos de organizar agenda para poder hoy viajar al pueblo y estar con ellos en este momento tan importante.

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La abuela llevaba tiempo enferma y con cierta gravedad, pero la muerte llegó rápida y se marchó silenciosa y tranquila en una mañana de verano.
En la celebración se notaba que estábamos en una celebración de nivel creyente activo las señales eran claras:

  • El templo parroquial, con forma catedralicia, estaba lleno y la gente respondía y acompañaba en los cantos con un silencio religioso sencillo y consolador.
  • El párroco que estaba de vacaciones ha querido venir y estar presente porque esta familia, tanto Carmela como Eusebio, sus hijos y sus nietos son personas implicadas y participativas en la comunidad que siempre han facilitado la marcha de lo común sin exigir y siendo muy generosos.
  • En la homilía, que ha sido tan sencilla como profunda, el sacerdote nos ha iluminado con la palabra proclamada sobre la esperanza, la confianza en el buen pastor, y la certeza de la fe sencilla de esta mujer que siempre en su vida ha contado con Dios y así lo había transmitido a sus hijos, con esa devoción tan singular en el Cristo del Humilladero.
  • Los hijos, junto a su padre, con mucho temple proclamando la Palabra de Dios y diciendo su sentir con una canción entrañable y viva cantada por ellos: “Hoy Señor, te daré las gracias por mi vivir… por el tronco en que nací y la savia que encontré…” Impresionante confesión de fe y acción de gracias de los hijos y el padre ante la madre.
  • Los que más lloraban, más desconsolados, los nietos, mayores y pequeños… algunos los quiero un montón de la parroquia, se abrazaban a mí buscando consuelo. Ese llanto de una complicidad con la abuela desbordante, cómo una mujer tan mayor ha podido ser tan cercana y comprensiva con todos ellos, cómo ha mantenido su casa tan abierta para que todos tuvieran refugio y caprichos llenos de ternura y amor permanente. La he visto siempre en las celebraciones sacramentales de los nietos viviéndolas con intensidad y buscando siempre el sitio estratégico con su andador para acompañar muy en directo a sus vástagos queridos, la fe era de lo más importante, le hacía estar orgullosa cómo los suyos celebraban su vida en el evangelio, su ser eclesial, casi más que sus estudios académicos o artísticos.
  • Yo me sumaba con alegría a esta acción de gracias por esta abuela de fe y de vida, referente de la transmisión de la fe y también de la alegría. Cuando el párroco en la despedida nos invita a recordar momentos de ella con nosotros, a mí me vino al corazón cuando la he visto jugar a las cartas con sus niños, si dejarse ganar, y también que en su casa probé el mejor lechón preparado a su estilo y que nunca me faltaron sus roscos blancos para celebrar la pascua.  Doy gracias a Dios, por esta relación colateral que he vivido desde sus hijos y nietos.  Personas de Iglesia sin duda, de fe y de bondad, en la humilde de lo sencillo y lo oculto, en lo más ordinario de la vida.

Mujeres abiertas, modernas, fieles y comprometidas

Hace unos días el arzobispo saliente de nuestra diócesis,Celso, me confesaba que había sido feliz con nosotros y resaltaba que no sólo con los sacerdotes, sino también con la gente sencilla, como esas mujeres rurales, sencillas y profundas, que no pierden la fe y sostienen las parroquias con una generosidad sin par.

Aquellas que saben querer a todos los sacerdotes, aunque sean muy diferentes, y que no se alejan, aunque haya dificultades. Las que transmiten su fe viva y alegre a los que les rodean. No tengo duda que Carmela es una de ella, que responde con fidelidad a este perfil del que me hablaba el pastor diocesano.

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En la celebración me ha emocionado el momento de entrada en el templo cuando sus nietos, con alguna familiar más, la han portado sobre sus hombros con llanto, pero con firmeza y orgullo. Me imaginaba a Carmela gloriosa en el cielo dando cuenta de esos nietos y de sus hijos con el mayor orgullo del mundo, agradeciendo a Dios su vida y la gracia de todos los suyos.