Si entramos en el famoso buscador Google y ponemos la frase del título aparecen más de 8 millones de resultados, solo en español, con una gran diversidad de autores y contextos. La mayoría de ellos, empatizan con los pobres y oprimidos y buscan una solución (de lo más variopintas), para que superen esa condición. Así mismo, mucha gente notoria o no, ha tenido en la historia o tiene actualmente un rol activo para sacar al pobre y al oprimido de su situación.
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En la Biblia desde al Antiguo Testamento, los profetas, los salmistas anuncian la liberación de los pobres y oprimidos y Jesús mismo en su mensaje, anuncia la felicidad eterna para ellos[1]. Felicidad que no es una categoría social o económica sino una categoría teologal basada en la Misericordia, centro de su mensaje.
Si seguimos analizando se desprende la importancia de definir pobreza y definir opresión dentro de la última categoría. Aunque en teología y en el Magisterio de la Iglesia se teoriza mucho sobre el tema; yo siento y pienso que el pobre es aquella persona que por diversas razones, propias y ajenas, no ha podido desarrollarse como persona en orden a su llamado a Ser.
Oprimido es aquel que está sofocado, presionado, sometido por una persona o una situación, que vendría a ser el opresor quien puede hacerlo por poder, por autoritarismo, por manipulación. En cierto modo, el oprimido tampoco puede desarrollar su Ser.
Grupos peligrosos
Me referiré a un grupo en particular de pobres y oprimidos que pueden llegar a ser peligrosos. Son aquellos que tienen dinero, poder, fama y andan por la vida como seres superiores, soberbios, creyéndose más que los demás y más que ellos mismos. Son personas pobres porque no valoran la riqueza del otro, disfrutan del placer de consumir, aparecer, de los “like” en las redes sociales, de las relaciones que frecuentan, de las conversaciones ostentosas. Pueden o no tener dinero, pero su autorreferencia u “ombliguismo” es tan abundante que se vuelven ciegos y para conservar eso, que creen una riqueza, son capaces de hacer cualquier cosa; desde negar su propia historia personal hasta aparentar una nube de felicidad. Son pobres que se definen en torno al tener y no al ser; si tienen gente para mandar y manipular, viajes y dinero, “amigos” famosos (y sigue la lista) se consideran felices porque no son como los demás, se creen ricos. También son oprimidos. Oprimidos por el figurar, por el aparentar, por la moda, por el dinero que tienen o quieren tener, por la fama, por las opiniones que tienen en sus redes sociales (y sigue la lista). Son los ricos y famosos de los cuales se ocupa la prensa rosa. En realidad son pobres y oprimidos. Algunos de ellos se glorían en ayudar a los pobres y oprimidos, lo publican, se sacan fotos y las comparten y, con eso ya cumplieron con su cuota de sensibilidad social, la cual mal entendida, también oprime.
Y son peligrosos. Peligrosos cuando son sujetos activos de la sociedad. Solemos verlos en los cargos de gobierno (público o privado), en las tendencias de opinión, en los programas de los MCS, en nuestros círculos de actividades educativas, sociales, religiosas, recreativas, a veces en nuestras familias y más de una vez cuando nos miramos al espejo. Son los que manipulan, presionan, sofocan, oprimen a los demás de diversos modos que dejo para el razonamiento del lector. También son peligrosos porque no siempre los tildamos de tales o no podemos hacer demasiado por ellos porque no los vemos, no los alcanzamos, no nos animamos. Al menos recemos por su realización como personas en torno al ser.
Dice en el Evangelio que “donde está tu tesoro está tu corazón”[2]. Me parece una buena idea fuerza para mirar y mirarnos, para encontrar al pobre y al oprimido. Para realizarnos como personas en orden al Ser. Ésa es nuestra mayor riqueza y nuestra mejor fama.
[1] Evangelio de Lucas, 6, 20-26.
[2] Evangelio de Mateo, 6, 19-23.