Creo que un diálogo, tal como lo considero, para que sea fecundo deberá abarcar no solo las civilizaciones, sino también las personas concretas inmersas en una cultura propia, con sus características peculiares, donde primen la sinceridad y la fraternidad, aportando de esta forma a los pueblos que de él se benefician, los “medios que lo eleven y lo espiritualicen”.
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Es justamente a partir de este diálogo, que mediante “la participación del hombre -se pueden- consagrar los bienes espirituales más elevados que planifican la existencia humana”.
Tercer reto: Diálogo
Es importante insistir que, por el mismo, es que el hombre logra alcanzar la Verdad. Para los filósofos griegos, por ejemplo, la identificación de esta verdad consistía en la caracterización de un saber auténtico y seguro, el cual se alcanzaba mediante una epistemología lógica y metódica.
De esta forma, los socráticos encontraban la verdad mediante el conocimiento del hombre. Platón, califica al diálogo, “como el arte de los hombres libres”; pero un diálogo que se realiza a la luz de la Fe cristiana debe tener presente algo más que esto, me refiero a un elevado compromiso de participación de ambas partes, de manera que las diferencias lúdicas queden fundamentadas por la transparencia que se ejercita en el amor, sostén más auténtico de la concordia y de la sinceridad.
Al respecto me parece que fueron esclarecedoras las palabras de Juan Pablo II, cuando habló al Mundo de la Cultura en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en la cual expresó: “En Cuba se puede hablar de diálogo cultural fecundo, que es garantía de un crecimiento más armónico y de un incremento de iniciativas y de creatividad de la sociedad civil”.
En mi país, “la mayor parte de los artífices de la cultura, -católicos y no católicos, creyentes y no creyentes-, deberán ser hombres de diálogo capaces de proponer y de escuchar”. Es por esta razón que nos animó a proseguir y a “realizar esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse, a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda integrar en su seno –las- múltiples tradiciones culturales”.
Cuarto reto: Rescatar un futuro de Esperanza
Considero que los representantes de la nueva cultura hedonista y utilitarista, y aún los cristianos actuales mediante nuestro testimonio creíble, podremos modificar todavía los paradigmas negativos mencionados, contribuyendo a efectuar una modificación paulatina y positiva, luchando por el rescate de un concepto de persona humana la cual “no es parte de una totalidad abarcante; sino una totalidad en relación con la cual todo es parte”, convirtiéndonos de esta forma en promotores y actores de una nueva cultura de la paz y de la fraternidad.
Lo mencionado se logrará mediante la creación y el ejercicio de una auténtica “amistad social” y de la promoción de una “cultura del encuentro”, tal como lo afirmará el Papa Francisco durante su visita a Cuba.
Diría también que se hace necesario para lograr este objetivo, “discernir entre los nuevos imaginarios sociales, reconstruir la narrativa eclesial” de manera que “seamos capaces de nuevo, de hacer creíble a Dios en el mundo, o sencillamente trabajar sin miedos y complejos”. Es de esta forma cuando realmente podremos percibir la cuestión antropológica, como una cuestión moral.
El fracaso antropológico lleva siempre inherente el fracaso moral del individuo; y el fracaso de los programas sociales, no se dan sino pagando un precio muy elevado, que implica la fractura interior de cada persona humana, es de esta forma que se puede explicar como el “paso de la cuestión social a la cuestión moral, no se da sin la transición antropológica”.
Recordando a Paul Ricoeur, se trata de plantear la política no sólo como ideología, sino también como Utopía. Toda experiencia política lleva implícita una expectativa moral, y las expectativas morales, siguiendo a Kant, se plantean en el orden ético, no sólo como expectativas del Ser, sino expectativas del deber Ser”.
Pero si los llamados valores que propugnamos, perdieran su conexión con las necesidades reales de las personas y por ende de los pueblos, “se tornarían afuncionales y caducarían como ideologías”; así como que a partir de nuevas tramas de intereses y circunstancias, pueden surgir nuevos sistemas de valores, los cuales se deberán tener en cuenta en la dinámica de la vida cotidiana; por esta razón dichos valores legados por la tradición, deberán siempre ponerse a prueba mediante una acreditación pragmática en la realidad social.
La praxis social de la Modernidad se ha diseñado en términos políticos y jurídicos; pero necesitamos algo más; se necesita una transformación hermenéutica de la ética política, en términos biopolíticos, lo que requerimos es una transformación de la sociedad y aún más, es el rescate de la persona humana integral, también en el sentido metafísico, que se estructura y se expresa en el pensamiento dialógico de Martin Buber y en el modelo de racionalidad práctica del personalismo comunitario de Emmanuel Mounier, entre otros.
Quinto reto: aceptar la realidad
Creo firmemente, que siempre deberemos recordar que, en “toda transformación hermenéutica y personalista de la política (y el hombre es un animal político decía Aristóteles), hay un momento ético de suma importancia, este es: “el momento de la aplicación” práctica.
Esta es nuestra herencia, queridos amigos, estos son nuestros retos esta es nuestra verdad, esta es la Obra que el pueblo cubano con su Iglesia se encuentra llamado a realizar con esfuerzo y tesón. Por eso cuando hablamos de la impronta de Aparecida en nuestra cultura, no podemos dejar de mencionar la hermosa huella que dejó en nuestra patria Juan Pablo II, continuada después por la visita de dos Papas: Benedicto XVI y nuestro S. Padre Francisco.
Alcancemos pues, con valentía, decisión y honor, estos desafíos que se nos plantean para reconstruir un mundo nuevo, sobre todo aquí en América, el continente de la Esperanza, del cual forma parte mi Cuba en particular, donde tengan cabida el Bien, la Verdad y la Reconciliación, unidos siempre a la virtud de la Esperanza, entre todos los hombres de buena voluntad.
“En Cuba, Dios es así. Uno y muchos a la vez. Mulato o cristiano, creyentes junto a no creyentes, pero siempre hecho a la medida de los hombres”, porque el mismo hombre se creó a la medida de Dios.
Escrito por el Dr. René Zamora Marín. Director del Instituto de Bioética Juan Pablo II. Miembro Ordinario de la Academia Pontificia por la Vida de la Santa Sede. Miembro del Consejo Académico de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos.