El título de esta columna puede ser interpretada de diversos modos, alimentos para adelgazar, para curar determinada enfermedad, los que más aumentaron últimamente. De nada de eso escribiré. Los invitaré a reflexionar sobre los tres alimentos que no podemos dejar de consumir para mantenernos vivos y sanos. Ellos son los que comúnmente llamamos alimentos, los afectos y el oxígeno que tomamos del aire.
Comenzaré por el último, por el aire, por ese invisible regalo de Dios; nos llegan boletas por el agua, el gas que consumimos pero no nos llegan por el aire que respiramos, Dios no lo cobra. El aire nos envuelve, nos acaricia, se mete en todos lados, es saludable y es indispensable para respirar, esa acción de nuestro cuerpo que nos mantiene vivos. Es muy interesante apreciar su presencia, hacernos conscientes de su existencia y hacer el ejercicio de sentir el modo en que ingresa a nuestro cuerpo, recorre nuestros órganos y los renueva. Este ejercicio que hacemos automáticamente desde que nacemos, merece un poquito de atención para darnos cuenta de la belleza de su presencia y el grado de su necesidad.
Así mirado, diría que el oxígeno nos invita a dos consideraciones: la primera a no contaminarlo, a no cambiar polución por producción o consumismo; la segunda a mirar cuantos bienes creados se parecen a él, los necesitamos para vivir pero no lo tenemos en cuenta y muchas veces los maltratamos.
Lo que comemos cada día
Seguiré con los alimentos, eso que comemos cada día y necesitamos para vivir. De acuerdo a las culturas y países tienen diferentes modos y estilos, pero lo cierto es que todos necesitamos comer, no sólo por una cuestión de satisfacción, sino de nutrición.
Según un informe del año 2017 del Programa mundial de alimentos[1], en base a datos de la FAO, el 10 por ciento de la población padece hambre, en África el 25 por ciento de la población padece desnutrición, el 25 por ciento de los niños del mundo tiene peso inferior al normal. Éstos son solo ejemplos para contrastar con otro dato de la FAO[2] que indica que por año se desperdician, es decir se tiran, 1600 millones de toneladas de alimentos. Si consideramos que cada persona para alimentarse, necesita anualmente entre 600 y 700 kilogramos, si las matemáticas no fallan, lo que se desperdicia serviría para alimentar a 2700 millones de personas; siguiendo con las comparaciones, con el alimento que se tira por año se podría alimentar a una república y media de China. Estamos en problemas, algo está fallando en el rubro alimentos. Mientras algunos comemos y tiramos lo que no nos gusta o nos sobra, hay muchos que tienen poco o nada.
De nuevo digo que habría dos acciones imprescindibles a realizar: agradecer el alimento que tenemos y movilizarnos para una distribución equitativa y en esto, no responsabilicemos únicamente a los gobernantes, solo es necesario ver a nuestros vecinos, a nuestras calles para visibilizar la falta de alimento que desnutre y que mata. A veces siento vergüenza y cargo de conciencia por mi silencio cuando, el éxito de las reuniones familiares o sociales, se mide por lo que se ha comido, lo que ha sobrado, o la sofisticación de los alimentos consumidos.
Los afectos que nos nutren
Pasando a los afectos, es una palabra de origen latino que define la inclinación hacia alguien o algo, especialmente de amor o cariño. Usualmente es aquello cuya presencia nos hace bien, la deseamos y la disfrutamos. De igual modo que el oxígeno y los alimentos, los afectos nos nutren, nos dan vitalidad.
Bajo el paraguas de los afectos no solo debemos poner a la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, el dios en el que creamos. Afecto enuncia algo mucho más amplio, en la definición de la RAE aparece una palabra: amor. Nos dice que la inclinación que le da sentido al afecto es el amor.
No hay dudas que como humanos, tenemos personas afectivamente más cercanas que otras y algunas a quienes no consideramos, porque las ignoramos o nos cuesta quererlas, tenerles cariño, amarlas. Aquí es donde hay que detenerse, el afecto es un alimento que yo necesito y que otros necesitan y muchos mueren o se enferman por su ausencia, por padecer su contrapartida que es la agresividad, la indiferencia, la envidia, el prejuicio.
Dar y recibir cariño
El alimento llamado afecto se obtiene dando y recibiendo cariño, dando y recibiendo amor. También de parte de Dios. Una delas cosas que hay que tener claro en la vida es el dios en el que creo, la religión que me liga a él para no dejarnos llevar por modas, indiferencias, necesidades o rebeldías.
Sueña extraño escuchar que la persona vive de amor, y así es. Nacemos por un acto de amor, sobrevivimos por cuidados amorosos, nos relacionamos por actitudes amorosas. Seremos sanos y equilibrados afectivamente en la medida en que seamos maduros y sinceros para vivir el amor. Con este ítem no es posible hacer estadísticas, pero hagamos el ejercicio de cómo cambian las miradas tristes con una caricia, una palabra de aliento, una oración; también nosotros. Esto, por ej. es vivir de amor.
De nuevo me atrevo a dejar dos opiniones: necesitamos del amor, sintámonos humildes para recibirlo; otros necesitan de nuestro amor, sintámonos generosos para darlo. Aire, alimentos y afectos, tres alimentos que Dios nos regaló para que los usáramos, los distribuyéramos, lo consumiéramos libremente. La única condición para ello es emplearlos con y por amor.