Cuando una mujer es antigua
como el agua y la Luna,
desde la Luna observa el agua que corre.
Observa, escucha. Y calla.
(Margherita Pavesi)
La honestidad de su perfil artístico, la seguridad de los medios expresivos, la originalidad de las formas, los contenidos humanísimos y sin ocaso: Cristo, el peregrino, los hombres en búsqueda, el pobre, los oprimidos, el sufrimiento, la contemplación… han hecho y hacen de Margherita Pavesi una figura artística con un espacio y una dignidad propias en el arte italiano contemporáneo.
Las obras de Pavesi actualizan sin traiciones la pintura sagrada. Sus ‘maderas’ son cifra, articulación capital de su arte: maderas y transfiguradas, auténticos iconos contemporáneos de rasgos sintéticos e intensos, capaces de conferir abstracción a las imágenes más dulces y ternura a las más trágicas: e, infaltable, el oro fino, para iluminar desde dentro la simplicidad del tema y para proyectarlo a una luz escatológica, a un horizonte de eternidad en el que todo está salvado y compartido para siempre. Frente a ellos son posibles la escucha, el diálogo, la oración.
Los iconos de Pavesi abren los ojos a lo invisible, invitan a penetrar en tierras del cielo, abren espacios de silencio habitado. Maderas transfiguradas en las que naturaleza e historia, persona y cosmos se encuentran: es como si la madera antigua siguiera viviendo y transformándose gracias a la historia narrada, y esta última extrajese de la madera raíces y profundidades grávidas de memoria y de antigüedad, sustrayéndola a la fragmentariedad del instante y proyectándola a una historia sin comienzo ni fin. ¡Pobreza como camino de belleza y de grandeza!
Desafío continuo
Escribía: “No hay nada cerebral en lo que hago, nada construido; a lo sumo hay un pensamiento humilde que quiere hacerse una idea, pero también una gran tribulación para que estas obras me involucren entera”. En una búsqueda también sufrida ha sabido confrontarse con los materiales más variados, desde la humilde madera hasta el preciado oro. Su obra es un desafío continuo para comprenderse ante todo a sí misma, para comprender el mundo y a los demás, permaneciendo siempre en diálogo, el diálogo entre la criatura y el Creador.
La esencialidad de sus composiciones, matéricas, ensambladuras de madera, yute, objetos, papel, hace de su obra instrumento de una continua creación renovada. Esto está atestiguado con particular pasión y sensibilidad en sus “mujeres”: la belleza, su sacralidad como poseedoras de la fecundidad, las tornan radicalmente implicadas en el designio de la creación. También en los rostros femeninos, a menudo heridos y humillados, pero justamente por eso reales y fuertes, cuyas esperanzas siempre ha custodiado como un sueño aún no realizado y siempre a realizar.
También en el color, (en una lucha continua por salir de la oscuridad de sus pinturas, una oscuridad habitada por formas, gestas, invocaciones), parece ser la luz que quiere y debe salir de la noche. Sus paisajes nocturnos podrían comunicar a primera vista un sentimiento de soledad y angustia, pero una mirada más atenta hace intuir que están atravesados por una tensión que no desemboca en el sufrimiento, sino que es cultivada en una profunda espiritualidad que tiene la mirada dirigida hacia lo alto. Moviéndose en el espacio de lo cotidiano reutiliza descartes y restos, toma la simplicidad y la riqueza de los gestos, expresa toda su compasión por la condición del ser humano, en cuya continua búsqueda está, en un espacio de oscuridad pero también de luz y de colores escondidos.
Es este tesoro simple y raro, inervado de una fuerza poética original, el que Margherita Pavesi nos ha legado. Una vida marcada por la espera y por la búsqueda. Espera colmada de pasión por cada criatura, espera del encuentro con un rostro, rostro del hombre y rostro de Dios, nunca uno en reemplazo del otro. En su obra se desarrolla un itinerario creativo en el que está representada toda su fuerza interior a través de un lenguaje que es antiguo como el hombre y, por eso, eternamente presente. Así, toda su obra ha podido convertirse en curación para quienquiera que la encuentre, con una elocuencia de silencio que penetra más hondo que cualquier otro lenguaje hablado.