En medio de una de las mayores catástrofes naturales de este siglo en Europa, con una tragedia humana de decenas y decenas de muertos y desaparecidos, es justificable que, al menos en un instante inicial, todos hayamos caído en la tentación de buscar todo tipo de culpables. Unos apuntaban a las agencias de meteorología; otros a los políticos y administraciones públicas, sean del signo que fueren; otros a la desinformación y a la consecuente proliferación de los bulos; y podríamos seguir con una larga enumeración.
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La desesperación, la incomunicación, la sensación de abandono y desamparo, el llanto desgarrado por la pérdida de tus seres queridos, la aniquilación de tu casa, de tus pertenencias y recuerdos, la incertidumbre y la impotencia explican muchas de las reacciones que hemos visto estos días en los pueblos valencianos afectados por la DANA.
Ahora bien, no podemos ser abatidos por estos sentimientos concluyendo que España es un Estado fallido. Seguro que se han cometido graves errores, y que ha habido descoordinación y que, cuando pase todo, habrá que investigar con profundidad todo lo ocurrido, aprender y, por supuesto, depurar hasta el final responsabilidades. Pero el Estado, en su más amplio sentido, está respondiendo a la reconstrucción de una zona devastada y no puedo compartir en absoluto, aunque la rabia esté a flor de piel, que nos encontremos ante un país tercermundista, pese a que ‘vendan’ más este tipo de mensajes fatídicos.
Dardos políticos
Flaco favor ofrece el alarido de no pocos seudocomunicadores o tertulianos agoreros preocupados de hacer política incluso en estas trágicas circunstancias, en lugar de preocuparse por ofrecer una información rigurosa; además, en este caso lo han tenido fácil, porque las administraciones estatal y autonómica están lideradas por partidos de signo político distinto, de modo que todos han podido tener su particular diana.
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