En cuanto a la forma, Malinche es el musical más grandioso que se ha hecho en España. Tras visitar la maravillosa carpa de entrada, llegas a un teatro con la boca de escenario más amplia del país y unas butacas de lujo. Empieza el espectáculo.
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Cascadas y lagos de los que surgen 60 actores y bailarines impregnados de una energía volcánica e incombustible durante las más de tres horas que dura el espectáculo trepan por las pirámides, se transforman en caballos que taconean, navegan en un barco a escala natural, vuelan por el escenario, y cantan como ángeles o guerreros de aquellos polémicos tiempos. Nacho Cano es un genio y sus canciones están delicadamente arregladas y arropadas por una tropa de músicos en directo.
Y en cuanto al fondo, el mensaje principal de Malinche es que del encuentro y del mestizaje nace la belleza. Ahora que el revisionismo histórico e ideologizado tumba las estatuas de Colón en América, Nacho, tras años de estudiar, viajar y documentarse, ofrece una propuesta más amable e integradora.
Como un alfarero
Si bien ha habido cierta polémica en cuanto a su tratamiento de lo religioso en un contexto humorístico y crítico, gracias a Dios, el musical ha evolucionado estos días para no herir sensibilidades y hacer un producto más blanco, dentro de lo complejo del tema. Nacho Cano es un hombre amable, inteligente y valiente y modela Malinche como un alfarero.
El bautismo era el camino para construir una sociedad de personas libres. Malinche nos puede ayudar a reflexionar sobre la Iglesia gloriosa y oscura que fuimos y somos. Y aún conscientes de nuestros errores, orgullosos de nuestra aportación con la cultura y el Evangelio.