No es fácil realizar una semblanza teológica de Marcelino Legido ya que él mismo no se consideró ni quiso ser un teólogo al uso. Abandonando el ámbito académico y universitario en el que se formó como filósofo y teólogo, donde llegó a ejercer como profesor de filosofía en la universidad de Salamanca, quiso realizar su itinerario teológico en lo que podríamos denominar una ‘teología apostólica’ o una ‘teología en camino’. Esta circunstancia histórica y este hecho vocacional le ofrecieron unas posibilidades únicas, especialmente referidas al contacto de sus reflexiones teológicas con la realidad histórica y la vida de la Iglesia en las que le tocó vivir, pero a su vez lo limitó respecto a la posibilidad de desplegar todo su potencial intelectual en el ámbito estricto de la teología. Esto significa que él nunca tuvo la pretensión de realizar una aportación teológica sistemática al ámbito de la teología científica, sino más bien acompañar la vida de la Iglesia y especialmente las comunidades que él presidió como sacerdote y pastor con la luz de la inteligencia que nacía ante todo de la contemplación y estudio de la Sagrada Escritura y el análisis crítico de la realidad.
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La mejor teología de Marcelino Legido aún no está publicada, no está en sus libros escritos sino más bien en las infinitas charlas, meditaciones, ejercicios que ofreció a los sacerdotes año tras año; en los cursos que dictaba para la gente de sus parroquias explicando y comentando toda la Escritura o los grandes libros de la teología y espiritualidad cristiana; o las innumerables jornadas que regalaba a las diversas comunidades de vida contemplativa para ayudarles a profundizar en su carisma desde los textos de su fundador leídos desde la Sagrada Escritura y el Concilio Vaticano II. Cualquiera que haya sido testigo de alguno de ellos, ha podido percatarse de esta verdad, vibrando ante sus palabras, sabiendo que ahí estaba siendo partícipe de un momento único y singular, irrepetible. Las intuiciones que aparecen en sus exposiciones son inacabables y en muchos casos han sido fuente para futuras y posteriores investigaciones, como fue en mi caso. Su peculiar forma carismática de exposición y la creación de un lenguaje e imaginario propios han hecho de su teología una obra creativa original, casi incomparable, muy ligada al carisma de su propia persona. Esto, en mi opinión, ha motivado en gran medida que su teología sea más para ser escuchada en persona desde la implicación subjetiva que leída desde la distancia desde la objetivad exigida en el ámbito académico. Es una teología que adquiere todo su valor en el acto mismo de la comunicación personal.
Unido al misterio
Hace unos años, al tener que sintetizar su trayectoria teológica utilicé la expresión “la primacía de la gracia”. Efectivamente, creo que esta afirmación puede recoger perfectamente el hilo conductor de la vida de Marcelino, expresada después en su acción pastoral y en su teología. Desde aquí desplegará su mirada al misterio de Dios revelado ante todo en el misterio pascual de Cristo auténtico centro neurálgico de la vida, el pensamiento y la pastoral del sacerdote salmantino; al misterio de la Iglesia radicado en el misterio de Dios y nacido del Espíritu de Cristo muerto y resucitado al que no solo dedicó su primera gran investigación teológica sino en el que vivió y amó profundamente; al hombre creado ya en gracia como realidad distintiva de su naturaleza abierta y llamado desde lo más profundo y genuino de su ser, a acoger gratuitamente la Gracia con mayúsculas; al ministerio apostólico como una mediación eclesial e institucional querida por Dios para que sea ofrecido el Evangelio de la gracia en toda su vulnerabilidad e inmediatez, sin ocultar ni dañar esa primacía. Que nada oculte la oferta gratuita de Dios a todos los hombres, empezando, por esta razón, por los más pobres y los más pequeños. Su teología de los pobres era precisamente esto: una afirmación radical de la primacía de la gracia.
Gracias a la publicación de su página web realizada por las personas más cercanas a Marcelino ahora podremos ir comprendiendo mejor su vida, su ministerio y su teología. Desde la profundidad y diversidad de sus notas, cuadernos, trabajos y estudios tendremos la capacidad para percibir la hondura cristiana y teológica de este hombre que dejó traspasar a través de su vida la sabiduría y la santidad de Dios.