En las numerosas necrológicas publicadas en las últimas horas sobre Marín Prieto, fallecido este domingo 2 de junio, nadie ha aludido a su colaboración durante años en Vida Nueva. La razón es muy clara: en aquellos duros años de la censura franquista, el ya maduro analista político escogió firmar sus colaboración en este semanario que dirigía José Luis Martín Descalzo con el pseudónimo de Segundo Arteche.
Cuando sus colaboraciones llegaban a la sede de la revista –entonces en la calle Enrique Jardiel Poncela–, recuerdo que Martín Descalzo, Bernardino M. Hernando, Joaquín L. Ortega y yo mismo las leíamos con avidez porque constituían un análisis muy agudo e informado de cuanto sucedía en la compleja España de los años setenta, camino de la añorada Transición.
Cayó alguna multa…
Conociendo los códigos tan estrictos de la censura entonces vigente, más de una vez nos permitíamos pedirle alguna corrección, y recuerdo que en ninguna ocasión opuso resistencia alguna. Comprendía muy bien que no podíamos correr el riesgo de una suspensión, de un secuestro de la revista o de una multa que no habríamos podido pagar. Pero también sucedió que, a pesar de nuestras cautelas, nos llegaron avisos muy contundentes de la Dirección General de Prensa (dirigida entonces por Jiménez Quílez) y alguna multa.
Vida Nueva fue, gracias a él y a otros colaboradores, como Eduardo Cierco, una de las pocas voces que se salía de las coordenadas políticas del régimen de Franco. Me parece un deber recordárselo a nuestros lectores.