Conocí a Isa cuando estaba en el noviciado. Sería el año 2008 o así. Vino a comer y creo recordar que estuvo poco tiempo con la comunidad. Lo que me quedó muy grabado fue una sensación de admiración al ver a una mujer tan apasionada, tan misionera. Yo estaba iniciando mi camino en la vida religiosa y absorbía cualquier detalle que me inspirara en el seguimiento a Jesús y el compromiso con la realidad. Así que no recuerdo ni una sola anécdota que contara, ni un consejo, ni petición… Solo esa sensación tan honda que me alentó en la opción de vida que yo estaba comenzando.
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A lo largo de los años siguientes, fui recibiendo las noticias que llegaban de Haití y presté atención a las cartas que iba mandando y que ciertamente me impactaban. Tras el terremoto, recuerdo que mucha gente se movilizó. Yo le propuse a una tía mía muy generosa que colaborara con el proyecto de prótesis y esa fue una manera de unirme y acercarme más a aquella realidad.
En agosto de 2016, tuve la suerte de coincidir con Isa en unos ejercicios. El día antes de comenzar el silencio, casualidades de la vida, nos fuimos a tomar un café junto a otra religiosa. En la conversación, acabó saliendo su querido Haití: últimas noticias, algunas preocupaciones, sueños que tenía… Yo apenas hablé. La verdad que sentía que tenía delante una ‘superwoman’. En un momento de la conversación, en la que yo había preguntado algo, me miró y me dijo: “¿Y tú? ¿No te vendrías a Haití?”. Yo le dije que sí, pero que no sabía si iba a poder aportar mucho. Entonces me dijo: “En serio, ¿puedo dar tu nombre?”. Y yo afirmé.
Alegría desbordante
Durante los ejercicios, me impactaba cruzármela paseando. Iba con una fuerza y con una alegría que a mí me desconcertaba. Yo pensaba: “Con lo que vive esta mujer, ¿cómo pude estar tan pletórica?”. Se la veía sencillamente enamorada de Dios. No sé cómo explicarlo, pero me descolocaba. El último día que la vi fue el 8 de agosto, sexto día de ejercicios. Ese día contemplábamos el misterio de la cruz. En un rato del día, coincidí con ella en el jardín. En esa contemplación de la cruz ,me suele ayudar hacer cruces con palos de madera, acordándome de las personas que lo están pasando mal. Y en eso estaba. Al verla, decidí hacerle una cruz, pues su madre había muerto ese enero y yo no sé por qué, pero la estaba teniendo muy presente. Al día siguiente, se fue y no pude despedirme ni darle la cruz.
Ni un mes después, el 2 de septiembre, nos llegó la noticia de que habían matado a Isa. Desde entonces, se ha convertido para mí en un referente que he ido conociendo más y compartiéndolo con muchas personas que tengo a mi alrededor: alumnos, compañeros, profesores, amigos…
Capacidad de resistencia
Isa para mí es una mujer enamorada de Jesús. Así de claro. Después de todo lo que he leído de ella y sobre ella, esa es quizás la nota que más me sale destacar. Era una apasionada del Reino de Dios y de sus preferidos: los más pobres. Su radicalidad me interpela profundamente…, y ese abandono total en Dios, que le hacía donarse más allá de lo que humanamente podamos esperar. No puedo entender aún cómo pudo resistir y quedarse en Haití después del terremoto.
Actualmente, soy testigo del fruto que está dando su vida en muchas personas que no la conocieron: alumnos, profesores, amigos y allegados a la congregación. El año pasado, en el Colegio Cristo de la Yedra, donde doy clase, y en el Colegio Mayor donde vivo, pude comprobar el impacto de una mujer tan normal que, con sus debilidades y fortalezas, entregó su vida (literalmente) por amor a los más pobres.
Una ‘influencer’
No es fácil encontrar referentes para los adolescentes y para los universitarios de hoy, mujeres y hombres que de verdad les interpelen y les hagan preguntarse por sus vidas. Hoy puedo decir que Isa es una buena ‘influencer’ de nuestra Iglesia, tan necesitada de visibilizarse en rostros de personas concretas que viven al estilo de Jesús. Transcribo a continuación el testimonio de algunos alumnos y profesores que han conocido a Isa tras su muerte, a través de sus cartas y otros documentos. Su propia experiencia habla por sí misma:
“En el Cristo de la Yedra, hemos intentado acercarnos a su figura, a su trabajo, a sus ilusiones, a sus amigas… Es una experiencia preciosa que nuestros niños y niñas, y también todo el claustro, hemos valorado mucho. De la mano de la comunidad de religiosas, Isa se acerca a nuestro colegio cada curso escolar para contagiarnos de su confianza, ilusión, entrega y esperanza. Su ejemplo de vida nos dice cómo ella fue grano de trigo que dio fruto y, a su vez, nos anima a que nosotros también podamos ser fruto para el mundo”. (Manolo).
“La vida y la muerte de Isa me conmocionaron. ¿Cómo pudo vivir esa entrega honda y alegre en medio de situaciones tan duras? Sin haberla conocido personalmente, lloré su pérdida. Sentí que ella había participado, como Jesús, del destino de los pobres que sufren violencia”. (Mariola).
“Isa fue una persona verdaderamente comprometida con ser posibilidad y esperanza para otros. Hoy en día, todo el mundo dice tener buenos ideales, pero muy pocos están dispuestos a “ensuciarse las manos”. Todo el mundo está a favor de la ecología y de cuidar el planeta, pero ¿cuántos van a una librería y pagan más por comprar papel reciclado en lugar de papel nuevo? Todo el mundo está a favor de acoger inmigrantes, pero, ¿cuántos están dispuestos a acoger a uno en su casa? Comprometerse es molesto y te complica la vida. Es mucho más fácil ir a una manifestación una vez al año y olvidarte del problema todos los demás días. Hay mucha palabrería y muy poca acción. Isa fue alguien que eligió salir de su comodidad y comprometerse en ser luz para los demás. Sin llamar la atención, sin buscar protagonismo; no tratando de buscar ‘likes’ de los demás ni su aprobación. Una persona necesitaba ayuda, e Isa se la daba. Sin condiciones, sin importar las circunstancias (recuerdo sobre todo el día del terremoto; yo hubiese salido corriendo y ella se quedó a salvar vidas). Ponía el foco en las personas y las llenaba de luz con la luz que ella misma irradiaba. La prueba de esto son las fotografías con personas con miembros amputados o con alguna prótesis: a pesar de la circunstancia, transmiten pura felicidad”. (Enrique).
“Isa era canela, y era sal. Isa es luz. Isa cambió el mundo y, aunque el mundo no lo sabe, Isa murió de amor. Y luego hay que decir que era valiente (tal vez no siempre), fuerte (lo parecía), sensible (solo hay que oírla), firme (no hay más que verla), proactiva y lo demás: que tenía la locura de un vendaval de verdades, pero, sobre todo, hay que decir que es luz. Sí, definitivamente, si alguien me preguntara, yo diría que es luz”. (Loren).
“Para mí, Isa Solá era una persona inspiradora y llena de amor hacia los demás. Gracias a su vida, me he dado cuenta de que se puede ser feliz y tener ilusiones, sin tener mucho y compartiendo sobretodo amor y alegría con los demás.” (Aurora).
“Isa Solá es una mujer inspiradora y una muestra de que todo es posible si se intenta y se quiere hacer. Es una mujer increíble, mujer llena de sueños. Pongo ‘es’, en presente, porque en realidad sigue con nosotros”. (Lía).
“Isa fue una persona muy valiente y que ha tenido mucho valor y fuerza de voluntad al haberse ido a uno de los países más pobres del mundo a ayudar a personas muy necesitadas. Y ella ha tenido el gran corazón de ponerse en el lugar del otro, y de darlo todo por ellos y nunca rendirse, sabiendo que pone su vida en peligro”. (Sheila).
“Mujer que durante su juventud atravesó terremotos espirituales que la llevaron a encontrar la verdadera fuerza que Dios hacía crecer en su interior. Espiritualidad profunda con un cable a tierra que le permitió ver a Dios en la melodía de lo cotidiano; sabiendo respetar los silencios, tocar los graves y alzar la voz ante los agudos de una sociedad sumida en la pobreza. La grandeza de saber despedirse es la mejor señal de que supo vivir intensamente. Cada vez que leo su testamento vital, siento ganas de vivir”. (Trini).
“Isa Solá significa para mí un ejemplo de mujer entregada al servicio de los demás, una mujer que encarnó el misterio del Amor de Dios en su vida. Ella, como religiosa de Jesús-María- hizo vida el carisma de Claudina en todas las misiones que compartió tanto en África como en Haití. Un ejemplo de vida consagrada enteramente a Dios y a los demás, haciendo de su vida un don de entrega al mundo. Dar gracias a Dios por la vida de Isa Solá es dar gracias porque su vida ha sembrado en los que la conocemos a través de sus escritos un nuevo modo de seguir viviendo al estilo del Evangelio que ella encarnó”. (Cristóbal).
“Durante un tiempo, tuvimos la gran oportunidad de conocer a Isa Solá. Quizá demasiado tarde. He tenido la oportunidad de ver, no solo como maestra, sino como madre, el gran impacto que ha supuesto en nuestros adolescentes la vida de esta gran mujer. Ha venido a renovar la imagen que nuestros alumnos tienen de Claudina y de Jesús-María, viendo en ella y en la congregación ese deseo de ayuda a los más desfavorecidos. Para mí, el impacto ha sido diferente. No era consciente del riesgo que corren estas mujeres en países olvidados para todos, sobre todo para las instituciones. No es una crítica; sé que garantizar la seguridad de los cooperantes es una prioridad, y la comparto. Pero, cuando ya no queda nada, lo único que se mantiene es la ayuda de una congregación como Jesús-María, que entiende que no puede dar la espalda a esta realidad, a pesar del riesgo que se corre. La única esperanza es que por suerte todavía quedan muchas “Isas”. Dijo Isa Solá que “lo que no se da se pierde”. ¡Qué gran verdad! (Amparo).
Gracias, Isa, por ser Evangelio vivo, por dejarte partir, por entregarte sin reservas. Ese gesto de amor no necesita muchas homilías, lo entiende todo el mundo.