Sigo en mis treces, la verdad del Evangelio no es certificada desde fuera sino desde dentro de la vida, el Evangelio es verdad porque lo que nos dice está vivo en la vida, en la historia… así me ocurre con esta joven “Mía”.
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El otro día hablaba de un pastor en el portal viviente de hoy, ahora no traigo la figura de una angelita o pastorcita, sino de algo más acorde con nuestros tiempos y sin embargo muy interpelador por contradictorio con la cultura que parece imponerse sobre todo en el ámbito juvenil.
Había oído hablar de ella, pero no la conocía personalmente hasta hace unos días en el concierto que el pianista Monty organizó con la artista Guadiana en las rejas de un convento de clausura que se encuentra en Talavera la Real, el primer convento fundado en Extremadura hace más de cuatrocientos años y que sigue lleno de vida y de luz en lo más oculto y silencioso de nuestra sociedad. Allí vi una joven alegre, despierta, cantarina y bailarina, bella a más no poder.
Verdad confirmada por todos a los que les he hablado de ella con las fotografías que tomé en el comienzo de una oración de intermedia que compartí con la comunidad y que ahora me permito ofrecerla para que os unáis a su oración y búsqueda de luz, verdad y vida.
Primeras palabras
La frase bíblica que le corresponde a este hecho de vida en la lectura del Evangelio de la solemnidad es clara y directa: “He visto salir su estrella y vengo a buscarlo para adorarlo”.
Ella misma me lo contaba en sus primeras palabras aprendidas en castellano, que repetía en claves fuertes para que yo me enterara bien de su proceso y quedara claro cómo actúa Dios en medio del mundo y como sigue anunciando y anunciándose donde y como quiere.
Dos horas de vida
Mía, pasó por Badajoz camino de Lisboa, iba con muchos otros jóvenes al encuentro de la JMJ, con la ilusión de experienciar la fe y su esperanza en comunión con la juventud cristiana del mundo. Le ilusionaba encontrarse con la profecía de un anciano Papa que cree en la alegría y en la fuerza del evangelio para los jóvenes del mundo. En su paso por Badajoz estaba destinada con su autobús a ir al convento carmelitano de Badajoz, pero por confusión los llevaron a Talavera y allí estuvo dos horas hasta que se arregló el entuerto. Fueron dos horas de vida y de luz, al menos para ella.
En ese tramo de tiempo corto para lo que es una vida, en ese instante y encuentro, algo debió suceder, aunque ella como la virgen María, no lo entendía bien. Le sorprendió un sentimiento de búsqueda y deseo que no la abandonó a su vuelta a su isla del pacífico. Se gestó en ella un profundo deseo de conocer esta vida y este modo de relación con Dios y con los demás que vislumbró como resplandor en ese paso por la comunidad contemplativa.
A fondo perdido
Buscó el contacto con las hermanas y fue compartiendo y rezando con esos sentimientos. Qué haya podido pasar sólo Dios lo sabe, el caso es que ella se pilló su mochila, con muy poca carga, sólo la necesaria para ser y llegar, y aquí está hace más de un mes viviendo en la realidad de este convento de espiritualidad carmelitana. Es una buscadora sin límites, a riesgo total y a fondo perdido.
Llegó sin saber nada de español y ayer ya me entendía en lo que yo le decía, pidiéndome a veces que le repitiera algunas palabras, que otras hermanas le traducían al inglés, pero que ella volvía a repetirlas con fuerza en castellano. Observé como leía con fluidez los salmos de la hora intermedia y subrayaba con fuerza lo esencial de las frases. La mirada atenta y firme, la sonrisa abierta y clara, los ojos llenos de luz, su boca llena de dulzura, sus manos vivas y abiertas de par en par. Su deseo claro, buscar la luz de su vida, el tesoro de la bienaventuranza. Está dispuesta a darlo todo por encontrase con el amor en la dimensión del absoluto para ser feliz y llevar la Buena Noticia a los que buscan como ella.
Luz de una estrella
Viene de Oriente, ha visto la luz de una estrella que le indicaba a Lisboa, pero no se quedó en lo fastuoso de un encuentro, en la multitud, en la grandeza de una celebración, en la urbe de Lisboa, sino que supo ver la estrella en un pequeño convento olvidado en el ámbito rural de Extremadura, donde sólo Dios hace obras grandes por la humanidad a través de esta comunidad diversa y plural de edades, origen, procesos, sensibilidades… pero con un sentimiento fraterno centrado en la mirada a Jesucristo. Aquí está depositando todo su oro, mirra e incienso, apostando por volver a la vida por otro camino que sólo Dios y ella van a ir descubriendo. Yo me quedo anonadado como pastorcillo invitado por Dios para ver estas cosas e intento como María guardarlas en mi corazón y meditarlas como estoy haciendo ahora mismo con todos vosotros.
No sabemos a dónde le llevará este proceso a Mía, pero no cabe duda que hoy se repite la búsqueda itinerante de una humanidad peregrina que busca los signos de la luz y que desea pararse allí donde la está la verdad, la vida, la felicidad de lo verdaderamente humano. Yo bendigo a Dios por este convento y por esta comunidad orante y viva de carmelitas, por este resplandor del que son portadoras y por este nivel de acogida en silencio y libertad, sólo eso hace que Mía se sienta tan libre y tan querida en este camino de anunciación inesperada e inescrutable. Está ocurriendo entre nosotros, aquí esta una verdadera maga de oriente que busca a Cristo con radicalidad.