Caminemos juntos. Como alegre novedad tantas veces deseada e intentada. Caminos vírgenes, a estrenar, si nos los creemos. Francisco es el Papa de la sinodalidad y la ha constituido en estos nuevos tiempos como una piedra angular de su magisterio. En hechos y palabras. Invita al diálogo y a los encuentros concretos con la gente. Con ello además nos indica una manera de transmitir la fe hoy: no se trata solo de hacer el sínodo, sino de convertirse en sínodo.
- EDITORIAL: Migrantes sinodales
- PODCAST: Luca Casarini, el padre sinodal de los migrantes
- A FONDO: Luca Casarini, el padre sinodal de los migrantes
- REPORTAJE: Ibrahima Balde, protagonista de ‘Hermanito’, el espejo en el que Francisco pide que nos miremos
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Lo pienso mucho en este momento previo a la Asamblea del Sínodo. Y como un nómada de la vida, como tantos otros y con tantos otros, como un peregrino humildemente ignaciano quiero atravesar los senderos universalmente eclesiales (que me empujan también a muchos caminos sociales) atravesando y atravesado por esos otros caminos originales y únicos, de migrantes y refugiados. Y que pueden converger, apoyarse, y construir un nuevo y siempre virgen camino compartido.
El que Francisco desea que construyamos juntos. También desde la diversidad que supone que las huellas que lo transiten estén marcadas por los pasos de los que huyen. Fugitivos de la vida imposible, que por razones de desarrollo, causas climáticas, por dignidad, por hambre… se movilizan ejerciendo sus instintos de vida y ansias de libertad.
Han sido muchas las ricas experiencias incorporadas. No exentas a veces de desconfianza en ámbitos eclesiales. De las mismas y eternas estatuas de sal que –mirando solo hacia atrás– son también los que desconfían de la riqueza que los emigrantes puedan aportar. Porque incorporarse al camino de otros supone desinstalarnos de nuestro confort y comodidad (desde el “no siempre se ha hecho así” o desde “no estamos preparados”).
Y es que caminar juntos en la marcha sinodal no es solamente un sentido de pertenencia por unos parámetros legales. O por una acción sociocaritativa benevolente. O por participar en algunas reuniones eclesiales para tranquilizar conciencias. Ser nosotros camino sinodal con los otros, excluidos y diversos, es cuestión de igualdad y de fraternidad. Porque donde todos los demás ven a un migrante, el cristiano, ve a un hermano.
El excluido en el centro
Es la posibilidad de reencontrarnos con lo humano del otro/a. Y si no somos capaces de encontrarnos con los otros, múltiples y diversos, no seremos capaces de conectar con el Otro que nos convoca y nos une para escucharle en el Sínodo. Y es que el camino del reencuentro (paso a paso, verso a verso, cada uno como pueda y donde pueda pero siempre caminando) siempre fuerza a la imaginación de la comunidad para ayudar a tomar conciencia de la necesidad de crear espacios y estructuras nuevas donde vivamos relaciones mutuas y horizontales, recíprocas y complementarias, donde el excluido pueda colocarse también delante del Señor.
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