Tribuna

Mirar todas las flores. Recordando a Chiara

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Kierkegaard afirma que cuando se pide al hombre que mire los lirios del campo se le solicita que les preste justa atención para, de esa manera, transformarlos en objetos de  consideración, de contemplación, esto es, sentir desde nuestra propia mirada el aroma profundo de los lirios que se nos ofrecen a la vista. Significa dejarnos poseer por sus olores y por el vaivén de sus pétalos al paso frágil de la brisa que les acaricia la existencia.



Mirar los lirios nos puede llevar a liberarnos de una angustia, pero verlos de verdad es todavía un acto más primario. Si miramos los lirios sólo para vencer la ansiedad, no los veremos de verdad. Es necesaria la calma, la ausencia de ansiedad, para poder observar los lirios.

Estas cuestiones vienen a mi mente luego de leer el breve ensayo de Chiara Lubich llamado Mirar todas las Flores aparecido en su libro La Doctrina Espiritual (2005) por la editorial

Ciudad Nueva. En este breve ensayo Chiara Lubich nos lleva de la mano por su reflexión acerca del amor y de la posibilidad de afianzarnos en el valor supremo de la vida por medio de una espiritualidad concebida desde la interculturalidad, ese fenómeno tan manoseado intelectualmente, pero poco acariciado con las manos de la vida que fluye en la cotidianidad.

Miremos…

En sus primeras líneas ya nos advierte hacia dónde apuntan sus ideas: la aspiración de fieles por comprender la vida en armonía con Dios y para ello emplea magistralmente la metáfora de un jardín pleno de flores. Los fieles, escribe Chiara, “están como en un gran jardín florido y miran y admiran una sola flor. La miran con amor en sus detalles y en su conjunto, pero no suelen mirar tanto las otras flores”. De alguna manera esta idea de Lubich me trae a la memoria un verso de un bello poema sufí que dice: “Me amas con toda el alma; sin embargo, me ignoras en cualquier sitio, a cada instante, frente a todos”.

No puede existir amor a Dios si no hay amor al Otro y es justamente en el centro de la experiencia del amor donde podemos hallar a Dios. No puede existir amor a Dios si no hay amor al Otro, al hermano, mi Yo-Ajeno. El Rig Veda de la espiritualidad oriental siente al hombre como una antropología descendente por cuanto es una emanación de lo divino. Esto es compartido por todos los libros sagrados que inspiran a todas las profesiones de fe, desde el Tao que nos dice que las cosas del mundo nacen del ser y el ser nace del no-ser hasta la Biblia cuando, a través del Evangelio de Juan nos recuerda que proviene del verbo y el verbo es Dios.

1. Mirar Todas Las Flores

¿Qué significa mirar todas las flores?

Mirar es una experiencia sensible que nos convoca a otras posibilidades de afrontar la existencia. Sartre comprende la mirada como un dato en la experiencia que testimonia la existencia del otro que, al mismo tiempo, también nos mira. El otro nos es presente manifiestamente en la experiencia de la mirada, que es la experiencia fundamental en la comunicación.

Cuando sentimos que alguien nos mira, sentimos que estamos ante otra subjetividad, ante otra conciencia, no ante un mero objeto. La mirada es el primer paso para el encuentro feliz o infeliz de dos libertades o, al menos, de dos seres que se presumen libres. Es el ámbito primero que abre la puerta a la comunicación.

De este modo, Chiara parece invitarnos a emprender una arqueología de la mirada, en busca del soporte íntimo y extraño del mundo sensible y el sujeto. Quizás intenta entrar en sintonía con la idea platónica que manifiesta a la razón como los ojos del alma puesto que, podemos suponer, el mundo está conformado por imágenes contemplativas. Nuestros ojos de carne, apuntará Merleau-Ponty, son más que receptores de luces, colores, líneas; son ordenadores del mundo que tienen el don de lo visible.

Intuyo en el decir de la mirada de Chiara el festejo de un corazón latiente como ojo con el que nos lanzamos a la experiencia del amor al otro y al mundo. Mirada tenue y limpia a través de la cual podamos caminar hacia nosotros caminando hacia el hermano que es caminar hacia Dios que nos espera en la mirada del hermano que nos mira mientras lo miramos. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela