Tribuna

Misioneros: humildad y audacia

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Las confidencias de dos religiosas misioneras granadinas, una en Venezuela y otra en Burundi, han marcado evangélicamente mi octubre misionero. Es un impacto imborrable de la actualidad salvadora que sigue alentando la cruz y resurrección de Cristo en todas las naciones.



Oír de viva voz a dos mujeres apasionadas por la misión, mirando el brillo de sus ojos y percibiendo el gozo de las Bienaventuranzas a través de sus relatos de pasión, es una gracia de Dios. Gracia que estremece y estimula a seguir trabajando por la llegada de su Reino en nuestra tierra andaluza y en el mundo entero. Fieles al desafío misionero, como quieren los obispos españoles en su nuevo Plan pastoral para 2021-2025.

Se suele decir que hoy la misión está en todas partes, y es verdad. Pero añadiendo: en unas más que en otras. Donde se percibe más inhumanidad, hay más reclamo de Evangelio y de sus testigos fidedignos.

Donde sobreabundan los pobres con todas las retahílas de pobrezas sobrevenidas, hay que percibir con los ojos de la fe la gracia más sobreabundante de Cristo que sostiene tantas vidas maltrechas.

misionera asiática en Sudán del Sur con niños pequeños

Y esta gracia se acrecienta manifiestamente cuando los testigos del Evangelio ofrecen su servicio de fe, esperanza y caridad con total gratuidad; y expuestos a todo riesgo de enfermedades, incomprensiones, rechazos, secuestros y hasta muerte violenta.

Por eso, hay que mantener la oración diaria suplicando a Dios “más obreros para su mies”, más vocaciones laicales, religiosas y sacerdotales para la misión ad gentes. Y disponibles para secundarla, pues, al pedir para todos, también se incluye uno a sí mismo.

Cristos en miniatura

En cada “discípulo misionero”, como llama a cada cristiano el papa Francisco, se reproduce el misterio entero de Cristo, su servicio del anuncio del Reino de Dios, su pasión sobrevenida y la fuerza imparable de su resurrección con el don de su Espíritu Santo.

La mayor alegría de la vida es ser otros “cristos en miniatura”, gozando más de su vida al transmitirla a otros, “como corderos en medio de lobos”, según dijo Jesús a sus primeros enviados a la misión.

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