Tribuna

Morir por amor

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San Pablo en la carta a los Corintios dice, que aunque entregáramos nuestros cuerpos a las llamas, si no lo hacemos por amor no sirve de nada[1].

Las motivaciones opuestas al amor pueden ser la autoreferencia, el exitismo, la fama. Todo eso y mucho más pasa y no deja huellas (al menos buenas), en cambio el amor queda para siempre, no pasa jamás.

Es difícil pensar en morir por amor, da la sensación de que son dos elementos opuestos, ya que el amor es signo de vida. Como discípulos de Jesús y más aún, como compañeros de humanidad, debemos buscar el bien de los demás muchas veces con el costo de nuestro propio querer, renunciando a placeres o comodidades legítimas. ¿Qué es eso sino morir a nosotros mismos en pequeños actos sólo motivados por el amor? La hoguera de la que habla San Pablo bien puede alimentarse con una pequeña llama cada día. Una llama que brota de la Pasión por Jesús y por la Humanidad que todos los que sirven por amor, llevan dentro. Morir por amor puede ocurrir a cada momento o en un momento.

Muchas personas dan su vida en un instante por salvar a otros, un ejemplo reciente es el buzo que murió afixiado en el operativo de rescate de los niños atrapados en la Cueva de Tailandia[2]. Otras, que también han comprendido que para amar hay que dar y darse, entregan anónimamente su vida a cada paso.

Morir por amor no es título de una novela rosa, es reconocer el rostro de Jesús en el prójimo y desde allí amarlo hasta dar la vida.

En La Rioja, Argentina en el año 1976, 4 personas que -momento a momento- daban su vida por los demás, la dieron en un solo momento al ser asesinados. Los mataron porque “hacían lío” y no les convenía a los que, momento a momento, sometían con trabajo indigno o ideas totalizadoras a sus propios compañeros de humanidad.

Uno de ellos fue Wenceslao Pedernera, un laico, esposo y padre de familia que daba catequesis enseñando la dignidad de ser hijos de Dios. Su muerte ocurrió, por seguir su costumbre de abrir a todos la puerta de su casa, el 25 de julio de 1976. Esa noche cuatro encapuchados llamaron a ella y como siempre Wenceslao atendió, allí mismo lo acribillaron[3]. Gente de cara y acciones ocultas quisieron acabar con el que siempre mostraba un rostro misericordioso a quien lo necesitara. Pero como el amor no pasa, las puertas de Wenceslao siguen abriéndose y hoy es ejemplo a la hora de dar la vida por amor.

Los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville fueron torturados y asesinados el 18 de julio de 1976, una semana antes que Wenceslao Pedernera por la misma razón de vivir el Evangelio, hacer el bien a los demás, y por pensar y hacer pensar distinto a sus fieles[4]. Era un momento agitado de la política argentina y latinoamericana y estos curas fueron coherentes con la fe y  conscientes de que la llamada de Dios cuesta la vida. Vida que vale si se muere por amor.

Enrique Angelelli, era obispo de La Rioja en ese tiempo, pastor con olor a oveja con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio. Cualidades que nos parecen comunes en nuestra época, pero 40 años atrás no pecaban de frecuentes. Él mismo decía que molestaba a los poderosos que ya habían matado a un laico y a dos curas pero que en definitiva, iban por él[5]. Y así sucedió el 4 de agosto de ese año. Asesinato que fue presentado como un accidente de tránsito y aceptado así, por miedo o por complicidad, por las autoridades de todo tipo. Lo mataron en camino, mientras viajaba en medio de una ruta descampada. Quisieron terminar con el camino del pastor y con la huella para sus ovejas pero, nuevamente la vida entregada por amor, hizo caminar a Monseñor Angelelli por estas tierras como llama que no se apaga y entibia los corazones. Detuvieron su camino, mas no detuvieron su andar.

Como congregación tenemos el regalo de tener una comunidad en La Rioja, casa que frecuentaba Angelelli, hermanas de ese tiempo recuerdan testimonios de su ser y su hacer[6]. Una de ellas cuenta que “tenía una estatura normal, fornido y ágil, usaba anteojos de marcos gruesos que no impedían ver sus ojos que se entrecerraban cuando reía. Era un hombre sereno, bromista, sencillo, austero y apasionado en su apostolado evangélico. Todo regalo que le hacían lo daba a los pobres. Se notaba algo distinto en su opción de tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio.  Imbuido del mensaje del Concilio Vaticano II, puso en práctica las disposiciones de la doctrina Social de la Iglesia, en especial, el compromiso con la defensa de la libertad y dignidad de las personas. De la misma forma en que los discípulos de Jesús encontraron resistencia y fueron criticados y atacados tanto por el conservadurismo ortodoxo judío y las autoridades imperiales romanas, Angelelli sufrió las calumnias y ataques de un grupo elitista riojano tanto de los conservadores católicos, como del poder gobernante. Eso no le impidió acercarse a los pobres, a los obreros y campesinos, a los estudiantes y muchos religiosos, que percibían en él a un auténtico Pastor y participaban activamente en su proyecto de trabajo en la Diócesis. La feligresía, en general, sentía un afecto inmenso y una gran fidelidad hacia Monseñor Angelelli, sin embargo, el Diario El Sol, y un grupo  de laicos terratenientes conservadores denominados “Cruzados de la Fe”, fueron sus feroces detractores. Montaron una campaña en su contra, tildándolo de comunista y otras calumnias, por propiciar la formación de cooperativas de los trabajadores del campo y muchas otras labores dentro de su pastoral social.[7]

En una ocasión, al comienzo de la Misa y al arrodillarse frente al altar, las hermanas comprobaron que las suelas de sus zapatos estaban gastadas, por sus perforaciones se veían sus medias. Un pastor con olor a oveja anda los caminos. A nadie le es ajeno que Monseñor Angelelli anduvo muchos caminos, tantos que gastó los zapatos y también con ese signo mostró que se hizo uno con los pobres, los que no pueden comprarse otro par de zapatos.

Los zapatos de Angelelli dejaron huella, pero también retazos de suela en los caminos riojanos. El corazón de Angelelli por llevar amor terminó herido, agujereado como sus zapatos. Herida que fue surco fértil regado por su sangre mártir. Corazón que se jugó por el amor, vida que murió por amor.

Pidámosles, a estos 4 mártires argentinos, tener el coraje de dar la vida por amor.

 

[1] Cf. 1Cor 13,3
[2] www.elmundo.es › Inicio › Internacional 6/7/2018.
[3] https://diocesisdelarioja.files.wordpress.com/2018/08/material-para-el-animador-cartilla-martires.pdf
[4] Ídem.
[5] http://madrecatalinademaria.com/el-mismo-sabia-que-su-destino-era-ser-martir/
[6] http://madrecatalinademaria.com/felisa-relata-vivencias-de-un-pastor-martir-monsenor-enrique-angelelli/
[7] http://madrecatalinademaria.com/los-zapatos-de-angelelli/