Tribuna

Necesitados de un nuevo Pentecostés

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Nuestro mundo se parece bastante a lo acontecido con la construcción de la torre de Babel. Construimos un mundo con inmensas divisiones y desigualdades, con discordias y guerras; un mundo en el que se utilizan las religiones para llegar a justificar la violencia, el terrorismo, la muerte; un mundo donde los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos; un mundo gobernado por un mercado capitalista, que nos convierte en sujetos pasivos, en hambrientos consumidores; un mundo en el que vamos destruyendo la naturaleza y matamos la belleza de todo lo creado; un mundo amenazado y con miedo ante el poder económico y político; un mundo endiosado por la tecnología, el dinero, la ideología y el poder.



Este mundo va muriéndose a pesar de los avances científicos y tecnológicos. Estamos adormecidos, sin darnos cuenta de lo que está aconteciendo, limitándonos a vivir al día, el carpe die.

Este mundo está necesitado de un nuevo Pentecostés, necesitamos que venga el Espíritu para romper los muros de la desigualdad, la intolerancia, la insolidaridad, la indiferencia social. Necesitamos que venga el Espíritu y nos enseñe a hablar el lenguaje del amor, de la fraternidad, de la reconciliación, que nos enseñe a hablar la lengua de la justicia y de la misericordia con los hermanos, más allá de localismos o nacionalismos.

Una surfista salta al mar desde un muelle en primera línea de playa en Durban, Sudáfrica. EFE/KIM LUDBROOK

Hoy, necesitamos que venga el Espíritu a hombres y mujeres, para que posean un corazón nuevo: el corazón de la compasión, la bondad, la ternura, la humildad, el amor. Necesitamos que venga el Espíritu y nos ayude a ser conscientes de que sin Dios somos cada día más inhumanos, más vengativos, más endiosados, queriendo dominar todo lo creado sin escrúpulos algunos. Necesitamos que venga el Espíritu para no creernos que somos dioses, pudiendo utilizar cualquier tipo de poder sin ética alguna.

Audaz, creativa y valiente

Necesitamos que venga el Espíritu para que nuestra Iglesia sea una Iglesia audaz, creativa, valiente, dispuesta a dar testimonio del amor, sin caer en la tentación del poder y el proselitismo; una Iglesia que actué desde el corazón bondadoso del Padre Dios, con el evangelio de Jesús y con la unidad y la comunión amorosa de la Trinidad; una Iglesia amable, acogedora, preocupada no por la ley sino por el amor; una Iglesia anunciadora de la Buena Noticia de Jesús, siendo sacramento de Cristo, convirtiendo sus instituciones en hogares de acogida, de libertad, de amor y tolerancia.

Somos pequeños, miedosos, con angustias y ansiedades, y necesitamos que venga el Espíritu para que nos libere, nos haga vivir con libertad y sin condicionamientos, sin ataduras ni complejos. Necesitamos que el Espíritu nos sane y transforme nuestras zonas oscuras en zonas de luz, que nos dé la fortaleza para luchar y no dejar que nuestro ego nos desgaste por dentro. Necesitamos que el Espíritu nos recuerde quienes somos y a hacia dónde vamos, que no perdamos nuestra identidad cristiana, que sepamos tratar a Dios como Abba, y sigamos con alegría a su Hijo Jesucristo. Necesitamos que el Espíritu nos haga ser valientes y comprometidos, unidos a los otros hermanos, formando una comunidad fraterna.

¡Ven, Espíritu de Dios! Nuestro mundo gime de dolor y no acabamos de aprender el lenguaje del amor. ¡Ven, Espíritu de Dios! Nuestra Iglesia está dividida, sin pasión evangélica, anclada en el pasado y con poco entusiasmo. ¡Ven, Espíritu de Dios! sácanos del tradicionalismo, del clericalismo, despiértanos de la dormición misionera. ¡Ven, Espíritu de Dios! Haznos personas libres, con empatía y sensibilidad ante el otro, con humidad, con el corazón siempre abierto al nosotros.

¡Ven, Espíritu de Dios! danos fe, aumenta nuestra fe ante las dudas que tenemos; danos fe cuando nadamos a contracorriente; danos fe cuando creemos que nos hundimos; danos fe cuando aparecen los grandes conflictos y problemas en la vida; danos fe cuando experimentamos nuestra debilidad y sentimos nuestra impotencia, cuando nos llega al enfermedad y vemos como nuestro cuerpo va desvaneciéndose; danos fe a pesar de los pecados de la Iglesia; anos fe aunque cada día seamos menos en la comunidad.

Oh Espíritu Santo,

Amor del Padre, y del Hijo,

fuente de vida y amor.

Inspírame siempre lo que debo pensar,

lo que debo decir,

cómo debo decirlo,

lo que debo callar,

cómo debo actuar,

lo que debo hacer,

para gloria de Dios,

el bien de mis hermanos

y mi propia Santificación.


*Francisco Maya Maya es vicario general de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz y párroco de Nuestra Señora de Guadalupe (Badajoz)