Tribuna

No mires los rostros… mirá los zapatos

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Una hermana de mi congregación que conoció al Obispo Angelelli[1] me contó que supieron el color de sus medias cuando se arrodilló frente al Santísimo y en la suela de sus zapatos gastados tenía un orificio que las dejaban ver, eran de color bordó. Allí estaba uno de los signos de este gran obispo, no sólo un caminador, también un hombre austero que vivía para los demás sin pensar en él mismo.



En una misa crismal de mi diócesis estaba sacando fotos a los sacerdotes en la procesión de entrada y uno de ellos, anciano, me dijo ¡No saques fotos de las caras, toma fotos de los zapatos! Intuitivamente me fijé en los de él y eran unas sandalias gastadas, sandalias que habían caminado con y por su pueblo.

Una gran sorpresa que nos trajo Francisco fue que, al asumir no quiso usar los zapatos rojos destinados a los papas, sino sus zapatos gastados con los que andaba en Buenos Aires. Uno de los sacerdotes allegados me contó que cuando fue para su asunción, una semana después de su elección, le llevó el “otro” par de zapatos que tenía. Muchas fotos se tomaron de su calzado común y corriente, los de un hombre más.

Hechos que nos llaman la atención porque salen de lo “normal” y me pregunto ¿lo anormal no sería tener zapatos de todos los colores y estilos en los que se gastan fortunas y se desechan por temporadas? De esto también, los zapatos hablan por nosotros.

En los zapatos del otro…

Muchas veces, reflexionando sobre nuestros pastores, consideramos las palabras que dicen, miramos sus rostros más o menos simpáticos, sus gestos de cariño, los lugares y personas que frecuenta y reparar en los zapatos no es un detalle menor. No sólo porque indican lo que comenté sobre el Obispo Enrique o sobre este cura anciano sino porque para opinar o hacer una apreciación se nos pide estar en los zapatos del otro; no juzgar si antes no se ha andado desde el otro y con el otro.

Estamos en un tiempo de sinodalidad, de marchar juntos como Iglesia, de caminar tanto hacia adelante acompasando nuestros pasos con los de Jesús y los hermanos, como también hacia atrás para imitar el andar de la primera comunidad cristiana hermosamente descrita en los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles. Ser iglesia es ser caminante y en ese camino los zapatos describen nuestro andar

Me quedé pensando y también me fijé en los míos y en los que tengo guardados “por si me llegan a hacer falta” “porque no me gustan demasiado” “por…”

Quizás estaría bueno hacer un examen de conciencia a partir de nuestros zapatos y de los lugares en que gastamos sus suelas.

[1] Beato mártir, nacido en Córdoba en 1923, miembro del Concilio Vaticano II, obispo auxiliar de Córdoba y de La Rioja  entre 1968 y 1976 año en que fue asesinado en Punta de Los Llanos, La Rioja.