Tribuna

Obispos santos

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La noticia de la beatificación de “San Romero de América” generó una alegría inmensa en buena parte del pueblo católico latinoamericano. Su conversión espiritual y pastoral en medio del sufrimiento de los más pobres y su asesinato eucarístico luego de su pedido radial de detener la represión no dejaban dudas sobre su martirio evangélico. Era cuestión de tiempo y del “recambio” de algunas autoridades civiles y eclesiásticas para que llegara.

Pero la beatificación por martirio de Monseñor Angelelli, asesinado durante la dictadura cívico militar más terrible de la historia argentina, no era tan clara en su desenlace, y menos en un horizonte cercano. La misma “Justicia” tuvo que caminar lentamente y depurarse en su interior para poder avanzar hacia la verdad histórica y condenar, casi cuarenta años después, a los responsables de tan horrible homicidio.  En este caso, además, había cómplices del silencio y el ocultamiento de lo sucedido por cuestiones ideológicas, no sólo del lado de sus asesinos, sino de los mismos medios de comunicación y, lo que es peor aún, de muchos de sus compañeros de episcopado que lo dejaron librado a su suerte y no hicieron nada tras su desaparición. Incluso algunos se plegaron a la “versión oficial” de un accidente, desconociendo ése y los otros asesinatos de mártires ocurridos días antes, dos sacerdotes y un catequista, por quienes el pastor riojano optó por quedarse a pesar de poner en riesgo su propia vida.

El pueblo, por delante de sus pastores

Hacía años ya que su acompañante había relatado lo que recordaba de los hechos y algunos pastores, a medida que accedían al episcopado, habían comenzado a acercarse al lugar de los hechos para ciertas fechas destacadas. Muy distintos del pueblo cristiano de a pie que ya había dado su veredicto de santidad desde los mismos días de aquellos homicidios a manos de los verdugos de turno. Como en muchos casos, el pueblo fue por delante de sus pastores.

El editorial sacado en los últimos días por el tradicional diario porteño La Nación, es un fenómeno más de una larga trama de intrigas, falsedades y maniobras de los medios para ocultar la verdad histórica. Más aún, para ocultar una realidad no siempre suficientemente destacada: no toda la cúpula eclesiástica de aquellos años estuvo en connivencia con la dictadura, y muchos pastores, obispos, sacerdotes, consagrados, catequistas, animadores eclesiales, etc, lucharon por la defensa de los derechos humanos y por los más pobres aun arriesgando su vida.

Esas líneas del conocido matutino buscan confundir, y sobre todo apuntan a dos frentes. Por un lado, enturbiar la memoria histórica de la Iglesia católica. Basta ver la foto que acompañaba el texto editorial (sacada de todo contexto) y la afirmación de la afiliación a Montoneros de Angelelli, totalmente falsa y alejada por completo de la personalidad de un pastor, que hoy calificaríamos como moderado y clásico, pero eso sí, muy cercano al pueblo y especialmente sensible al sufrimiento de los más pobres.

Dañar a la Iglesia

El segundo objetivo apunta a dañar a la Iglesia católica actual, y especialmente al papa Francisco, su animador espiritual universal.  Por un lado se intenta minar la misión pastoral de muchos obispos, la mayoría de ellos nombrados por Francisco. Son hombres cercanos a la gente y de un fuerte talante eclesial de comunión. Incluso algunos de ellos destacan por su buena percepción de la realidad y por su sensibilidad por los más pobres y sufrientes (Monseñor Colombo es uno de ellos y respondió rápida y claramente al matutino poniendo las cosas en su lugar de acuerdo al Evangelio).

Es claro que ese diario no apoya ni apoyará este tipo de pastores que no se colocan en forma equidistante entre el poder y los sufrientes, sino que, como Jesús de Nazaret, siempre estarán del lado de los más débiles. En ese sentido, iguales al mártir de La Rioja. Máxime cuando transitamos como país una etapa dominada por criterios economicistas neoliberales que lo único que traen es sufrimiento al grueso de la población, y sobre todo, a los más desposeídos y a los que van quedando excluidos de un sistema pergeñado para pocos con muchos bienes muy mal distribuidos.

No son capaces de asumir

Pero la nota deja claro que el “error” de dicha beatificación, además de ser culpa de sectores cívicos que mantienen viva la memoria y no se han unido a la parodia judicial montada para sostener al poder actual que promueve el olvido, finalmente recae en Francisco y los procesos canónicos que él avala desde su pontificado.

No pueden asumir que primero se puso a reformar las estructuras eclesiales y publicó ‘Evangelii gaudium’; luego propuso una reforma global de la sociedad con ‘Laudato si’’; y finalmente nos ha llamado a todos los cristianos a una santidad comprometida en lo cotidiano que hace a otra manera de vivir y de relacionarnos unos con otros como hermanos, con ‘Gaudete et exsultate’. No pueden asumir, en el fondo, la propuesta del Reino de Dios que vino a iniciar el Nazareno en la que no hay clases ni privilegios, y la creación está destinada a una vida armónica de toda la humanidad.

Veremos qué escribe este diario cuando próximamente se anuncie la beatificación de otro pastor santo, Monseñor Pironio, aquel “obispo rojo”, también moderado y clásico, pero muy mariano, muy eclesial y muy popular a quien muchos de sus hermanos en el episcopado y en los medios de comunicación de su tiempo, también denostaron. Pero eso será tema de futuras líneas.