2020 fue tiempo de confrontaciones violentas por el tema del racismo en Estados Unidos y el 2021 ha comenzado con la confrontación violenta por el tema electoral, también en Estados Unidos. Ambos temas tienen en común que no son invasiones. No se trata de enemigos externos que logran penetrar la frontera para atacar al país, mientras los ciudadanos unidos enfrentan la ofensiva externa. Nada de eso. Por el contrario, son divisiones internas tan profundas hermana en esa hermana nación de Norteamérica que amenazan con una conflagración civil.
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No sé hasta dónde van a llegar esas grietas, esa fragmentación en la sociedad norteamericana, pero no tengo dudas de que la situación es terriblemente peligrosa, tanto para esa nación como para los efectos –magnificados o menguados– que pueda tener en el resto del mundo lo que sería la onda expansiva de una explosión sociopolítica. Además, tengo que subrayar que no puedo ser indiferente. La posibilidad de una guerra civil no es algo ante lo cual se deba ser indiferente.
Con respeto quiero hacer una oración que sea más alta e intensa que nuestras diferencias con muchos de sus líderes. Quiero recordar como dice la palabra, que “si el Señor no construye la casa, en vano se casan los albañiles. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. Quisiera que como puertorriqueños y todo nuestro continente latinoamericano, junto a los seres humanos de todo el mundo nos unamos en una oración por el bienestar de la fortaleza moral de los hermanos de Estados Unidos. Por supuesto, por ahora lo único que puedo hacer es rezar yo e invitar a los demás a que lo hagan también.
Por la paz
Quiero que sea una oración tan intensa y amorosa por la paz para el mundo para que todo se transforme. Porque conozco muy bien que la paz verdadera tiene que tener como fundamento la justicia. Conozco muy bien que eso de estar invadiendo a diestra y siniestra por el mundo, estar echando al suelo los gobiernos de otros países, insistir en ser el amo y que los demás tengan que someterse a los designios imperiales son acciones que más temprano que tarde rebotan. Mandar muchachos a matar a otras tierras produce una cosecha de hombres que regresan sufridos, quebrados, volátiles. Promover, o más bien imponer, que la democracia sea sustituida sistemáticamente por un capitalismo racista y salvaje da la vuelta completa al planeta y regresa a morderle el alma a la misma sociedad que ejecuta tamaño crimen. Pero también conozco que los seres humanos tienen innata, escrita en su alma, la capacidad para perdonar, para perdonar a los otros y para perdonarse a sí mismos. Rezo porque Estados Unidos comience, cuanto antes, un proceso verdadero de perdón social y de enmendar errores.
Ahora bien, no puedo rezar; no podemos, no puedo hacer una oración, si no comienzo por reconocerme como lo que soy. En mi vida hay muchas cosas por las que yo también tengo que pedir perdón, muchas ofensas y deudas que tengo que perdonar. En la vida privada, familiar y social crecen muchos despechos y resentimientos. Cada uno en su propia vida puede hacer mucho por perdonar. Creo que ante ese espejo tan terrible que Estados Unidos le presenta hoy a todo el mundo, vale la pena que todos reflexionemos sobre aquellas cosas que en nuestras respectivas sociedades pueden ser caldo de cultivo de una gran barbarie. Pero, antes que la crisis se agudice, regresemos con una mirada limpia a nuestro interior y entendamos que “todos somos hermanos”.