Puede que todavía haya margen de maniobra. O no. Lo que creo es que la poquísima credibilidad que nos quedaba se ha ido por el desagüe. No será porque no se viera venir; no será porque no hubo tiempo de poner las barbas a remojar, viendo a nuestros países vecinos hacer lo que se debía haber hecho mucho antes; no será porque la situación no apuntaba en la dirección que, finalmente, ha tomado el asunto; no será porque muchos lo pedíamos desde hacía tiempo con verdadero espíritu eclesial.
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Aquí nada ha pillado por sorpresa a nadie, ni siquiera la negativa de la Conferencia Episcopal Española a investigar como tal los casos de abusos sexuales. Aunque siempre quedaba la esperanza de que lo hicierais, pero no. No ha sido así.
Ahora otros lo harán por nosotros y lo harán primando sus intereses, no tanto los de las víctimas. Esos otros no se merecen tampoco mucha credibilidad, sin embargo, para algunas víctimas serán la referencia de haber intentado o llegado a hacer algo, pase lo que pase al final. Y, por supuesto, la batalla mediática la tienen ganada.
Casa de todos
A los demás nos toca lidiar con la vergüenza de tener que callar ante muchos comentarios que se oyen sobre la Iglesia y, ante los cuales, no hay defensa posible. Sin embargo, podéis estar tranquilos obispos, muchos católicos seguiremos inventando mil maneras de defender a la Iglesia en la que creemos y la que consideramos casa de todos.
Sin embargo, sería interesante que empecéis a pensar en excusas -porque en razones es imposible- con las que intentar explicar el abandono, la indiferencia, la falta de credibilidad y, en definitiva, la situación en la que nos dejáis a todos. Creo que nos acercamos mucho a la imagen del Evangelio de ser ovejas sin pastor.
Lo que nadie quería -quiero creer que tampoco vosotros, obispos- ya lo tenemos encima. La crisis de los abusos sexuales, que ya de por sí es un abismo moral y delictivo, lleva camino de convertirse en la crisis que se nos acabe llevando por delante en buena medida. Eso sí, la vida, en una de esas jugarretas que algunas veces gasta, os brinda la posibilidad de empezar pensar cómo gestionar las crisis de los abusos de conciencia, espirituales, y laborales. Porque estas denuncias también llegarán y más vale ir preparándose.
Desde la transparencia
Intuyo, espero, y deseo que no todos hayáis cerrado filas en torno a la negativa a investigar como Conferencia Episcopal. Espero que en esto, como en otros muchos temas, ahora que tenemos que aprender a alcanzar consensos seáis capaces de hacerlo y, lo más importante, que mostréis abiertamente cómo lo habéis hecho. Sería muy bueno ir practicando la transparencia porque, aquello que vosotros decidís, nos atañe a todos. Y todos somos Iglesia.
Pese a lo que podáis pensar, no estáis solos. Muchas personas estamos dispuestas a echar una mano, o las dos si hace falta, para sacar a la Iglesia de este atolladero en el que vosotros, y de verdad que me da pena decirlo, la habéis metido. Y lo haremos, si nos lo pedís, porque nuestra conciencia de pertenencia a la Iglesia es muy fuerte y está por encima de ciertas actitudes que vemos y por encima de vernos más o menos apreciados y respetados.
Puede que todavía haya margen de maniobra. O no. De vosotros depende. ¿Queréis nuestra ayuda?