Padre Felo me recibió con una sonrisa; con su maravillosa sonrisa. Esa que le acompaña en cada pensamiento y acción. Me acerqué para tomarle las manos con suavidad, para no causarle más dolor a un cuerpo frágil. Pero, como siempre que nos encontramos, extendió sus manos débiles por la enfermedad y me abrazó. Él con una sonrisa y yo sin contener el llanto. ¿Quién estaba consolando a quién? La enfermedad en estado tan avanzado impedía que hablara con palabras, pero de ahí a no sonreírse es otra cosa. Con su sonrisa y su abrazo me dio “otra” gran lección sobre la sanación del alma. Llevo desde entonces días y días meditando sobre la risa y el llanto, que Violeta Parra describía cómo dos materiales que formaban su canto.
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El trabajo de este aventurero de la fe ha dejado marca en muchos seres humanos en Nigeria, Burkina Faso, República Dominicana, Haití, México, Estados Unidos y, por supuesto, Puerto Rico. En todas partes, su historial de misionero ha sido, de manera preferente, entre los pobres. En la predicación y el compromiso amoroso de Padre Felo no se establece diferencia entre la espiritualidad liberadora y la enseñanza social de la Iglesia. En su pensamiento eso es una solo camino. De la misma manera que su trabajo de misionero no se ha revelado como uno de complejas elaboraciones doctrinales, sino de las mil y una maneras en que se puede conjugar en la acción el verbo amar y la lucha por la justicia social.
Su nombre de pila, Rafael Torres Oliver. Su nombre para amigos y feligreses: Padre Felo. El objetivo estratégico de su misión: servir con humildad a la Iglesia en los pobres y a su patria puertorriqueña. En el pensamiento como miembro de la congregación de los Redentoristas, el trabajo misionero es un imperativo de la fe en el Cristo que “entregó” su vida y que lo motiva, es algo que corre por las venas.
Fraternidad subversiva
Conozco de primera mano ese entusiasmo “aventurero y subversivo” de ser “con” y “levantar” a los pobres de Padre Felo, porque, como seminarista diocesano y luego como sacerdote joven, tuve la gran dicha, la gran fortuna, de colaborar con él mientras fue vicario de pastoral en “nuestra” y “su” querida Diócesis de Caguas, además de ser un gran colaborador de los obispos Rafael Grovas y Antulio Parrilla, y de su otro gran amigo, monseñor Miguel Mendoza. Por eso, el camino recorrido con Felo, no lo puedo describir solo como la manera en que un “maestro” me acompaña (que lo es), sino como una oportunidad que Dios me ha dado de compartir en “fraternidad subversiva” con la que luchamos hasta “vivir”.
¿Por qué lloro entonces? Me duele su dolor en silencio. Porque me duele el amigo quebrantado de salud. Me duele pensar que no podamos continuar recorriendo los caminos de nuestra patria dando la mano a los pobres y gritando a los tiranos que no empobrezcan ni masacren más a los nuestros.
Pocos días después de esa visita en la que, con su sonrisa, Padre Felo me consoló en mi llanto, tuve otra experiencia impactante a la que sin titubeos sé que ‘Felo’ también se integraría.
Estaba en la plaza del Quinto Centenario, en la ciudad amurallada de San Juan, acompañando, presenciando el trabajo de la artista Nora Rodríguez Vallés, que como una misionera recorre costas y montañas de Puerto Rico con su presentación silenciosa proclamando “Tierra Libre”. Tras escribir en el lienzo en que luego se pararía inmóvil esas palabras y, como se había desatado el desalmado bombardeo de Gaza, escribió también ‘Te lloro Palestina’. Justo al acabar de poner esas palabras en el lienzo, ocurrió la coincidencia de que se desató una intensa lluvia, un torrente desde el Cielo, mientras ella cumplió su encomienda y permaneció como una estatua bajo el aguacero que parecían lágrimas por aquel masacrado pueblo palestino. Ocurrió, estuve allí y lo cuento. Nos duelen los pobres bombardeados y como el cielo… también lloramos por ti Palestina.
Amigo Felo de mi alma, tu sonrisa de fe y tu abrazo de solidaridad viva también nos enseñan el valor del llanto de los pobres de la tierra que inunda nuestras vidas. Tienes alma misionera y llenas de tu peculiar paz nuestras luchas diarias. Gracias, hermano. Oramos contigo. Salud y vida.