En una mañana de domingo no es extraño escuchar en los templos de nuestros pequeños pueblos este estribillo:
“Vienen con alegría, Señor,
cantando vienen con alegría, Señor,
los que caminan por la vida, Señor,
sembrando tu paz y amor”.
Aunque a veces nos pase inadvertido, con este canto la Iglesia y los cristianos nos definimos a nosotros mismos como “los que caminan por la vida”. En este tiempo, el papa Francisco quiere que toda la Iglesia caiga en la cuenta de esta realidad y lo que significa para nuestras vidas y para nuestras parroquias: Francisco ha convocado a todos los católicos a un camino sinodal.
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¿Qué es eso? ‘Sínodo’ es una palabra griega que significa “caminar juntos”. Francisco quiere que juntos nos preguntemos y reflexionemos sobre cómo caminamos, incluso si caminamos o no, si la Iglesia se ha quedado parada y cansada al borde del camino, una Iglesia de museo, pero muda, con mucho pasado y poco futuro, ante los rapidísimos cambios que se están produciendo en nuestra sociedad, también en nuestros pueblos. Este camino se prolongará hasta 2023, año en el que se celebrará una solemne asamblea de obispos del mundo en Roma (un Sínodo de Obispos) tras haber recogido las aportaciones de todos aquellos cristianos de cada uno de los rincones del mundo.
En nuestros pueblos y en nuestras pequeñas parroquias hemos emprendido este camino, que en esta primera etapa tiene como objetivo ESCUCHAR.
¡Es una gran oportunidad! Juntarnos para escuchar y dialogar entre nosotros. Antes en nuestros pueblos los lugares de encuentro eran habituales y frecuentes: plazas, fuentes, mercados, tiendas, puertas de ermitas, atrios de las iglesias, solanas… Incluso les hemos puesto nombres simpáticos: ‘el senado’, ‘la Moncloa’, ‘la bodeguilla’… Ahora esos espacios solo los ocupan las personas más mayores y nos cuesta cada vez más encontrarnos. Los más jóvenes, y también los menos jóvenes, ahora estamos ‘conectados’ virtualmente, tenemos los amigos contados en Facebook. Pero, ¿eso es realmente estar juntos? ¿Caminar juntos? No es extraño, sino normal, ver a los chavales sentados juntos, pero cada uno mirando a su móvil sin hablar entre ellos. Estamos ante una gran oportunidad.
Actitud de escucha
¿Escuchar a quién? En primer lugar, al Pueblo de Dios, a los que forman parte de la parroquia. Es necesario. Demasiadas veces los curas, por distintas razones, no escuchamos a los laicos, pues como dice el papa Francisco existe cierto elitismo entre los curas que los hace separarse de los laicos y el sacerdote al final se convierte en el “dueño del cotarro”, ‘mea culpa’. Esta mentalidad está también muy extendida entre muchos feligreses. Demasiadas veces los laicos solo contestan: “Lo que usted diga, es el que manda”, “nosotros solo venimos para ayudarle”, como si ellos no fuesen parte de la Iglesia. Estas situaciones no responden al verdadero ser de la Iglesia. Hay que escuchar a los laicos porque, como dice el papa Francisco, el pueblo de Dios “tiene olfato” para creer, no se equivoca cuando cree. Todas las generaciones, hasta los más jóvenes, pueden tararear este estribillo: “Juntos como hermanos, miembros de una iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor”. No se equivocan cuando oran cantando esta letrilla. Esta es la verdad de nuestras parroquias y de la Iglesia entera que casi todos los domingos se alza en nuestros templos al comenzar la misa. Es hora de hacerlo realidad, hoy más que nunca.
Volvamos a la mañana del domingo en uno de nuestros templos. Si no hace mucho frío en la iglesia, si el cura no tiene que salir disparado a otra misa y si las voces del coro nos lo permiten, es posible que escuchemos la primera estrofa de la canción de entrada:
“Vienen trayendo la esperanza
a un mundo cargado de ansiedad,
a un mundo que busca y que no alcanza
caminos de amor y de amistad”.
En las parroquias caminamos junto a otros y con otros en esta tierra y en este tiempo. Ya no coinciden pueblo y parroquia. Necesitamos escuchar lo que esperan de nosotros, lo que valoran, lo que no comparten con nosotros, lo que cambiarían. Solo así podemos ofrecer a todas las personas una esperanza y sendas de amor y de amistad. Tenemos que escuchar a los vecinos, a las asociaciones y colectivos que existen en nuestros pueblos (asociaciones culturales, tercera edad, partidos políticos), a los que se acercan solo ocasionalmente a la iglesia, a los más mayores que atesoran la memoria de esta tierra, a los jóvenes y a los niños, a los que vienen a pasar sus vacaciones con nosotros y también a los extranjeros que ya forman parte de nuestros pueblos.
Reuniones sencillas
¿De qué vamos a hablar? Tenemos que evitar a toda costa reuniones largas y sesudas. Es algo más sencillo: ¿cómo camina la Iglesia con otros? ¿A quién acompaña? ¿A quién debería acompañar? ¿Cómo podemos caminar mejor y más lejos? Queremos evitar el formalismo, por lo que deseamos reunirnos informalmente alrededor de un café, un chocolate o una tortilla de patatas, para que podamos sentirnos cómodos y libres para hablar y escuchar. Tampoco queremos caer en el intelectualismo y convertir los encuentros en una tertulia de las de la tele, o una sesión de ‘hablar por hablar’, alejándonos de nuestra realidad concreta. No queremos escribir un manifiesto ideológico, sino recoger la voz y el sentir de las personas aquí y ahora. Ni mucho menos pretendemos encontrarnos para que al final nada cambie. No queremos quedarnos inmóviles utilizando el manido slogan ‘siempre se ha hecho así’. Esta frase, según Francisco, es un veneno para la vida de la Iglesia y también, digo yo, para la vida de nuestros pueblos. Si caemos en ese error adoptaríamos soluciones viejas para problemas nuevos. Este camino sinodal no se debe convertir en un valle de lágrimas que nos lleve al desencanto, al reducir todo a discusiones estériles.
El camino sinodal es un tiempo de oportunidades para nuestras parroquias. Si participamos, la primera oportunidad nos vendría dada: encaminarnos hacia unas parroquias sinodales (en las que todos caminamos juntos), no solo en algunos momentos, sino en el día a día, de manera que todos nos sintamos como en nuestra propia casa y podamos participar en todas las decisiones, reuniones y celebraciones. También la segunda nos vendrá dada: convertirnos en una Iglesia que escucha al Espíritu y a todos los que quieran decirnos algo. Por último, tenemos la oportunidad de convertirnos en una Iglesia de la cercanía al estilo de Jesús, que es el verdadero y único camino para su Iglesia: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, nos dice el evangelio de Juan.
Este camino sinodal es una gracia y una bendición desde ya mismo. Para nuestras parroquias será un paso del Señor Jesús que camina con nosotros, “andando por el camino te tropezamos Señor, te hiciste el encontradizo nos diste conversación…”. Al encontrarnos de una manera sencilla, alegre y cordial entre nosotros y con otros estamos seguros de que “va Dios mismo en nuestro mismo caminar”.
¡Buen camino juntos! Que podamos ser peregrinos enamorados del evangelio, abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo. No perdamos la ocasión de la gracia del encuentro, de la escucha recíproca y del discernimiento (Papa Francisco).
*José Manuel H. Carracedo y José Colinas Blanco son párrocos ‘in solidum’ de Villafrechós, Tordehumos, Barcial de la Loma, Morales de Campos, Villamuriel de Campos, Cabreros del Monte, Palazuelo de Vedija, Santa Eufemia del Arroyo (Diócesis de Valladolid).
**Artículo original publicado en La Mar de Campos, periódico comarcal de Campos y Torozos, y cedido por los autores a Vida Nueva