El título de una conferencia que impartí hace cinco años fue: “¿Son azules las lágrimas de las mujeres musulmanas?”. ¿Qué hace realmente feliz a una familia? ¿Nacer o crecer en una determinada zona, nación o cultura puede cambiar la esencia del deseo de felicidad en una pareja? Una familia tradicional en el islam está formada por un hombre, una mujer y su deseo de estar abiertos a acoger a una nueva criatura.
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La armonía, el respeto, el amor y la amistad son valores esenciales y universales y, por lo tanto, también una familia musulmana los vive y los busca. Las lágrimas y las sonrisas de la familia musulmana tienen el mismo sabor y color que las de una familia cristiana, judía o hindú. La igualdad de género se expresa constantemente en el texto sagrado del islam. Bastaría leer el primer verso del largo capítulo titulado Mujeres, Surat Al nisa’, en el que no se habla de Adán como el primero, sino de nafs (persona), de donde nacen posteriormente las diferencias masculinas y femeninas y de ellos “muchos hombres y mujeres”.
Una primera persona en la que se encierran lo masculino y lo femenino y que se dividen solo en un segundo “momento” de la Creación. También encontramos esta evolución en la naturaleza; hay hortalizas de una sola hoja que al crecer se abren y se convierten en dos. Un elemento literario importante en este mismo versículo es la palabra Arham, de raíz común con rahem, el útero materno.
El Corán presenta aquí la singularidad y unidad de la familia humana nacida de un mismo vientre, hijos de una misma “madre” a la que nos recomienda su cuidado (4, 1).
Sin amor, la familia no es familia, no es verdad, no está en paz, no es hogar. El Corán usa la palabra rahma para indicar un elemento necesario entre dos personas que forman una pareja. “Él pone amor y amistad entre ellos”: Rahma y mawadda, juntas, son las dos palabras que se usan para describir a la familia. Un amor que no se desarrolla en la amistad y en la concreción de los hechos es pura fantasía e infructuoso. La paz es una meta, una búsqueda, una necesidad esencial y, según el texto coránico, se realiza en este encuentro, descrito como un signo de Dios.
Una gran señal
La vida es un misterio, un don infinito y todo es Signo. En este océano de gracia, la familia y el amor entre dos personas también se considera una gran Señal. Leemos de esta manera: “Alaben a Dios por la tarde y por la mañana… Él, de lo que está muerto, extrae lo vivo y de lo vivo hace salir lo muerto y vivifica la tierra después de que muere… Y parte de Sus signos es que os creó esposas sacadas de vosotros mismos para que encontrarais sosiego en ellas y puso entre vosotros amor y misericordia; realmente en eso hay signos para gente que reflexiona” (Corán 30, 21).
*Artículo original publicado en el número de abril de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva