Pelegrín Muñoz Gracia falleció el pasado día 14 de octubre, a los 93 años de edad. En agosto de 2025, habría cumplido cuarenta años como sacerdote, después de una vida que tuvo varias etapas muy definidas, todas ellas vividas con una plena entrega y con gran generosidad.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Nacido en Teruel en 1931, pronto tuvo que asumir, en cierta medida, el papel de cabeza de familia de por el temprano fallecimiento de su padre, ayudando a su madre a sacar adelante a sus tres hermanos menores.
En su ciudad natal descubrió, a comienzo de los años 50, su vocación al Opus Dei y algún tiempo después, en 1958, se trasladó a Madrid para ponerse al frente de la gerencia de Tajamar, un proyecto educativo y deportivo que había dado sus primeros pasos en febrero de ese mismo año, y que transformó la vida y la configuración de una amplia zona de Vallecas.
Donde hasta entonces predominaban las chabolas y unas condiciones de vida bastante mejorables, comenzaron a vislumbrase nuevos horizontes y, en ello, participó de manera notable Pelegrín Muñoz, con sus gestiones para lograr ayudas económicas que permitieran la compra de los terrenos y la ordenación del sector, donde se levantaron los edificios de Tajamar, que hoy sigue dando sus servicios al barrio.
Fundación Tajamar
Con un trabajo incansable, al que unía su simpatía, su sencillez y su gran capacidad para tratar a personas de todas las condiciones, Pelegrín Muñoz impulsó la creación del Patronato de Tajamar, y después la Fundación del mismo nombre, de la que él fue el primer director.
En 1981 fue nombrado consejero de la Comisión de Obras Sociales de Cajamadrid, pero, un par de años más tarde, dejó sus trabajos en Tajamar para trasladarse a la Universidad de Navarra, donde continuó los estudios de Teología que había realizado para ordenarse sacerdote, con 54 años de edad.
Desde ese momento, y tras regresar a Madrid, Pelegrín Muñoz se volcó en sus tareas sacerdotales, dispuesto siempre a acoger a quien necesitaba de sus servicios, a través de distintas iniciativas apostólicas promovidas por el Opus Dei.
De esa forma, durante un buen número de años fue capellán del IESE en Madrid, donde muchos profesionales que se formaban para desarrollar su trabajo en el mundo empresarial en España y en otros países, tuvieron la oportunidad de beneficiarse de su alma sacerdotal y, al propio tiempo, de su valiosa experiencia vital, nutrida de situaciones familiares difíciles y de empeños profesionales nada sencillos, como fue Tajamar.
Pelegrín Muñoz dedicó, asimismo, mucho tiempo, a confesar en las parroquias de la Araucana y en la Concepción de Goya, y atender otras labores pastorales, incluso en momentos en que el deterioro de su salud, le obligaba a algunas limitaciones. Pero quienes le tratamos en distintos momentos de su vida, podemos dar fe de que su disponibilidad siempre fue plena para acudir a donde se le necesitara y de que su sencillez, su humildad y su buen humor le acompañaron hasta que entregó su alma a Dios.