Hace tres años se realizó en Colombia una gran misión de reconciliación en 44 jurisdicciones eclesiásticas de Colombia. Posteriormente se realizó otra a lo largo y ancho del río Magdalena, con una réplica de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Orábamos por la reconciliación y la paz.
Hemos continuado con estas peregrinaciones, sabedores de que la paz es, ante todo, un don de Dios y por eso hay que pedirlo insistentemente.
En el presente año realizamos en mayo pasado una peregrinación por 38 parroquias, cinco de Chiquinquirá, seis de Vélez y 27 de Socorro y San Gil. La respuesta fue extraordinaria.
La peregrinación la centramos en la reconciliación y la paz de Colombia. La participación del pueblo fue nutrida y fervorosa. Lo más importante es percibir los resultados que se van viendo en la pacificación de las regiones, con las grandes conversiones y particularmente en la reconciliación de las personas unas con otras y en la reconciliación de las personas con la naturaleza.
“Vemos con esperanza los diálogos de La Habana entre el Gobierno y las FARC”
Seguimos confiados en que la paz sí es posible. A pesar de los tropiezos que nunca faltan vemos con esperanza que los diálogos de La Habana del gobierno nacional con la FARC van llegando a su punto, que es la firma del acuerdo que ponga fin a la guerra. En estos días, justamente, se aprobó el acto legislativo para la paz. Estamos convencidos de que los colombianos vamos a apoyar el mecanismo de aprobación a estos acuerdos. Estamos convencidos de que los colombianos queremos dejar atrás los días de guerra y participar de forma concertada y proactiva en el trabajo por el progreso, en el trabajo por el desarrollo integral del país y sus habitantes.
Como esto es solo el primer paso para la paz, nos corresponde a todos constituirnos en artesanos de paz y para eso tenemos que insistir mucho en la reconciliación, pues sin ésta la paz no es posible; particularmente las iglesias debemos poner todo nuestro empeño en trabajar por una espiritualidad de reconciliación que comience en los hogares y allí se cimiente, proyectándose a colegios, universidades, empresas, lugares de trabajo, barrios, veredas y demás. Hay ya un gran número de experiencias en este sentido que nos animan mucho a proseguir por doquier este trabajo. Resaltamos el trabajo de la Pastoral Social, los programas de Desarrollo y Paz y muchas iniciativas que se vienen dando con extraordinarias consecuencias para las vidas de las comunidades.
Sigamos orando al Príncipe de la Paz por medio de María, la reina de la paz, para que entre todos consigamos con nuestro esfuerzo la paz con justicia social que necesita Colombia.
Leonardo Gómez Serna
Obispo emérito de Magangué