Tribuna

Pero, ¿qué nos está pasando en el clero? A la memoria de monseñor Uriarte, con profunda gratitud

Compartir

No ganamos para sustos y disgustos. Rara es la semana que no nos encontramos con algún escándalo de “amplio espectro” en el que se ve salpicado algún sacerdote. Cuando no es el cura de Málaga que dormía a sus víctimas para violarlas y que nos sobresaltó en el verano del 23, es otro en Don Benito que trafica con viagra y otros productos con el que nos hemos desayunado hoy, en febrero del 24… Buenos sustos y disgustos también nos han dado los datos que arrojan los informes del Defensor del Pueblo y del Despacho de Cremades & Calvo Sotelo, que ponen el “dedo en la llaga” en el drama de los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica cometidos por clérigos, sin posibilidad alguna de minimizar, esconder o mirar para otro lado.



Ciertamente son muchos más, muchísimos más los presbíteros que crecen sanamente, que viven una vida armónica, equilibrada, alegre en una entrega fiel y creativa… Ganan por goleada los buenos, pero siempre hay “casos”, que ensombrecen la belleza del ministerio y esos “casos” no podemos dejar de considerarlos en toda su crudeza y gravedad.

Discursos vacíos y errados

La cosa no es que sea de ahora… Viene de atrás, de lejos… Qué fácil sería echarle la culpa a la inmadurez de las jóvenes generaciones, que, incluso siendo presbíteros, arrastran los déficits éticos de una sociedad secularizada que pone el dinero o el placer en el ranking de los valores al alza. Discursos vacíos y errados.

Los pensadores serios de estos asuntos nos invitan a cambiar el “chip” y descubrir que en el fondo de todos los dramas que salen a la palestra (y de otros muchos que no han salido todavía) existe una palabra sobre la que hemos de reflexionar: “la clave sistémica”. ¿Qué es esto?, ¿qué significa y qué supone?… Desgraciadamente esta “palabreja” nos avisa de que el problema (los problemas) no han surgido única y exclusivamente por la irresponsabilidad personal de los que cometen los crímenes o los escándalos, sino que ha existido un “sistema”, una especie de “caldo de cultivo institucional”, que ha permitido que todos estos crímenes se perpetren con total impunidad, sin posibilidad alguna de defensa de las víctimas y con un sistema de protección del agresor, que a lo sumo era cambiado de destino o advertido verbalmente por sus errores.

Montañas de dolor

Un “sistema” enfermo, que ha generado montañas de dolor. Un “sistema” en el que no se ha hablado claro, en el que no ha habido formación específica y especializada, un sistema en el que la espiritualidad ha sido vivida como un gorro que se ponía encima de las cabezas y así, como por “ciencia infusa” los sujetos ya quedan evangelizados en todos sus sentimientos, sus pulsiones y su sexualidad. Ciertamente algo ha fallado en los seminarios (¿los formadores han sido en cada caso siempre los más idóneos?). Algo ha fallado en los presbiterios, en la formación permanente, en las delegaciones del clero… en el seguimiento del crecimiento integral de las personas que accedieron llenos de buena voluntad, de fe y de vocación al ministerio apostólico, pero que no habían madurado por dentro y cuando se les despertaron los instintos más primarios, echaron mano de los niños o niñas; de los adolescentes o de los jóvenes o adultos más inmaduros y vulnerables y … pasó lo que pasó…

Monseñor Uriarte ha sido una voz autorizada en cultivar el fondo de los hombres presbíteros. Conocía como nadie (en el mundo de la Iglesia) la pasta humana del presbítero, con sus pulsiones, sus puntos neurálgicos, sus lagunas, sus potencialidades… Nadie como él ha explicado el celibato. Nadie como él ha explicado la vida apostólica. Nadie como él ha cuidado la vida espiritual. Nadie como él ha acompañado a cientos de presbíteros con algún tipo de problema y nadie nos ha hecho volar con mayor entusiasmo para superar nuestros problemas y conflictos humanos. Nadie como él nos ha impulsado a la reconciliación.

Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián

Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián

Junto a Uriarte, gracias a Dios, hay otro buen número de personas que se han dedicado y se dedican a cuidar a los presbíteros en su faceta más humana, para poder dar un mayor y mejor fruto en la vida espiritual y apostólica. Autores como Amedeo Cencini, Ángel Cordovilla, Gérard Daucourt, François Bustillo, Luis Alfonso Zamorano, Gaspar Hernández Peludo… siguen viviendo y publicando y sus charlas, artículos, testimonios y libros pueden y deben ser unos instrumentos magníficos para vencer todas las causas sistémicas que durante décadas han ido minando lo más bello y lo más rico de la vida apostólica.