Mons. Xavier Novell Gomà, obispo emérito de Solsona. Estas palabras aparecen en la página web de la Conferencia Episcopal Española en el apartado reservado a los obispos eméritos. Si soy sincero, debo confesar que, al mismo tiempo, me enojan y me llenan de satisfacción. Las dos cosas. Me enojan y me sorprenden. Me sorprenden si tenemos presente el comportamiento de las autoridades eclesiásticas con los sacerdotes secularizados, que abandonan el ministerio y son reducidos al estado laical. Yo mismo tengo una experiencia personal del hecho.
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Xavier Novell ejercía como obispo de Solsona. De la noche a la mañana, se descuelga haciendo público el anuncio de que abandona el ministerio episcopal. Ha presentado la dimisión al Santo Padre por motivos personales; se ha enamorado perdidamente de la señora Silvia Caballol, psicóloga clínica, sexóloga y autora de libros eróticos. El papa Francisco le acepta la dimisión.
Presencia sorprendente
La secuencia de los hechos nos confirma que Novell inicia la convivencia sentimental con la mencionada señora, se embarca en un trabajo relacionado con la inseminación artificial porcina y finalmente se casa por lo civil con Silvia Caballol. Las autoridades eclesiásticas declaran que Xavier Novell ha incurrido canónicamente en la suspensión ‘a divinis latae sententiae’. A partir de ahí le queda prohibido el ejercicio del ministerio episcopal. En este contexto, resulta sorprendente que su nombre persista en la lista de obispos eméritos de la Conferencia Episcopal Española como “obispo emérito de Solsona”.
Seguramente este debiera ser el protocolo a seguir en casos semejantes. Pero con los sacerdotes secularizados no ocurre lo mismo. Lo digo por experiencia. Cuando abandonas el ministerio, después de haber ocupado puestos de responsabilidad, te ves en la calle como un dejado de la mano de Dios, reducido al estado laical, como si esto fuera el mayor de los infortunios. Comenta la información oficial que Xavier Novell sigue manteniendo su condición de obispo; eso no es una novedad; lo mismo pasa con los sacerdotes secularizados; ellos también siguen siendo presbíteros de por vida.
Secularizados sin pena ni gloria
Pero a los sacerdotes secularizados no se les reconoce nunca su condición de “eméritos”. Aunque hayas sido catedrático o decano en centros universitarios de la Iglesia, o presidente de instituciones eclesiásticas, o superior religioso en comunidades religiosas. Tu nombre desaparece para siempre de las crónicas o de los anales históricos. Como si no hubieras existido. Hay obispos eméritos, aunque hayan abandonado el ministerio; lo que no hay son presbíteros o sacerdotes eméritos, si abandonan el ministerio.
Es lamentable. Los secularizados pasan a la historia sin pena ni gloria, inadvertidos, como si no hubieran existido, sin dejar huella. El caso del obispo Novell es sorprendente, por extraño. Pero seguramente está apuntando a estilos nuevos, más acordes con la sensibilidad del papa Francisco y libres de las asechanzas de organismos pontificios como el viejo Santo Oficio.