Un giro
Por los primeros días de junio del año 2023 el jugador de futbol Lionel Messi realizó un cambio en su trayectoria deportiva y se trasladó a un nuevo equipo en Miami. En una de las entrevistas que hizo para explicar el cambio apareció con una remera blanca en la cual llevaba inscripta esta frase “Do a Kickflip”. Según los traductores, es una expresión que se utiliza en varios deportes o situaciones para indicar el giro o doble giro en la trayectoria que se venía realizando para aterrizar o para continuar con la actividad, pero con una experiencia que ha renovado la actitud o la manera en que se venían haciendo las cosas.
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Oyentes
Un pequeño gran giro… es ser oyentes. Con las características que nos parecen importantes destacar:
Proactivos
“El Ángel del Señor dijo a Felipe: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto. Él se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías” (Hchs. 8, 26-29)
(Trusso, Alfredo y Levoratti, Armando, 2015)
Desde este texto lucano del encuentro entre Felipe y el eunuco, presentamos tres momentos para discernir algunos criterios para un surgir novedoso del ser iglesia y del ministerio catequístico:
En primer momento se pueden contemplar dos escenas. La primera “levantarse y dirigirse hacia otro lado” … es decir hacer un giro. Felipe fue hacia el Norte… Ahora se le pide ir al sur. La segunda, Felipe se levantó y partió, realizó el giro. En estos dos soplos lucanos, la Iglesia y el ministerio de la catequesis se configuran como oyentes de voz de Dios que inspira y que están atentas a ese susurro.
Cercanos y sinodales
“El Espíritu Santo dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro. Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: ¿Comprendes lo que estás leyendo?
(Hchs. 8, 29-30)
En un segundo momento, distinguimos cinco escenas. Una es la iteración de escuchar la voz del Espíritu. La segunda es la invitación a acercarse al otro. Pero otro muy significativo porque según la costumbre hebrea no podía ingresar al templo (Cf. Deut. 23, 2). Tercera caminar junto a… Aquí es junto a la carroza o carro, es decir, al lado del ritmo del otro. Cuarta, Felipe es presentado como “al oír la voz” del eunuco que lee en voz alta el texto profético.
Desde estas escenas, es que el nuevo estilo eclesial y catequético requiere seguir escuchando a Dios y al otro, caminar a su ritmo y junto a su lugar, historia y proceso… es decir una Iglesia y Catequesis sinodal. A su vez, añadimos que es necesario asumir que la Voz de Dios no la poseemos nosotros los de una expresión religiosa, ni tampoco somos sus dueños, sino que ella es pronunciada y leída por otros, que incluso no pueden ingresar a nuestros espacios. La voz de Dios nos excede y desborda, la Iglesia y catequesis sinodales viven esta experiencia porque se comprenden servidores de la palabra no dueños.
Invitados, acompañantes y de la misma dignidad
“El respondió: ¿Cómo lo puedo entender, si nadie me guía? Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él”
(Hchs. 8, 31)
En un tercer momento presentamos dos escenas. Una en donde hay un creyente que dialoga y cuando pregunta, deja que otro repregunte, cuestione… Es decir, Felipe es el catequista que escucha la vida del otro y cómo este vive la relación con Dios, para presentar como guía, ayudante, partero…Y una segunda escena, donde Lucas presenta la actitud del eunuco hacia Felipe y de este al funcionario de Candace: lo invita a subir a su carroza y sentarse junto a él. Felipe acepta la invitación y sube al lugar donde está el etíope y se sienta a su lado.
La iglesia y catequesis nuevas son las que al acompañar la vida se dejan invitar, a incorporarse y estar junto a los demás. Es decir, el modelo eclesiástico de imposición y proselitista habría que analizarlo con la enseñanza de nuevo Prefecto para el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, cuando afirmó: “No podemos repetir siempre lo mismo, de la misma manera, con los mismos acentos, como si fuéramos dueños de un depósito muerto que siempre hay que conservar como está” (Fernández, Víctor Manuel, 2010, pág. 35). Felipe no condiciona con un tiempo previo para explicar ni otorgar nada para subir o para otorgar algo, solo hace resonar la experiencia del Viviente, simplemente está al lado del otro dialogando y acompañando los tiempos que la vida del otro indique.
Encarnados, kerygmáticos y mistagogos
“El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra? El etíope preguntó a Felipe: Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado? Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó”
(Hchs. 8, 32-35)
Para esta novedad eclesial y catequética es importante considerar desde esta perícopa la imagen de un no cristiano preguntando (etíope eunuco) y dialogando con un seguidor de Jesús (Felipe). Este asume el interrogante, desde allí comparte la Buena Noticia.
Para este nuevo tiempo comunitario aquí podemos contemplar un talante, poco novedoso en la historia de la comunidad de fe, pero que requiere re asumir: el principio de encarnación y desde allí encontrar las semillas del verbo en la vida con quienes compartimos el camino de la vida y de la fe. Lucas no nos presenta a un Felipe cuestionador de la incredulidad del etíope hacia Jesús, ni tampoco un reprochador de la vida moral o ética, y menos con una postura de aduana pastoral… Felipe es presentado como el proclamador de la Buena noticia de Jesús junto a y desde la vida del etíope. Nuestra identidad, metodología y propuesta, que se inspira en la Trinidad y en la siempre nueva experiencia de fe, provoca que quienes vivimos y compartimos un proceso catequético de esta índole nos transformemos en oyentes que asumen la vida de los demás y comparten la Buena noticia del Resucitado ya actuante y presente.
Ser mistagogos implica contemplar la vida concreta para descubrir dónde hay lugar y espacios para unirla con la fe. Lucas lo narra con el detalle de “llegaron a un lugar donde hay agua”. Y allí el interlocutor solicita el ser sumergido en el misterio que se la ha compartido en el camino. Es decir, ser mistagogos es hacer itinerarios hasta llegar al “Kairos” en el cual los interlocutores quieren y buscan ser parte de la propuesta. Y es allí, donde la vida encuentra un lugar y momento oportuno para contemplar la presencia y la acción de la Trinidad. Y esa allí donde el sacramento acompaña la vida, es decir, no la condiciona para que este ingrese o la hace “apta” para estar en condiciones de recibirlo.
Y cuando libremente pide recibir el bautismo… es necesario, desde esta perspectiva, un nuevo estilo eclesial y, por lo tanto, catequético que asume los tempos, medios, climas y estilos de los otros para acompañarnos con cercanía, discerniendo la voz de la Trinidad y esperar que los próximos nos inviten a ingresar y hacer juntos un camino.
En salida, inspirados, arrebatados y transitorios
“Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino. Felipe se encontró en Azoto,
y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea”
(Hchs. 8, 32 – 40)
Celebrar la experiencia mistagógica de sumergirse en el Misterio pascual de Jesús (Bautismo) nos hace nuevas creaturas. Felipe vive la experiencia de estar orientado, entusiasmado y enviado para seguir anunciando aquella Noticia que le transformó la vida y que junto con él hizo lo mismo en la vida de otros.
Este paso de Felipe en la vida del etíope confirma la intuición y contemplación que hacemos con el libro de los Hechos de los Apóstoles: el que está siempre, de principio a fin, guiando, hablando, suscitando, transformando, arrebatando, haciendo vivir gozosamente, etc., es el Espíritu Santo. Los demás (Pedro, Pablo, Felipe, Bernabé, etc.) están de paso o como facilitadores del encuentro entre la Trinidad que busca y que se deja encontrar por las personas y comunidades.
Una Iglesia y catequesis nueva, que ha dado el giro, es la que está centrada en la acción de Dios, en su presencia y en la manera que él camina junto a la humanidad y hace de la vida e historia un lugar de encuentro: un espacio hierofánico. Por lo tanto, presentar a la iglesia como el centro y a quienes todos se deben acomodar, sigue siendo el paradigma de cristiandad medieval de otros tiempos. Catequistas que se consideran el centro del proceso catequético todavía no han dado el giro eclesiológico, cristológico y antropológico que el Concilio Vaticano II nos ha inspirado. Nuestra misión y vocación, se orienta a que los demás vivan gozosos la experiencia redentora de la Pascua, y desde allí puedan encontrar orientaciones para continuar dándole sentido a la existencia. Por esto, la misión eclesiástica y catequética es generar personas y comunidades libres que contemplen, orienten y disciernan la vida junto con la fe de manera libre y liberadora, autónoma para que sean capaces de construir su propio destino desde esa propuesta que hace el Resucitado.
Con este espíritu, feliz día a todos los catequistas u otros ministerios que, desde la experiencia de Felipe… siguen suscitando un encuentro y proceso catequético que confía en sus dones, carismas y vocaciones, permite vivir gozosamente lo encontrado y… es capaz de asumir otro rol o seguir por otros lares, grupos, etc., para que nuevamente el Espíritu y nosotros suscitemos juntos los itinerarios a seguir…