El Papa Bergoglio escribió la primera palabra económica de su pontificado la noche del 13 de marzo de 2013, cuando eligió su nombre. Francisco es muchos mensajes juntos, pero también es un mensaje para la economía. La primera escuela de economía de la Edad Media floreció de los franciscanos, y los primeros bancos populares europeos nacieron también de los franciscanos menores: los Montes de Piedad, centenares de entidades de crédito nacidas entre 1458 (Ascoli) y el Concilio de Trento. Francisco de Asís no es solo pobreza; es también riqueza, aunque vista desde la perspectiva paradójica y profética del Evangelio.
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El Papa Francisco dio inmediatamente una gran importancia a la economía. No es casualidad que sea el primer Papa que lanzó en 2019 un movimiento mundial de jóvenes economistas y emprendedores, que tuvo un momento muy importante en Asís del 22 al 24 de septiembre de 2022. Recorramos las etapas esenciales de la visión de la pobreza del Papa Francisco a través de tres de sus encíclicas más directamente sociales.
Primero una premisa, ligada al nombre de Francisco. En la visión de la pobreza de este Papa hay mucho del pobrecillo de Asís. San Francisco inició su revolución, también económica, eligiendo únicamente el Evangelio como su forma de vida; solamente: la novedad del franciscanismo radica en este adverbio limitativo. Nosotros ya no tenemos las categorías para comprender qué era la pobreza de Francisco y luego de Clara. A diferencia de la de los monasterios, era una pobreza individual y una pobreza comunitaria: no sólo las personas, ni siquiera los conventos debían poseer ningún bien. Como le gustaba decir a Ugo di Digne, el único derecho que tienen los franciscanos es el derecho a no poseer nada, a vivir sine proprio.
Francisco, sus frailes y sus monjas, intentaron algo inesperado que aún hoy nos deja sin aliento: volvieron a las calles, recogieron la herencia del primer nombre de los cristianos, “los de la calle”, de ricos pasaron a ser pobres mendigos entre los pobres. Francisco atravesó el ojo de la aguja no porque ensanchara el orificio sino porque redujo el “camello” hasta dejarlo muy delgado. “Bienaventurados los pobres” se convirtió en su felicidad deseada y anhelada: “¡Oh riqueza ignorada! ¡Oh verdadero bien! Egidio se descalza, se descalza también Silvestre por seguir al esposo; tanto es lo que les agrada la esposa” (Paraíso, XI, 84). Sólo Dante podía abarcar el paraíso de Francisco en un solo verso.
Evangelii gaudium
Al día siguiente de su elección, escribe la ‘Evangelii gaudium’ (EG, 2013), el primer documento teológico de Francisco, una especie de mapa de su pontificado que se refería directamente a la economía. El Papa Francisco lee el capitalismo del siglo XXI como una economía de la exclusión de los pobres, que no son sólo “los últimos”, son los descartados, los invisibles que no son últimos porque ni siquiera participan en la carrera: “Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata”.
Finalmente, un fuerte mensaje de la Evangelii gaudium a la economía: el tiempo es superior al espacio. Nuestro sistema de desarrollo y crecimiento está todo aplastado en el aquí y ahora, y así corre el riesgo de romper el vínculo que une a las generaciones entre ellos. Devolver hoy la prioridad al tiempo sería utilizar los recursos no renovables de la tierra sabiendo que los hemos heredado de nuestros padres y que debemos dejarlos en herencia a nuestros hijos.
Entonces, poner el tiempo en el centro significa juzgar las opciones de política económica desde la perspectiva de un niño, o de una niña, que hoy está naciendo en una aldea africana o asiática. Si el tiempo es mayor que el espacio, entonces las mujeres deben tener mucho más espacio en la vida civil y económica. La mujer, como lugar de nacimiento de la vida, es la imagen por excelencia de un tiempo superior al espacio. En un espacio infinitesimal se inicia en el tiempo el proceso más importante, el de la vida.
Laudato si’
La ‘Laudato si’’ es la encíclica del Papa Francisco que mayor impacto ha tenido en la opinión pública mundial. En su esencia es un gran discurso concreto del bien común. Hoy, especialmente en Occidente, no vemos la cuestión ética del mundo propio precisamente porque nos falta la gran categoría del bien común –y por tanto también esa íntimamente relacionada de los bienes comunes, relegada en las últimas páginas de los manuales de Economía, todavía enteramente centrado en los “bienes privados”–, la gran ausente de nuestra civilización de los consumos y las finanzas. Y cuando una sociedad reduce los bienes comunes está empobreciendo a los más pobres.
Nuestra época ha conocido y conoce en carne propia lo que son los males comunes: las guerras mundiales, el peligro atómico, las pandemias, el terrorismo globalizado. Hemos aprendido lo que significa ser también un cuerpo cuando caían y caen todavía las bombas en las casas de los ricos y las de los pobres, cuando la locura suicida homicida mataba a gerentes y trabajadores, cuando la peste (y el virus) –leemos los Prometidos esposos– golpeaban al Griso, Fray Cristóbal y Don Rodrigo. Pero de la experiencia del mal común no hemos aprendido la sabiduría del bien común.
Fratelli tutti
El tercer lugar para entender la economía de Francisco es la ‘Fratelli tutti’ (2020).
Fratelli tutti encomienda la fundación bíblica de su discurso casi exclusivamente a la parábola del Buen Samaritano del Evangelio de Lucas. Una elección importante y fuerte, que aclara enseguida que la fraternidad de Francisco es fraternidad universal centrada en la víctima. Francisco elige mirar al mundo junto a las víctimas, y desde allí lo ama y lo juzga, desde su primer viaje que quiso hacer a Lampedusa.
Incluso a costa de descuidar otras dimensiones fundantes de la fraternidad, como la reciprocidad. Una parábola no habla de hermanos de sangre, no nombra nunca la palabra fraternidad para revelarnos la proximidad. “¿Quién es mi prójimo?”, es la pregunta del escriba que genera uno de los inicios más maravillosos de toda la literatura: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…”.
El alma de este pasaje reside en el contraste entre proximidad y cercanía: quien se arrodilla ante la víctima convirtiéndose en su prójimo, el Samaritano, es el menos cercano a la víctima entre los transeúntes de ese camino, porque no es judío y pertenece a un pueblo excomulgado. El levita y el sacerdote, los que en ese mundo estaban a cargo del cuidado y la asistencia, estaban mucho más cerca de esa víctima y, sin embargo, pasan de largo. Quien cuida del hombre medio muerto no lo hace porque fuera cercano sino porque decide ser prójimo. Hermanos se nace, en prójimos nos convertimos eligiéndolo.
Francisco escribe: “Esta parábola es un icono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano… Ya no hay distinción entre habitante de Judea y habitante de Samaría, no hay sacerdote ni comerciante; simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo”.
El prójimo, el hermano y la hermana del Evangelio no son el cercano. Esta es una dimensión esencial de esta fraternidad nueva y diferente. Esta encíclica marca el final de la doctrina de la guerra justa, que llegó en vísperas de la invasión de Ucrania. Durante años se había esperado una palabra clara y fuerte sobre esta doctrina cristiana que chocaba demasiado con las palabras sobre la paz de Francisco y muchos de sus predecesores. Y finalmente llegó: “Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!”.
Concluyo con las palabras sobre la pobreza que el Papa Francisco dirigió a los jóvenes de Economía de Francesco (Asís, 24 de septiembre de 2022): “Nuestra civilización ha empobrecido mucho la palabra pobreza y pobres. Creer en una “Economía de Francisco” significa comprometerse a poner en el centro de vuestra acción y de vuestro pensamiento a los pobres, que hoy toman nombres y rostros nuevos. A partir de ellos mirar la economía, a partir de ellos mirar el mundo… San Francisco no amaba solo a los pobres: amó también la pobreza.
La tradición franciscana nos habla de un “matrimonio místico” de Francisco con Virgen pobreza. Francisco no iba donde los leprosos de Asís solamente para ayudar a esos pobres a salir de la pobreza; él iba donde los pobres porque quería convertirse en pobre como ellos: aquí está su gran profecía… No hay nada que escandalice más que la economía de la primera bienaventuranza: “bienaventurados los pobres”, nada escandaliza más que la “virgen pobreza”. Sin embargo es de aquí que debemos partir, que vosotros empresarios y economistas tenéis que empezar, habitando estas paradojas evangélicas de Francisco”.
*Artículo original publicado en el número de noviembre de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva