La Vida Religiosa es profética, es contracultural a un mundo individualista y consumista, a un mundo que descarta y separa. Y necesita hoy que sus líderes encarnen en sí esta dimensión profética.
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El liderazgo en la Vida Religiosa está orientado a compartir, a promover con las hermanas y entre las hermanas, como Jesús con sus discípulos, el sueño de Dios, el sueño de la fraternidad del Reino. La líder en la Vida Religiosa es una compañera de camino que anima a servir con visión, con desafío, con energía desde el deseo de Dios. Al igual que el profeta.
El liderazgo necesita de la profecía y la profecía necesita del liderazgo. Son dos palabras que tienen sabor a cercanía, a apertura, a humanidad, porque el profeta está cerca de la gente, siente los latidos del corazón del presente como si fueran los del corazón de Dios, está abierto a seguir el sueño de Dios en medio de lo que sucede, y anima a acoger y a vivir haciéndolo realidad. Todo ello requiere, sin duda, audacia, valentía y coraje.
Desde el liderazgo en la Vida Religiosa estamos llamados a ser profetas que caminan con los hermanos y los acompañan en el día a día serena y pacientemente.
Sintonía con el querer de Dios
Un caminar que promueve, desde ese matiz profético, la creatividad, la disposición a iniciativas nuevas, que tienen como destinatarios más directos a los empobrecidos, a los marginados, a los más vulnerables, como hicieron nuestros fundadores. Son iniciativas acordes no con la realidad del mundo, sino en sintonía con el querer de Dios.
Es un caminar profético, audaz, que se arriesga y, al mismo tiempo, mantiene vivo el legado de la identidad carismática; que anima a los hermanos a vivir cada día más acorde a los sentimientos del Hijo y, desde ahí, a estar abiertos a todos, a la realidad que nos rodea para transformarla.
El líder y el profeta tienen además en común que gastan su vida en el cuidado bienestar de los demás y apuestan por un mañana mejor convencidos de que otro mundo es posible.